Arte en estado puro: Un palazzo en Roma
Con frescos del Settecento, suelos del Cinquecento, techos de casetones y grandes obras contemporáneas: el refugio de un matrimonio coleccionista de arte.
Un joven notario pugliese llegado a Roma a mitad de los años ochenta, animado por una insaciable curiosidad por el arte contemporáneo. Su mujer, brillante licenciada en leyes, con una pasión visceral por el mundo del diseño y un gusto ecléctico por los colores. Un gran apartamento en el primer piso de un palazzo histórico en el centro de Roma, a pocos metros de la piazza Navona, con una sucesión de estancias imponentes, pavimento de terracota original del 500, techos de casetones de madera, frescos del Settecento con escenas del Viejo Testamento y cuatro grandes cristaleras en arco asomadas a un claustro que en primavera se recubre de hiedra.
Y, casi por casualidad, de la mezcla de estos insólitos ingredientes, nació un proyecto realmente particular: 300 m2 de colores inusuales donde cada cuadro y cada detalle son el fruto de una atenta y refinada búsqueda. "Realizar esta casa ha sido dificilísimo de principio a fin", cuenta la propietaria, que a lo largo del tiempo ha transformado su hobby por la decoración casi en una profesión. Y añade: "Los muros no se podían tocar porque el palazzo está protegido y los frescos restaurados daban un toque de pesadez al conjunto, así que tuvimos que encontrar una nueva vía para solucionarlo".
Apenas desembarcaron en la capital los dos jóvenes profesionales habían intentado decorar el apartamento en estilo clásico, con muebles y cuadros antiguos de su propiedad. Pero el resultado les había defraudado. "La estancia había perdido vitalidad, como si estuviese apagada", recuerda la dueña de la casa, "así que decidimos que había llegado la hora de cambiar completamente de estilo". En ese momento habían empezado a seguir el mercado del arte y les apasionaban los trabajos de Gino De Dominicis, Maurizio Pellegrin, Steven Parrino y James Brown, entre otros muchos. Artistas ya conocidos pero no tan cotizados como hoy en día. "Al principio la mayoría de nuestros amigos se reían de nuestras primeras adquisiciones", recuerda divertido el propietario que, a lo largo de los años, ha conseguido formar una de las colecciones más importantes en Italia.
A los trabajos de De Dominicis les siguieron rápidamente decenas de obras importantes de artistas de todo el mundo, de Anselm Kiefer a Guiseppe Penone, de William Kentridge a Gianni Piacentino, de Sam Taylor-Wood a Wolfgang Laib. Obras muy diferentes pero con un denominador común: la busqueda de la excelencia y la armonía en arte y diseño. "No me han gustado nunca las casas museo donde las obras alteran la atmósfera de los ambientes", puntualiza la propietaria. "Mi marido colecciona siguiendo su lógica, su gusto, yo en cambio, elijo las piezas según pienso que se pueden integrar en el entorno". Por lo tanto, una selección rigurosa que se repite en lo que concierne al resto de la decoración: tejidos solo y siempre monocromáticos, lámparas de los años 50, pocos muebles de época pero muy especiales, cristales de Murano vintage, además de algunas piezas singulares a caballo entre la artesanía y el diseño, como las obras de Gennaro Avallone o de Achille Salvagni.
Y así, cada habitación, desde el gran recibidor dominado por una pintura mural de Penone y una escultura de Paolini, al comedor, decorado con mayólicas inglesas del Ottocento y sillas de Achille Castiglioni, tiene su personalidad y su propio hilo conductor. Aunque cambia a menudo. "Nuestra casa es como nosotros", reflexiona la propietaria, "porque, como ocurre a menudo en la vida, cuando cambiamos nuestros sentimientos por un artista y una obra ocupa el puesto de otra, todo aquello que está a su alrededor se modifica, desde los colores de la pared hasta los tejidos".
VER VÍDEO
Fíchalos 👉 Muebles de diseño a precios asequibles
Cómo conseguir un salón ordenado y lleno de paz
ELLE Decoration: una nueva era de la revista líder
Las mejores tiendas online de plantas de interior