Una vez conté que nadie me regalaba libros desde que murió mi padre. Creo que fue en esta columna. Mi hermana, que comparte conmigo la pérdida diaria que es no tenerlo con nosotras, se puso manos a la obra para conseguir un libro que me gustara, que no hubiera leído y que me sorprendiera para que su ausencia en nuestra vida fuera menor. Buscó asesoría en otra gran lectora (@loenlasnubes) y así llegó a mi zapato la noche de Reyes Canción del ocaso, de Lewis Grassic Gibbon.

Trotalibros Canción del ocaso: 3 (Piteas)

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Es la novela preferida de los escoceses. Nada más y nada menos que una novela escrita en 1932. Es un libro precioso, fácil y con cientos de personajes de los que se quedan pegados como Chris Guthrie, su protagonista. Chris es una chica lista que tiene que elegir entre seguir estudiando para ser maestra o permanecer en el campo. «Y entonces tuvo una idea extraña en los campos empapados: que nada perduraba en absoluto, nada salvo la tierra por la que caminaba, removida, cavada y en perpetuo cambio a manos de los pequeños agricultores desde que los más antiguos de estos habían erigido las Piedras junto a la laguna de Blawearie y subían allí en sus días de fiesta religiosa y veían que las cosechas de sus bancales crecían al viento y al sol. El mar, el cielo y la gente que escribía, luchaba y era culta, y que enseñaban, hablaban y rezaban, duraban sólo un suspiro, como la niebla en las colinas, pero la tierra era eterna, se movía y cambiaba debajo de ti, pero era eterna, estabas cerca de ella y ella de ti, y no podías dejarla, sino que te retenía y hería».

A su lado, los personajes podrían tener su propia novela. Su padre, maltratador y tirano; Chae, su vecino socialista que proclama sobre el reparto de la riqueza; todos los sacerdotes que pasan por el pueblo, a cada cual peor; o Rob el del molino y su antibelicismo convencido. Cada uno de ellos forma la historia de la imaginada Kinraddie.

También tienen un humor que no pretende serlo y que se cuela entre las cosas más triviales. Un humor de persona seria que te pilla por sorpresa. A él le hubiera encantado.