El tema de las redes y la exposición me trae frita: quedarnos retratados ahí para siempre. Tengo 43 años y cuando empezamos a usar las redes lo hicimos de una manera ingenua. No tenemos educación para usarlas y, encima, criamos a las generaciones posteriores bajo nuestra ignorancia. Me cuesta saber qué mostrar, y más cuando me dedico a algo público como escribir. Si no existes, no publicas, nadie te lee... Pero, ¿qué mostrar? ¿Hasta dónde?

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Delphine de Vigan es de una generación anterior a la mía. Su rechazo a las redes es total. No la he encontrado en ninguna, al menos con su nombre real. En Los reyes de la casa habla sobre esta exposición y las consecuencias que tiene en los niños. La novela empieza con la desaparición de Kimmy Diore, una niña de seis años que, junto a hermano Sammy, es la protagonista de un canal de YouTube muy rentable que maneja su madre. Una mujer acomplejada tras ser la primera expulsada de una especie de Gran Hermano.

Con la curiosidad de que se resuelva el caso, la autora se mete en el centro de la historia: cómo Clara, una policía ajena al mundo de las redes, tiene que entender ese universo tan desconocido y sin sentido. «Las fronteras de lo íntimo se habían desplazado. Las redes sociales censuraban las imágenes de tetas y culos. Pero a cambio de un click, de un corazón, de un pulgar levantado exponíamos a nuestros hijos, a nuestra familia, contábamos nuestra vida. Cada cual se había convertido en el administrador de su propia exhibición, y esta se había vuelto un elemento indispensable para la realización personal».

Engancha la trama del secuestro. Engancha la trama sobre la exposición en redes pero, como en la vida, uno duda de que todo sea tan blanco o negro. «¿Y si la vida privada no fuese más que un concepto anticuado, obsoleto o incluso, una ilusión?», se pregunta Clara.

Dicen que las persianas protegen nuestra vida privada. En los países que no tienen, sus habitantes ejercen un autocontrol para que los demás no les vean, incluso en sus propias casas interpretan un miniteatro hacia afuera. En realidad no tengo ninguna conclusión. Y esta novela, a pesar de su clara oposición a enseñar nuestra vida en redes, ha aumentado mi confusión. Parece que el problema no sean las redes. Ni las persianas.