El diseñador del futuro
Navega entre la arquitectura y la escultura, crea paisajes, inventa objetos y moldea ciudades. ¿Su lema? Construir lo extraordinario. El Victoria & Albert Museum de Londres le dedica hasta finales de septiembre una retrospectiva y, el día 28, estará en el Hay Festival de Segovia hablando de ese mundo nuevo por imaginar.
El Da Vinci del siglo XXI
El lema de tu estudio es «hacer que lo extraordinario ocurra», ¿cómo?
Pensando de una forma global, sin separar la arquitectura de la escultura o del diseño. Todo reto debe abordarse desde diferentes disciplinas y con la mente muy abierta. Así nacen las mejores soluciones, lo que de verdad funciona. Es curioso que mucha gente culpa a los promotores de no dejarles llevar a cabo proyectos atrevidos, pero mi experiencia es que cuanto más insólito es lo que propones más se entusiasman.
Si tu trabajo es buscar soluciones, ¿qué parte queda reservada a la belleza?
Existe un equilibrio entre resolver problemas y crear algo estético. Es tan importante el funcionamiento de la escalera o la energía que utiliza como el olor que desprende un edificio o cómo te hace sentir. He escuchado a arquitectos hablar del cambio climático y de la necesidad de conservar el entorno cuando sus edificios son lo menos
respetuosos con él porque nadie querría vivir en ellos. Para que algo sea bello no tiene que ser estéticamente pintoresco ni estar fabricado con materiales caros. Debe tener sentido, y eso significa prestar atención también a todas esas cosas que son valiosas para los pequeños seres humanos.
Los artistas Gilbert & George dicen: «¡Basta de ver el arte como artesanía, centrémonos en las ideas!». ¿Lo aplicas?
Totalmente. Los grandes artistas son primero grandes pensadores, las manos siguen a la mente. Todo buen artesano tiene un pensamiento fascinante, cuando
una obra de arte nos atrapa es la mente que hay detrás la que provoca eso. El progreso llega a través de las ideas, así que veo mi trabajo como la búsqueda de diferentes formas de abordar el futuro.
En 2030 la mayor parte del planeta vivirá en grandes ciudades. ¿Cuál es la receta para hacerlas más habitables?
Esa es la gran pregunta de nuestro tiempo. El problema es que se están construyendo ciudades nuevas en lugares enormes, y al haber tanto espacio se tiende a hacer todo muy grande. ¡Pero las personas seguimos siendo del mismo tamaño! No se trata de crear cosas gigantes que queden espectaculares en las fotos, sino de construir las calles y espacios públicos más pequeños porque se está perdiendo la escala humana. En Inglaterra hemos reflexionado mucho sobre este asunto, aunque en China no parecen creer que esto ayudaría a que la gente viviera mejor.
Eres londinense, ¿sientes que tu ciudad es ahora la capital del mundo?
Londres es como un imán que atrae gente y proyectos interesantes de todas partes. No creo que decir esto sea un exceso de patriotismo, objetivamente aseguro que hay pocas ciudades con esta energía. Quienes estamos interesados en el progreso y las ideas valoramos mucho esto. En ciudades más pequeñas hay un concierto y todo el mundo se entera, en Londres no, porque hay tantas cosas a la vez que te pasan desapercibidas. Pero me gusta saber que están ahí. Tengo un amigo que vive cerca del mar y dice que nunca va a la playa, aunque necesita saber que está ahí. A mí me sucede eso con todas las cosas que ocurren aquí.
¿Una ciudad tan grande y frenética te hace la vida más fácil o más difícil?
Para mí es la ciudad perfecta en la que vivir. Yo nací en Londres y siento que por eso lo he tenido todo más fácil: no me he visto en la necesidad de tomar ninguna decisión sobre dónde ir a estudiar o si debía trasladarme para montar mi estudio. Además, me encantan los expertos, la gente que se apasiona con algo y se convierte en un especialista de eso. Como mi madre, que es experta en abalorios. Parece increíble, aunque en el mundo hay expertos en eso, y mi madre es una de ellos. En cualquier otro lugar se les consideraría unos freaks, pero aquí es normal. Londres está lleno de este tipo de freaks, y eso me gusta mucho.
Trabajas en un bloque de viviendas en Malasia y has hecho un centro comercial en Hong Kong. ¿Qué diferencias aprecias entre trabajar en Europa y en Asia?
Allí hay un optimismo que no existe aquí, y ahora viven un momento muy interesante. Han pasado su primer boom de desarrollo en el que trataban de imitar a Europa y Estados Unidos y se han reconectado con su cultura.
Hay gente muy inteligente y bien formada en puestos de responsabilidad que ha hecho una reflexión muy positiva viendo que poseen un pasado único y no tienen por qué copiar a nadie. Así que asumen que todo lo que se hace puede ser completamente nuevo y distinto, mientras en Europa tendemos a copiarnos a nosotros mismos.
¿Qué obra te ha fascinado últimamente?
El Centro Acuático de Zaha Hadid. Es precioso porque tiene sentido. Sirve para los Juegos Olímpicos y seguirá sirviendo cuando terminen y se retire parte de la grada. Y tiene unas formas preciosas.
Diriges un equipo muy grande, ¿percibes diferencias en la forma de abordar el diseño entre hombres y mujeres?
En el estudio somos mitad y mitad, y veo que las mujeres sois buenas extrayendo las ideas importantes y poniéndolas en claro, pero, salvo esta apreciación, no diría que existen diferencias remarcables.
¿Qué sueñas con diseñar?
Algo muy normal, en cuyo diseño nadie se esmere mucho pero que utilicemos a menudo. Los museos, las galerías de arte o los parlamentos están bien porque dan mucha fama y dinero, aunque me gustaría hacer que un parking o un hospital pudieran ser también agradables para la gente. ¿Por qué tienen que ser tan feos?
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