Mi madre piensa que estoy loca. Le he dado el pecho a mi hija todo el tiempo que he podido, en Halloween la visto como Beyoncé y cada vez que la baño la pongo delante del espejo y juntas decimos, ¡mira este cuerpo tan precioso! Ella grita con júbilo mientras se ve en el espejo, moviendo sus bracitos, aunque todas las noches me recuerdo a mi misma el riesgo que supone levantar a una niña completamente mojada por encima de mi cabeza. A continuación se echa crema en su tripita y… ¡lista para irse la cama!, no sin antes cantarle una de mis nanas favoritas, una que dice "nadie va a hacerte daño, no mientras yo está cerca...", mientras se me escapan unas cuantas lágrimas. Por eso mi madre piensa que estoy loca. ¡Figuraos!

Hay muchas cosas de mi pequeña de las que quisiera disfrutar toda la vida: la manera en que mueve la cabeza hacia atrás cuando alguien le hace cosquillas, cómo algunas veces se canta a sí misma para dormirse y la forma en que se mira al espejo. En el mundo en el que vivimos existe cierto temor a criar un hijo, sobre todo si es una niña y una de las cosas que más me asusta es el "daño" que puede hacerle el hecho de mirarse al espejo y que no siempre estaré allí para poder ayudarla. Lo único que puedo hacer al respecto es educarla. Así que, hija, aquí tienes las 10 cosas que tu mamá quiere que sepas sobre ese hermoso cuerpo que tienes. Espero que te sirvan de ayuda cuando yo no pueda estar a tu lado.

1. Conoce tu cuerpo.

La única vez que me han echado de clase fue en sexto. Era la delegada de mi clase y la presidenta del Consejo Estudiantil del colegio, pero cuando mi profesor de Ciencias utilizó la palabra "testículos", no pude evitar soltar una carcajada. Me sentía tan incómoda que no quise saber nada de ellos hasta que no tuve veintitantos. Pensaba que los nombres de los órganos genitales masculinos se podían utilizar con mayor naturalidad que los femeninos y ahora quiero que sepas cómo se llaman los tuyos y para qué sirven. No quiero que te avergüences de algo que forma parte de ti y quiero que sepas expresarte de manera adecuada cuando creas que algo no va bien en este sentido. En las ecografías, fueron los labios de tu vagina los que me permitieron saber que eras una niña. Lloré. La enfermera los señaló y le dije que eran los labios más hermosos que jamás había visto. Ella miró a la imagen y dijo, "Pequeña, tu mamá está loca". Pero a mí no me hizo mucha gracia su comentario. (Vale, a lo mejor un poco sí.)

2. Ponte un bañador.

Mientras escribo esto, tengo sobre la mesa una caja con un montón de bañadores que me tengo que probar. Al parecer, el bikini que llevaba puesto la semana pasada en tus clases de natación no era lo más apropiado para una actividad como aquella. Ni siquiera me sentía cómoda en bikini después de haber dado a luz y encima ahora tenía que hacerme a la idea de ponerme un bañador. Mi marido es el que suele ir a las clases de natación con la niña, pero hace poco tuvieron que darle un montón de puntos y tiene que llevar un vendaje que no se puede mojar, así que ahora voy yo. La semana pasada, a pesar del bikini, sentí una gran camaradería con las otras madres. Sus cuerpos delataban que habían sido madres hacía poco, lo que hizo que me olvidara del bikini y disfrutara del momento (hasta que llegó el correo electrónico con la sugerencia del bañador). Nadamos porque nos gusta y el mejor momento es ese en el que te tiras al agua sin importar si llevas traje de baño o bikini.

3. Haz ejercicio.

Cuando estaba en el instituto, mi madre un día me dijo que me podría parecer a Britney Spears si hacía ejercicio. Sin pensar mucho las consecuencias que podía tener para mi cuerpo una meta tan poco realista, bajé las escaleras y me puse a caminar en una cinta de correr que había en casa, mientras veía un concurso de la televisión. ¿Me parecía a Britney Spears? Creo que no. Pero me di cuenta de lo bien que me sentía haciendo ejercicio. Las caminatas dieron paso al jogging y, posteriormente, al gimnasio. Por primera vez me sentía bien y a gusto con mi cuerpo, así que el ejercicio se convirtió en una parte esencial de mi vida. Mi matrona me dijo que todo me resultaría muy fácil a la hora de dar a luz gracias al ejercicio que había hecho y a que tenía una vagina muy fuerte. (También me aconsejó que nunca le dijera a nadie que algo era fácil.) Quiero que sepas que tienes un cuerpo fuerte que te permite, nadar, divertirte y hacer cosas que nunca pensaste que fueran posibles, como dar a luz un niño en seis empujones. (Vaya, creo que he vuelto a hacerlo.)

4. La comida es buena.

Es muy buena. Disfrútala, deja que alimente tu cuerpo y tu alma. Disfruta de la sopa de la tatarabuela, deja que las chucherías que te llevas al colegio sean el comienzo de una verdadera amistad. Deja que la comida sea parte de tus recuerdos, un motivo de alegría y no una obsesión. Toma alimentos sanos que te hagan más feliz. Una de las mejores cosas que he hecho en mi vida ha sido tomarnos un helado a medias y, aunque agradezco que también quieras compartir conmigo tu comida, prefiero que seas tú quien la disfrute. Come bien y, si es necesario, date un buen baño cuando termines.

5. Elige lo sano en lugar de aquello que te ayude a estar delgada.

Buena parte de la incomodidad que sentimos al ponernos un bañador tiene su origen en la obsesión de nuestra sociedad por un cuerpo delgado. Lo bueno que tienen bikinis y bañadores es que cuando nos olvidamos de cómo nos quedan a nosotras, nos damos cuenta de que no existen dos cuerpos iguales, que los cuerpos sanos tienen diversas formas y tamaños. Somos como los copos de nieve cariño. Quiero que tengas clara la diferencia entre estar sana y estar delgada. Esfuérzate por estar sana en lugar de intentar tener el cuerpo idealizado que nos intenta imponer esta sociedad. En la vida hay muchas tentaciones que debemos resistir, pero cuando se trata de que tanto tú como tu cuerpo estéis sanos, recuerda que ambos estáis en el mismo equipo. No os peleéis.

6. Tu cuerpo, tu elección.

Tenías 17 meses cuando te llevé por primera vez a la Marcha de las Mujeres que se celebra en Washington y durante el camino de vuelta a casa no parabas de entonar el cántico de la marcha "Mi cuerpo, mi elección". Este lema se ha convertido en una forma muy divertida de reivindicarte y de tener el control de tu cuerpo. Aunque, como todo lo que tiene que ver con educar a un hijo, es más fácil decirlo que hacerlo, nunca intento obligarte a mostrar afecto físico si no quieres. Quiero que sepas que tu cuerpo es tuyo y solo tuyo. Si un niño, con toda su buena intención, intenta cogerte la mano o abrazarte, suéltate si quieres, porque me gustaría que tuvieses claro todo aquello que no te resulta cómodo y que te sientas con la seguridad suficiente como para decirlo. Además, fue muy divertido cuando, un día en una excursión te preguntaron si querías cantar una canción y te pusiste a cantar "Mi cuerpo, mi elección". Vas por el buen camino.

7. Conoce el placer.

Igual que quiero que sepas qué es lo mejor para tu cuerpo, también quiero que sepas lo que no lo es. Quiero que te sientas cómoda explorando tu cuerpo a solas, quiero que sepas todo sobre ti misma. Y cuando te sientas segura y hayas pensado bien en ello, quiero que disfrutes del sexo con alguien que esté igual de seguro que tú y que haya reflexionado sobre ello. Quiero que sepas lo que se siente al amar y al ser amada físicamente. Y la única manera de sentirse realmente bien con alguien es que primero te sientas bien contigo misma.

8. El periodo.

Nunca te disculpes por tener el periodo. Nunca.

9. Las cosas cambian.

El cuerpo de la mujer está sometido a cambios constantes. Tu padre siempre dice que hacerse viejo es mejor que no hacerlo. Crecerás y cambiarás y, por imposible que parezca, quiero que aceptes esos cambios. Detrás de cada arruga, cada cana, cada estría y cada cicatriz hay una historia, tu historia. Si alguna vez te sientes perdida, tu cuerpo es como un mapa que te recordará quién eres. Así que ¿quién necesita tatuajes, verdad? (Sí ya sé, "tu cuerpo, tu elección", bla,bla,bla).

10. No esperes.

Como muchas mujeres, he tardado más tiempo del que creía en tener una opinión positiva de mi cuerpo. Recuerdo perfectamente cuando estaba en tercero de primaria y el chico más popular de la clase me puso el apodo de "vaca" por mis dientes, la noche durante un campamento de verano en la que una "amiga" bromeó sobre un grano que tenía en la nariz y las infinitas burlas y miradas a mis pechos cuando empezaron a crecerme, pero que me negué a disimular porque algún día quería darle el pecho a mis hijos durante todo el tiempo que pudiera. No podía mirarme en el espejo sin acordarme de todo aquello y de muchas cosas más.

Hasta que llegaste tú.

Nunca me di cuenta de lo bien que me sentía al tocar mi propia tripa hasta que empecé a notar cómo te movías dentro de mí. Nunca he tenido una relación tan sana con la comida hasta que tuve comer para las dos. Miro por primera vez con orgullo mis pechos grandes y caídos, porque ahora cuentan la historia de cómo sirvieron para alimentarte. Veo en el espejo cómo van apareciendo en ti algunas cosas que yo llegué a odiar de mi misma en su momento, pero ahora las veo en ti y sé que están bien. Tú eres mi espejo. Necesité de tu cuerpo para empezar a apreciar el mío y no quiero que tú tengas que esperar tanto. Quiero que nunca dejes de ver tu cuerpo con la alegría y el aprecio con el que lo haces ahora. Sé que no podré estar siempre ahí para levantarte con mis brazos, sé que no siempre estaré ahí para salvarte, creer lo contrario sería una locura. Pero quiero que sepas que disfrutar de estos momentos frente al espejo me ha hecho crecer como persona. Ese hermoso cuerpo siempre estará frente a ti en el espejo, espero que nunca dejes de estar orgulloso de él.

Vía: Cosmopolitan US