Playa de Malibú, diez y media de la mañana de un miércoles de verano. La cita es en una casa luminosa muy cercana a la suya. Julia Roberts (Georgia, Estados Unidos, 1967) aparece con chanclas floreadas, un vestido largo 'hip­py & chic' de color azul y el pelo húmedo. Su 'look' es tan relajado y surfero, que no nos habría extrañado verla caminar descalza, igual que en el Festival de Cannes de 2016, cuando, agarrada del brazo de su amigo George Clooney, se paseó por la alfombra roja con los pies desnudos.

Exhibe la famosa sonrisa con la que, allá por 1990, sedujo al planeta entero vía 'Pretty Woman'. También, la dentadura perfecta y los gestos de sus películas. Es como si la conociéramos de toda la vida. Abraza al peluquero, a la maquilladora, a la publicista y a su estilista, Elizabeth, antes de darle la mano enérgicamente al resto de los miembros del equipo. A Tom Munro, uno de sus fotógrafos favoritos, le asegura que la niebla que cubrió Los Ángeles los días anteriores ya ha desaparecido y le explica, con sorprendente precisión científica, la predicción meteorológica de cara a la sesión.

Desde sus comienzos, al frente del reparto de 'Mystic Pizza' (1988), hasta 'Wonder', el drama dirigido por Stephen Chbosky (se estrena en España el 1 de diciembre), Julia no ha dejado de irradiar una magia especial dentro y fuera de la pantalla. Su nombre entra año tras año en la lista de las personalidades más rentables del 'show business'. Y eso que no se prodiga demasiado... A diferencia de muchos de sus colegas de Hollywood, resulta profundamente cercana y auténtica. Sí, tiene arrugas, y se enorgullece de ellas.

«Quiero que mis hijos sepan si estoy cabreada o sorprendida. Tu rostro cuenta una historia, y no debería ser la de tus visitas a la consulta del cirujano», aseguró con rotundidad en una entrevista poco antes de nuestro encuentro. En el lujoso garaje de la mansión, acondicionado con mimo para el shooting, se ha instalado un bufé del que no la veremos picar nada en todo el día. «Está más delgada que nunca», observa Elizabeth. Cuando la intérprete se detiene y estudia con atención el ejército de percheros (sembrados de ropa para la producción), a los presentes se nos corta por un momento la respiración. Falsa alarma: le encantan sus 'looks'.

Como en el film que protagonizó en 2010 junto a Javier Bardem, el 'leivmotiv' de Julia Roberts bien podría ser come (de manera saludable), reza (a los dioses del hinduismo), ama (apasionadamente). Casada desde hace 15 años con el cámara Daniel Moder, con el que tiene tres retoños (los mellizos Phinnaeus y Hazel, de 12, y Henry, de 10), su rostro brilla cuando confiesa que él es el epicentro de su vida. «¡Parece que sólo han pasado 15 minutos!». Plena en el terreno personal, también le sonríe la fortuna en el plano profesional.

A lo largo de su carrera (de tres décadas y con una media de una película cada ocho meses), ha saboreado el éxito encarnando a personajes diversos: la traviesa y adorable Campanilla de 'Hook (El capitán Garfio)', en 1991; la decidida abogada 'Erin Brockovich', que le valió un Oscar en 2001; la profesora perfecta de 'La sonrisa de Mona Lisa' (2003), la sagaz productora de 'Money Monster' (2016)...

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Si en el trabajo destaca por ser seria y comprometida, en la vida real no lo es menos. Participa en campañas en apoyo a los estudiantes LGBTQ y a los enfermos con síndrome de Rett (una enfermedad rara que afecta principalmente a niñas) y apoya acciones contra el cambio climático y en recuerdo de los héroes del 11S. No es de extrañar, por tanto, que se haya involucrado en 'Wonder', adaptación cinematográfica del libro de Raquel Jaramillo Palacio (traducido como 'La lección de August'), que narra la lucha de un chico con una malformación facial por integrarse en el colegio (su estreno está previsto para diciembre).

Y le gusta rodearse de los suyos, incluso aunque esté trabajando. Por eso, durante la sesión se dejan caer por el set algunos de sus amigos, hombres y mujeres de su generación, con marcado acento californiano, rubios, bronceados y encantadores, que se acercan a decir hola, reírse con la actriz y curiosear entre los estilismos, mientras ella disfruta en el papel de top model que le ha propuesto ELLE.

De repente, una preadolescente corre a abrazarse con Julia. Es su hija, Hazel. «¡Qué pena que no hayas llegado cinco minutos antes! Habrías visto a tu madre vestida como nunca...», bromea Roberts. Se refiere, en concreto, a unos microshorts y unas botas de mosquetera; un outfit que recuerda al de una escena memorable de Pretty Woman en la que le dice a Richard Gere: «Cariño, me ha salido una carrera en las medias... ¡Uy, pero si no llevo medias!».

Sin embargo, esta mañana sí que se las ha puesto (de rejilla y sin carreras), igual que en la nueva campaña de Calzedonia, para la que ya ha prestado su imagen en tres spots. En el más reciente, dirigido por Grant Heslov y con un encantador aire de minicomedia, volvemos a verla en una tienda de la firma, un lugar en el que se siente como en su propia casa. Seguro que un buen puñado de incondicionales estarían encantados de recorrer las más de 2.000 boutiques que la marca tiene repartidas por el planeta sólo por tener la oportunidad de encontrarse a la musa, igual que ocurre en el anuncio.

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Ya es mediodía. La estrella sale de la zona en la que se han ubicado los camerinos con el pelo perfecto y un maquillaje natural muy ligero. Enfundada en un jersey amplio, se dispone a posar en una silla al borde de la piscina. No cabe duda de que le sale a las mil maravillas, pero, aun con todo, se asegura de que los demás también estén contentos con los resultados. Se concentra y va cambiando de registro y de expresión frente a la cámara.

En un im­passe, el equipo manifiesta sus dudas acerca del fondo que se aprecia en una de las imágenes; entonces, irónica, la voz de Julia surge desde detrás de un biombo: «Al menos, estaréis satisfechos con lo que aparece en primer plano, ¿no?». Por supuesto que sí. Sería imposible lo contrario.

La revista 'People' te ha escogido por quinta vez como la mujer más guapa del mundo. ¿Qué ha supuesto para ti?

Algo así nunca debe significar demasiado. Resulta halagador, pero no te lo puedes tomar al pie de la letra.

Ya habías recibido el título a principios de la década de los 90. ¿Cómo has cambiado en este tiempo?

Madre mía, ¡mi vida ha dado un vuelco total! Hoy, sé cuál es mi lugar en el mundo, estoy casada y tengo tres hijos.

Phinnaeus y Hazel son casi adolescentes. ¿Te preocupa su inminente llegada a esa etapa, con fama complicada?

Nos intriga bastante, estamos emocionados. En casa, no dejamos de preguntarnos qué va a ocurrir. Existe una especie de ansiedad, aunque no me inquieta. Confío tanto en su forma de ser que no puedo imaginarme que un día se vayan a despertar siendo diferentes sólo por el hecho de que haya sido su cumpleaños. Si son capaces de entender los cambios que se producen en sus vidas, les irá bien.

Nunca has ocultado que tus hijos son conscientes de que su madre es una mujer muy famosa. ¿Cómo perciben tu carrera?

Cuando me acompañan a rodar, piensan que mi trabajo es el más maravilloso y sencillo del mundo: siempre entre amigos, con comida por todas partes, rodeada de ropa bonita... Creen que lo paso genial en un sitio precioso, que tengo suerte. No ven más allá. Van procesándolo y descubriéndolo a su manera. A veces, entienden lo que significa la popularidad; otras, en cambio... Eso sí, saben cómo soy, que es lo importante.

Tu relación con Daniel Moder es un ejemplo de solidez. ¿Qué es lo más complicado de la vida en pareja?

Con mi marido, nada. Es un ser humano excepcional, divertido y con quien disfruto muchísimo. Me parece muy fácil quererlo. Soy feliz cada vez que entra en casa, y eso es fundamental. Además, la aventura compartida de criar a nuestros niños, de hacerlo con tanta alegría, también suma.

O sea que crees en la idea de encontrar el amor para siempre.

Sí. Probablemente, en el pasado no habría apostado por ello. Sin embargo, a día de hoy, desde luego que sí.

¿Cuáles dirías que son los ingredientes principales para alcanzar el equilibrio en el territorio emocional?

Dormir, tener sentido del humor y rodearse de gente que te brinde la oportunidad de conocer cosas nuevas.

Siempre has sido muy selectiva con los proyectos en los que participas. ¿Qué te atrajo de 'Wonder'?

Había leído la novela con mi familia y nos había emocionado. Así que le dije a mi agente: «Este libro lleva tiempo publicado, seguro que ya han comprado los derechos. Si buscan una actriz para interpretar a la madre, me gustaría hablar con quien fuera». Resultó que el propietario era uno de los productores de 'Pretty Woman', alguien a quien no veía desde hacía 25 años. Quedamos para comer, charlamos... Al final, todo salió rodado.

¿Qué fue lo que más te conmovió de la historia?

Trata de la compasión y de cómo hemos perdido el arte de relacionarnos con calma. Eso es lo que transmite: la idea de dedicarnos de lleno a querernos. Es un mensaje eterno, lleno de valores que debemos recordarnos en estos tiempos de frustración y agresividad.

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¿Puedes hablarnos de tu personaje en la película?

Es una mujer que ha dejado aparte sus aspiraciones personales para volcarse en los suyos, especialmente, en su hijo, Augie, que tiene dificultades y ha estado entrando y saliendo del hospital. A él le dedica amor y un montón de cuidados. Cuando, al principio de la cinta, el pequeño sale de casa para afrontar su debut en el colegio, ella se ve sola por primera vez en mucho tiempo, por lo que también es un día determinante para ella. Aquel detalle me pareció fascinante. Porque cada padre, tarde o temprano, acaba encontrándose con el nido vacío, aunque sólo sea durante las horas de la jornada escolar. ¿Cómo te sientes en ese momento? Me interesaba comprobar cómo lo aceptaba un adulto tan poco acostumbrado como la madre de Augie.

¿Tus hijos han conocido a personas como el niño del film?

En una ocasión, vinieron a verme al set; allí había unos cuantos chavales con discapacidades similares a las que sufre el protagonista de la película. Y su reacción fue absolutamente normal: «Hola, ¿qué tal? Encantada». No había miedo alguno. Ni siquiera percibí esa cosa a la que Augie se refiere de una manera conmovedora: la décima de segundo de duda que él es capaz de detectar en la actitud de los demás. Estoy convencida de que mis hijos reaccionaron así gracias al libro. Después de leerlo y de conversar sobre él mientras cenábamos, estaban perfectamente preparados.

¿Cómo se tomó el joven actor Jacob Trembay su transformación física para encarnar a su personaje en 'Wonder'?

En las cinco o seis semanas que pasé con él, solamente lo vi una vez sin maquillaje. Llegaba más temprano que el resto de sus compañeros, de forma que no sé cómo gestionó emocionalmente la experiencia de la caracterización. Aunque, eso sí, soy consciente de que era una experiencia extenuante para él. Durante las horas de rodaje, jamás se quejó, pese a que eran días de calor. Se portó de maravilla.

¿Eres una persona sensible?

Creo que sí... Mi oficio consiste en transmitir emociones y pensamientos, y me imagino que, para conseguirlo, debes tener capacidad y empatía. Algunos actores se basan en la técnica; para mí, se trata de vivirlo, de entender de un modo anímico lo que pasa.

¿Por qué llevas tanto tiempo rodeada del mismo equipo de colaboradores y amigos?

A veces, al empezar a las cinco de la mañana, te apetece hablar con tus conocidos. Y yo tengo la suerte de haberme encontrado con gente estupenda. Comencé a trabajar con Serge (el peluquero) en 1989. Las relaciones generan comodidad, seguridad y confianza; se crea un ambiente en el que sientes que puedes asumir riesgos y experimentar. Vestirme para una sesión me da vergüenza. Me entran ganas de decir: «Por favor, ¿puedo volver a meterme en mis vaqueros?». Tener a amigos alrededor me permite estar con unos shorts y unas medias de rejilla sin sentirme idiota.

Los trajes de chaqueta son una de tus debilidades...

Mi relación con los trajes se remonta a los Globos de Oro de 1988, a los que acudí para la proyección de 'Magnolias de acero'. Me puse uno con corbata firmado por Giorgio Armani. La verdad es que no sabía cómo se suponía que debía presentarme sobre la alfombra roja... No hay que olvidar que hablamos de una época en la que ibas y te buscabas un outfit tú sola. Yo quería mostrarme segura, y, para mí, hay algo de armadura en una blazer. Como si supiese que, pase lo que pase, podré gestionarlo. En cambio, con los vestidos me veo más vulnerable. Me gusta la ropa de hombre, estoy cómoda con ella. Y, por fortuna, en esta época eso sí se acepta.

Has participado en tres spots de Calzedonia. ¿Qué te ha convencido para repetir dos veces como su imagen?

Es una empresa familiar maravillosa. Cuando me llamaron, me conquistaron. Los represento a ellos y a sus productos porque me gustan, no tengo que fingir nada. Me encanta que continúen contando conmigo.

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¿Qué tono prefieres para tus medias de Calzedonia, ¿negro o natural?

Me gustan las negras.

¿Con raya trasera o sin ella?

Sin, porque... ¿Y si se mueve y tú no te das cuenta?

¿Lisas o estampadas?

¡Con prints! Dan alegría.

¿De lunares o de rejilla?

Pues, hasta hace 20 minutos, me habría quedado con los topos, pero me han gustado de verdad los pantys de red que me he puesto antes.

¿Cómo cuidas tus piernas?

A estas alturas de la vida, ¡es más justo decir que son ellas las que cuidan de mí! (Risas).

¿Cuáles son tus hobbies?

¿Aún te dedicas a hacer calceta?¡Sí! En mi bolso están las agujas. Además, he descubierto un pasatiempo increíble llamado mahjong. Todo el mundo en mi casa juega porque es muy divertido. También quedo un día a la semana con mis amigas para echar una partida.

¿Qué te parece que los medios nunca les preguntemos a los hombres cómo llevan el paso del tiempo?

Se perpetúa el estereotipo de que el envejecimiento masculino tiene atractivo y el femenino no. Generalizar y describirnos como las que luchan contra el tiempo es un poco ridículo, pero en las entrevistas siempre acaba saliendo el tema de cuál es tu crema hidratante... ¡No creo que a George Clooney le pregunten por sus tratamientos!