Si hay algo por lo que merezca la pena vivir es por la contemplación de la belleza. Lo dijo Platón y a partir de él se lo hemos oído a unos cuantos. Stendhal también estuvo sembrado con su famoso síndrome, poniendo nombre a un sentimiento tan difícil de expresar como es quedarse sin aliento ante algo hermoso. Seguro que los japoneses tienen una voz para este momento, hace poco leí que en su lengua existe el término komorebi que significa "los rayos del sol filtrándose entre las hojas de los árboles". Hay que haber sentido mucha belleza para reducir estas once palabras a una sola.

Pero aunque su gozo tenga la misma intensidad, no todos accedemos a ella por la misma ruta. Nos lo han dicho diez doctores honoris causa de esta disciplina que están acostumbrados a enfrentarse a la belleza con la misma frecuencia que a respirar, leedles, por favor, y caed seducidos, como yo misma, ante sus respuestas. Pero si de lo que se trata es de seducción, aquí traemos también a una de sus grandes exponentes, la artista Lita Cabellut. El equipo de ELLE Decoration pasamos unas jornadas en su casa de La Haya y volvimos todo el camino en silencio, intentando asimilar una belleza tan grande y tan bien contada, excitados y conmovidos a la vez.

Hay artistas herméticos y hay otros que su obra trasciende a través del individuo. Esto le pasa a Lita, toda ella es obra: sus inmensos cuadros, su despeinado, los retratos brutales, el movimiento de sus manos, su jardín florido, su pensamiento analítico, el modo de verbalizarlo, su potencia para hablar y su potencia para escuchar, la auto observación y, al tiempo, la búsqueda de la identidad del ser humano. Y de la luz, su búsqueda. En una mesa preciosa a la que nos sentábamos parte de su gran equipo y nosotros mismos, nos dió un plato de blanca pasta con pesto verde intenso. Y eso también fue arte.

Portada Elle Decoration nº 161. Febrero 2018pinterest
Pablo Sarabia
Portada Elle Decoration nº 161. Febrero 2018

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