El universo cinematográfico logró con sus discursos que por fin el papel de la madre perfecta fuera dinamitado por los aires de la mano de títulos como ‘La hija oscura’, y la figura paterna vista desde el claroscuro llegó a la pantalla con películas como ‘Aftersun’. Sin embargo, al verlas es imposible no pensar también en esa otra historia, la de los hijos, una figura que jamás pidió serlo y que encierra incontables complejidades. Tilda Swinton las retrata en ‘La hija eterna’, donde la directora Joanna Hogg relata la historia de una mujer y a su anciana madre enfrentadas a los secretos del pasado.

"La familia es una marca de nacimiento de la que no podemos escapar"

Se habla mucho sobre la maternidad pero, ¿por qué se explora tan poco lo difícil que también resulta ser hija, cumpliendo expectativas y lidiando con padres que en ocasiones pueden ser machistas, algo tóxicos o sencillamente, complicados? “Creo que como todos somos hijos, es un tema que se da por sentado. En cambio, no todos somos madres o padres, es algo que podemos elegir por lo tanto está más problematizado y cuestionado. Ser hijos es algo que simplemente nos toca, la familia es una marca de nacimiento de la que no podemos escapar. Solo podemos ver qué hacemos con eso”, explica Ana Navajas, autora de ‘Estás muy callada hoy’, un libro en el que Tamara Tanebaum asegura que habla de ser hija como una condición "tan activa y arquetípicamente femenina como ser madre".

"Ser hija es pensar todo el tiempo en qué tipo de madre querríamos convertirnos"

“Lo premeditado fue poner una lupa sobre los vínculos cotidianos, sobre lo doméstico y las tareas de cuidado, culturalmente asignadas a las mujeres. También fue premeditado poner en escena la muerte de la madre desde el primer momento, ¿en que se transforma una hija cuando se muere su madre? La respuesta que se da a sí misma la protagonista en la novela es: en madre, la mejor madre. Ser hija es pensar todo el tiempo en qué tipo de madre querríamos convertirnos. La respuesta por supuesto incluye: en ninguna”, aclara.

ser hija
Netflix
Fotograma de ’Yo nunca’



Por su parte Katya Adaui, autora de ‘Quiénes somos ahora’, comienza señalando que para Philip Roth, quien es amado por su padres es un conquistador, y cita a Bell Hooks al recordar que la familia que dialoga unida, permanece unida. “Pese al sistema de contradicciones y silencios que también es una familia, si hay espacio para el amor, una aprende a no devolver a los otros un amor ambigüo del tipo: te deseo y te rechazo al mismo tiempo. Si tuviéramos la maravilla de nacer en hogares amorosos, habría más ternura, escucha, más comprensión y menos ansiedad, miedo y fragilidad”, dice Adaui.

"Cuando aparece una enfermedad crónica o mortal, todavía se tiene que ser hija"

Ser la hija perfecta no es fácil (ni posible, de hecho), y por fin nos encontramos con libros como el de Adaui y Navajas, que exploran la complejidad de ser hija mientras que películas como ‘Red’ hacen lo propio desde la mirada de una niña. El largometraje de Joanna Hogg refleja bien la bofetada que supone pasar de ser cuidada a convertirse en la cuidadora cuando la madre enferma, naciendo así el deseo de volver a ser una niña y recibir atención y cuidados. “Creo que al abrazar la propia adultez, desaparece el deseo de volver a la infancia. Yo no quiero ser niña otra vez. Me siento cómoda en mis cuarenta y seis, agradecida de haber llegado a esta edad. Cuando se está en territorio amoroso, a una le provoca cuidar, dar tiempo, continuidad. Por supuesto, esto no es igual para todo el mundo, y cada quien sabrá hasta dónde su entrega o su egoísmo. Pero cuando aparece alguna enfermedad crónica o mortal, sé que no se puede ser enfermera de los padres, no sólo por la demanda extrema y sacrificial, sino por desconocimiento técnico. Todavía se tiene que ser hija y el acercamiento más sano es desde ese lugar: preservar el cuerpo y la mente, en un acompañamiento que no te termine matando a ti también”, explica Katya Adaui, que en ‘Quiénes somos ahora’ esboza un ajuste de cuentas entre una mujer y sus padres mientras anhela una independencia que le permita dejar de ser hija.

"Hay un momento en el que el cuidado nos desdibuja"

Ana Navajas aclara que en su caso, ella jamás quiso regresar a una infancia que en absoluto tiene idealizada. “Ser una niña me resultó un trabajo duro. De todos modos, asumir las tareas de cuidado de nuestros padres también es durísimo, sobre todo cuando también tenemos hijos. Hay un momento en el que el cuidado nos desdibuja, no sabemos quienes somos, la identidad se torna borrosa. Eso es algo que a los hombres no les pasa”, comenta.

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NETFLIX/YANNIS DRAKOULIDIS
’La hija oscura’



La figura materna siempre está en nuestra mente, en nuestro comportamiento y en nuestro discurso, marcando nuestra vida incluso cuando ya no está. Ana Navajas asegura que es un diálogo constante en su cabeza. “Sé todo lo que aprobaría o desaprobaría, lo que le alegraría. Sé cuando la estoy desobedeciendo. Y cuando no estoy segura, me gustaría mucho poder tener su opinión”, confiesa.

Las librerías e internet están repletos de textos con los que intentar aprender a ser una buena madre o un buen padre, pero ser una buena hija no se explica. En un mundo que no cesa de hablar de "malas madres", nos preguntamos ahora qué supone, de hecho, ser “mala hija”. “Como con cualquier vínculo cotidiano, habría que diferenciar la crueldad de la locura. Son terribles las madres que sólo por el hecho de serlo, se manejan en el reino de lo impune. No todas las madres tienen instinto materno, pocos te alertan de lo tremendo que es serlo. No hay instinto en cuanto a ser hija: una ocupa esa posición real y otra mental. Es la posición mental la que una aprende o no a dejar atrás”, explica Katya Adaui, en cuyos escritos encontramos la historia de un hijo empeñado en no parecerse al padre o el vínculo de amor/odio entre una hija y su madre.

Nadie nos enseña a ser hijos de alguien, pero todos lo somos, y esa realidad es tan evidente como aterradora.