Camilla Läckberg (Fjällbacka, Suecia, 1974) lleva sobre su cabeza una corona invisible engarzada con diez millones de libros devorados en cuarenta países. Algo que convierte a la reina de la novela negra en la escritora más vendida de Europa. Y casi en una marca. Por algo esta sueca licenciada en Economía se volcó con éxito en el mundo empresarial hasta que publicó La princesa de hielo, la obra que encumbró sus famosos crímenes ambientados en su aldea natal, en la costa occidental de Suecia, el mismo escenario de todas sus obras. También de la última, Los vigilantes del faro, una historia de antiguas leyendas y tragedias familiares, que publicará al mismo tiempo que Super Charlie, un libro para niños inspirado en su bebé y editado, al igual que el resto de títulos, por Maeva. Y es que detrás de este copyright sueco habita una madre de tres hijos casada en segundas nupcias con un policía al que ha deseado durante diez años. Por si fuera poco, compone música con Pelle Nylén, letrista de Westlife, y es copropietaria de la firma de joyas Sahara Silver. ELLE se sienta con ella vis a vis para conocer el secreto de una mujer que arrasa fuera y dentro de la realidad.

MADRID, SU RÉCORD
«Sucedió el verano pasado mientras firmaba en la Feria del Libro del Retiro. Habían dispuesto tres horas para mí y La sombra de la sirena.Batí todas las cifras. La gente hizo cola durante cinco horas con un calor asfixiante. ¡Me sentí como una estrella de rock! A la hora de irme, todos seguían ahí, se negaban a marcharse, querían autógrafos, hacerse fotos, abrazarme… Tuvo que venir un coche de policía para que pudiese salir. Fue irreal. Muy raro. Y a la vez fantástico... Imagínate poder combinar esto con el día a día de una madre de niños pequeños, con pañales sucios y entrenamientos de fútbol. Mi vida consiste en un diez por ciento de glamour y un noventa por ciento de varitas de pescado, pero a veces tengo pequeños instantes en los que pienso: ‘‘Ay, ¿qué ha pasado?’’».

¿PARA QUÉ SIRVE EL DINERO?
«Trabajo duro y con un objetivo claro. Se me da bien lo que hago: escribir novela negra amena y de entretenimiento. No me paso las noches despierta esperando que me llame el comité de los premios Nobel. Me encerré en mi habitación a crear durante diez años y he ganado todo lo que tengo por mí misma».

DE PUERTAS PARA ADENTRO
«Escribo cuando mis hijos están en el colegio o en la guardería. Tardo ocho meses en terminar una novela y el resto del año lo dedico a la promoción en el extranjero. Cada día es como montar un rompecabezas y las piezas no siempre encajan. Soy de esas madres que se olvidan la bolsa de deporte para la clase de Educación Física y la comida para las excursiones pero mi familia no me hace grandes reproches. Me miran con indulgencia y piensan que no tengo remedio. Soy una persona de trato fácil».

FASHIONISTA EMPEDERNIDA
«La moda es mi hobby, mi placer. Soy una compradora de gangas de primera. Tengo prendas en mi armario que cuestan 13.000 coronas, pero yo siempre las adquiero rebajadas al setenta por ciento. No tiene nada que ver con lo que me puedo permitir, sino con el valor del dinero. Soy una ahorradora nata».

SU DIETA ESTRELLA
«De adolescente era una empollona con gafas de culo de vaso y aparatos. Siempre la mejor de la clase, pero jamás llamé la atención por mi aspecto. Hace siete años pesaba veinte kilos más. ¡Lo he probado todo para perder peso! Weight Watchers, la dieta del hospital… Había tirado la toalla cuando me enteré del método Atkins. Me pareció que tenía sentido, lo probé y fue un auténtico bombazo. He encontrado mi manera de vivir y la imagen con la que me siento bien. Me ha costado casi 40 años, pero siempre es mejor tarde que nunca».

EL AMOR DE SU VIDA
«Martin Melin, mi marido, es policía y conocido en Suecia por el programa de televisión Expedition Robinson, un reality de supervivencia en el que participó. Lo nuestro empezó por Internet, yo seguía su blog. Fue un flechazo. Durante dos años tuvimos una relación por correo electrónico sobre qué armas se utilizan en qué situaciones y cómo entrar en un apartamento. Al final del día, sobre las nueve, es nuestro rato. Nos tiramos en el sofá, cada uno con su ordenador, charlamos un poco y pensamos que es un momento muy bonito. No hace falta que las cosas sean todo el tiempo trepidantes».