Hay dos cosas en las que siempre me fijo al conocer un espacio: cómo huele y a qué suena, no es intencionado, la percepción de ambos me asalta sola. Y digo esto porque descubrimos aquí a arquitectos especialmente sensibilizados que ponen todo el foco de su esfuerzo en potenciar el disfrute de uno o varios sentidos, sus técnicas son sutiles, como quien te toca levemente un codo para que alces la vista ante un paisaje conmovedor. Por eso me gusta el limeño Rafael Freyre, autor del restaurante Mil que ha creado en las montañas de Cuzco en función del espíritu gastronómico del chef Virgilio Martínez, uno de los cinco mejores del mundo. Tal es la rendición del arquitecto ante el sabor que sus líneas trazadas no hacen sino poner a éste en evidencia "sacrificando" el protagonismo arquitéctonico. Es difícil esto. Entregar todo el talento al servicio de un sentido.

También lo han hecho John Pawson en la Habitación del Incienso del museo berlinés Feuerle Collection y Jonas Bjerre-Poulsen en el hotel danés The Kraner, donde el rumor del mar es principal objeto para hospedarse. Arquitectura y sentidos, una alianza en la que ganan ambos.

Y, hablando de materiales sensibles, dejadme que escriba por enésima vez del sofá, el emperador absoluto del universo decorativo, la pieza más querida y al que también dedicamos ahora unas páginas. Hoy se lleva curvo pero eso es lo de menos, nada, como en todo y salvo que te fascine, obliga a hacer caso de esta tendencia.

Por encima de materiales y corrientes hay un concepto que siempre he visto mantener a los grandes creadores frente a este mueble, la sensibilidad del mismo. El sofá interactúa con quién lo usa, es una mini cueva dentro de la guarida que supone la casa, una rampa de salida confortable para disfrutar de cualquier sentido y esa es su excelencia. Todo baila en torno suyo.

IG: @martarioperez TW: @martarioperez@martarioperez FB: Marta Riopérez

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Belén Imaz
Portada Elle Decoration nº 162. Marzo 2018