Y se hizo la luz
La arquitecta Laura Álvarez adora la luz natural y la convierte en su mejor aliada, para hacer de un oscuro dúplex en Amsterdam, un loft espléndido y sofisticado. Un cambio radical y un proyecto tan brillante como su autora. ¡Te los presentamos!
Hace un par de años cayó en manos de Laura un proyecto soñado: la rehabilitación y el diseño de interiores de un dúplex de 120 m2 en lo alto un edificio declarado monumento nacional y construido en torno al 1800. El piso se asoma a las tranquilas aguas del Singel, el primero y más antiguo de los canales que rodean el corazón histórico de Ámsterdam, en un barrio que es patrimonio de la humanidad. El reto era grande: un piso claustrofóbico debía ser reconvertido sin reformarse radicalmente. Laura consiguió ganar más luz sin tener que abrir nuevas ventanas, y dar más amplitud gracias a la eliminación de tabiques y a la instalación de paneles de cristal y de puertas correderas que siempre están abiertas. Luminoso, diáfano, contemporáneo... el restyling del loft ha hecho que sus dueños se reenamoren de él.
¿Qué parte de tu personalidad se reflejan en este proyecto?
La claridad y la sencillez. No me suelo fijar en las cosas rebuscadas,
pero sí trabajadas y pensadas. Quienes viven allí, están contentos.
Defínete en pocas palabras como arquitecta.
Sensata y humilde. No me gusta la arquitectura de alardes, sino aquella inteligente, en la que todo encaja, donde se cuidan las
proporciones, la estética. Valoro la arquitectura artesanal, la que, por desgracia, está desapareciendo en España, y en Holanda desapareció.
¿Qué te enamoró de Ámsterdam?
Lo cosmopolita que es, siendo tan pequeña. Siempre que organizamos una cena ¡acabamos siendo tantas personas como nacionalidades! La ciudad me encanta, es muy joven y siempre hay algo que hacer, conciertos, expos, conferencias... Y es muy manejable en bici.
Hiciste 7 años de violín en el Conservatorio, ¿es tu otra pasión?
Tengo muchas pasiones; todas relacionadas con la creatividad y las manos. Me encanta dibujar, coser, hacer muebles... Ahora estoy
produciendo una colección de bolsos en España, su marca será “Tinta”. El violín lo dejé hace años por la arquitectura; ahora aprendo
violoncelo, pero algo más relajado... ¡y me divierto mucho más!
¿Qué querían los propietarios de este piso de dos plantas?
Una reforma sencilla que le diera amplitud. Necesitaban mucho espacio para guardar ropa, son unos apasionados de la moda; un gran salón porque les encanta invitar; la cocina muy amplia porque les
gusta cocinar y comer sano; una habitación-estudio en la que también pudieran alojar invitados. Y lógicamente, más luz. Tenían un
presupuesto ajustado. Les propuse dejar las cosas más o menos en su sitio, y así poder invertir más en los acabados y muebles a medida.
¿Qué es lo que más te gusta de este proyecto?
Que es muy armónico, tanto en la elección de materiales como en las proporciones. Con muchos muebles a medida que esconden radiadores, instalaciones y objetos que “molestan” a la vista; por eso el espacio es tan tranquilo. Los dueños dicen que les transmite mucha paz.
¿Qué papel juegan las emociones en un proyecto?
La arquitectura tiene que despertarlas, si no, deja de serlo. Ahora estoy emocionada con un proyecto en el norte de España, la rehabilitación de casas de piedra, porque puedo ayudar a cumplir el sueño de mucha gente. Lo que más me fascina de mi profesión es el poder que tenemos los arquitectos para mejorar el entorno en el que vivimos.
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