Prodigios arquitectónicos: la casa orgánica de Javier Senosiain
En esta casa nada es convencional: la planta se inspira en un cacahuete, el jardín está en el tejado y tiene su propio microclima interno sin necesidad de calefacción o aire acondicionado.
Promover la armonía entre el ser humano y el mundo natural. Este es el objetivo que persigue la Arquitectura Orgánica (también conocido Organicismo Arquitectónico), una rama que se inspira en la naturaleza, en sus materiales y formas, para crear hábitats. La casa orgánica, una construcción ideada por Javier Senosiain en 1984, se ajusta a la perfección a esta descripción: "Nace de la idea de crear un espacio adaptado al hombre, de acuerdo a sus necesidades ambientales, físicas y psicológicas", explica el arquitecto, máximo exponente de esta filosofía arquitectónica en México.
Cuando entramos en la parcela que la acoge, cuesta reconocer dónde se encuentra, ya que el jardín que la cubre la camufla a la perfección. Senosian se inspiró en la cáscara de un cacahuete para su forma, con dos grandes áreas en sus extremos donde alojar una zona de día y otra de noche, "ovales y con mucha luz, unidos por un espacio en penumbras bajo y estrecho", afirma. "Esta propuesta surgió con base en los requerimientos de las funciones elementales del hombre: un espacio para convivir, con estancia comedor y cocina, y otro para dormir, con vestidor y baño".
Para trazar su planta, no empleó escuadra ni cartabón, sino que tiró de compás y curvímetro y dejó su mano libre jugando con formas libres. Las maquetas se hicieron con plastilina, para poder moldear a antojo los volúmenes y los muebles que nacerían directamente de los muros y Senosian decidió emplear ferrocemento para construirlo, por ser un material capaz de componer "una escultura monolítica, resistente, moldeable y de gran elasticidad". Una vez excavado el hueco que ocuparía que, según Senosian, parecía más una pista de skate, se posó en él un esqueleto metálico sobre el que se extendió sobre él a presión cemento, que posteriormente se cubrió con poliuretano para aislarlo e impermeabilizarlo.
El jardín que cubre y oculta la vivienda sirve como una protección ante las inclemencias meteorológicas y como regulador natural de la humedad y de la temperatura, que se mantiene entre los 18º y los 23º durante todo el año. Aunque se trata de una construcción semienterrada, es más luminosa que las casas convencionales ya que el arquitecto buscó la mejor orientación hacia el jardín que "busca la luz al igual que lo hace una flor". Las formas aerodinámicas de su interior garantizan además la perfecta ventilación de su interior. El resultado es un hábitat sostenible que recuerda a las cuevas primitivas, en el que sus habitantes se sienten tan seguros y a gusto como en el vientre materno. Una vuelta a la naturaleza.
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