Pero Patrick Blanc no está solo, otros siguen sus pasos. Nombres como Edouard François con obras como su Flower Tower, en París, o Minsuk Cho, de Mass Studies, y la tienda de Ann De­meulemeester en Seoul, verdísima por dentro y por fuera e impactante se mire por donde se mire. Lo mejor que tiene esta nueva moda es que, además de ser fantástica, presta un bienvenido servicio al medioambiente. Las fachadas consiguen no sólo limpiar el aire, sino que funcionan como reguladores de temperatura para los edificios que los lucen. En invierno consiguen que el edificio no pierda calor y en verano impiden el calentamiento de la pared, con el consiguiente ahorro de energía que eso supone. Este argumento ha conseguido que se vuelva al plano horizontal para reinventar el diseño de áticos y tejados, como el tejado viviente de Renzo Piano en la Academia de Ciencias (California).

Con razón, semejantes ventajas han conseguido que lo que se consideraba una novedad exótica se haya aceptado rápidamente y haya invadido otras superficies. Por el momento, no parece haber fronteras: paredes interiores o exteriores, columnas, puentes, paneles publicitarios, paradas de metro, aparcamientos, plazas... ¡dónde sea! Cualquier espacio, grande o pequeño, se puede transformar en una muestra más de arte vivo.