Un burka que se eleva y cae con estrépito al suelo, una lámpara gigantesca hecha de miles de tampones, un corazón rojo de tenedores de plástico, una cama de pastillas de Valium, un par de tacones con ollas de acero inoxidable... Con un atractivo sentido del humor y rehuyendo del dogmatismo, Joana Vasconcelos (París, 1971) actúa como una alquimista de la vida cotidiana, transformando objetos reconocibles por todos y clichés de la sociedad de consumo en obras de arte con una fuerte carga emocional. Sabe cómo utilizar el color y la cultura popular para explorar, a través de sus sorprendentes esculturas e instalaciones, cuestiones como la identidad, la inmigración, los derechos humanos y el papel de la mujer en la sociedad. Desde su enorme taller junto a la desembocadura del Tajo, en Lisboa, las ágiles manos de 50 personas se encargan de dar forma a todo lo que brota de la mente de una portuguesa que ha conquistado el mundo con su atrevimiento, su creatividad y su humanidad. Una pieza colosal para el desfile de Dior de este 28 de febrero, el cuaderno de artista Liquid Love para la revista Matador (encargo de La Fábrica), una tarta nupcial en cerámica para Lord Rothschild, un Porsche-carruaje con plumas... son sólo algunos de sus proyectos actuales.

cubiertos, ollas de acero o teléfonos dan vida a las creaciones a gran escala de la artista portuguesa joana vasconcelos para hablar de los derechos humanos, de la mujer, de la magia de lo cotidiano y de la importancia de la belleza
Foto: Ximena Garrigues. Realización: Nuria Sánchez.
Vestido de Filipe Faísca y zapatos de Roger Vivier.

¿Qué te ha gustado de Liquid Love?

El libro recoge mis esculturas monumentales relacionadas con el agua, un recurso natural básico y necesario para garantizar nuestra existencia en el futuro.

Repites éxito allí donde vas. Tu popularidad casa poco con los cánones artísticos. Rompes tabúes. ¿Cómo de importante es ser subversivo?

Todos los artistas somos un reflejo de nuestro tiempo. Aunque yo mantenga mi punto de vista crítico y de análisis, trato de transformar lo doméstico en algo más. Dotarlo de un significado social y de un sentido común.

¿Qué lugar ocupa la belleza en este recorrido?

Uno fundamental. La belleza es el camino que lleva a la paz y la felicidad. Es el momento de tranquilidad, de luz. Y cuando tú trabajas lo bello, todos conectamos, porque nos toca, nos llega. Aunque mis obras tengan un trasfondo de denuncia, para mí es necesario que sean bellas, darles una mirada positiva.

Además, proyectan una mirada sobre la sociedad del momento. ¿Cómo la ves ahora?

Pues como nos encontramos todos nosotros: gris y rota. Vivimos un momento muy difícil, de mucha inseguridad, donde la guerra es fea y violenta. Por eso ahora la belleza es más importante que nunca.

cubiertos, ollas de acero o teléfonos dan vida a las creaciones a gran escala de la artista portuguesa joana vasconcelos para hablar de los derechos humanos, de la mujer, de la magia de lo cotidiano y de la importancia de la belleza
Foto: Ximena Garrigues. Realización: Nuria Sánchez.
Abrigo de Alexandra Moura.

¿En qué está trabajando para mantenerla viva?

Lo más inmediato es una pieza inmensa, de 35 metros, para el desfile de mujer de Dior que se inspira en la hermana pequeña de Christian Dior, Catherine: sobrevivió al campo de concentración de Ravensbrück, colaboró con la Resistencia Francesa y, tras todo aquello, se convirtió en una empresaria floral. Estamos trabajando con los tejidos de la propia colección como con telas antiguas del couturier que me envió Maria Grazia Chiuri, cosiendo y elaborando a mano flores en ganchillo... Una obra muy loca. Después tenemos la instalación Tree of Life para el templo de estilo gótico Sainte-Chapelle, en París. Luego, la tarta nupcial en cerámica a gran escala, de cuatro pisos, para Jacob Rothschild, a la que se pueden subir dos personas y ser las figuras del pastel. También estamos transformando un Porsche en una carroza real con plumas y madera dorada, en octubre estaremos en la Galería Uffizi... Muchas cosas en marcha.

Eres una artista comprometida con los derechos humanos y, en particular, con el papel de la mujer en nuestra sociedad. ¿Llegará un momento en el que se cuestione a los hombres con la misma intensidad que se hace con las mujeres?

Hasta ahora no lo parece. Hay muchos temas que están directamente conectados con la presencia activa de la mujer en la sociedad. No gana lo mismo, no expone tanto como los hombres en los museos... En Irán se viven manifestaciones por la cuestión del velo. Tú, yo, nosotros, vivimos en una parte privilegiada del mundo y tenemos que entender de una vez que este planeta es sólo uno y todos somos parte de la misma realidad.

«La belleza es el camino que lleva a la paz y la felicidad. Es el momento de tranquilidad, de luz».

No obstante, partimos de la base de que los derechos humanos no son iguales para todos.

Ahí radica el problema. Cuando se habla de la Revolución Francesa y de sus tres pilares conquistados –Libertad, Igualdad y Fraternidad–, yo me pregunto: «¿A quién representan estos valores?». Porque son falsos. No somos iguales, ni hay libertad plena y menos todavía fraternidad. No existen y menos aún son los mismos para todo el mundo.

Escuchándote pareces la Juana de Arco del feminismo.

Me inclino más por los derechos humanos. La mujer ha de conseguir los mismos derechos que los hombres; por ese lado sí soy feminista. La condición femenina no está todavía al mismo nivel que la del hombre. Los derechos humanos están por encima del feminismo y de las cuotas de puestos. La mujer ya tiene su lugar, pero hay aspectos que siguen estando muy mal, incluso en nuestros países desarrollados.

¿Alguna vez te han censurado?

Claro, muchas veces. Y aquí sigo. Paradójicamente, en Versalles con la obra Burka, y fue una comisaria. También cada cierto tiempo escucho: «Ay, esas cosas de mujeres que haces». Ahí te das cuenta de que todavía hay muchas conquistas por delante entre nosotros.

cubiertos, ollas de acero o teléfonos dan vida a las creaciones a gran escala de la artista portuguesa joana vasconcelos para hablar de los derechos humanos, de la mujer, de la magia de lo cotidiano y de la importancia de la belleza
Foto: Ximena Garrigues. Realización: Nuria Sánchez.
Vestido de Dino Alves y zapatos de Schutz.

Te gusta investigar en tus raíces culturales. ¿Qué lugar ocupa la identidad en este mundo globalizado?

A pesar de la modernidad de mi trabajo, apelo a la tradición. Por la velocidad a la que vivimos, se están perdiendo muchas costumbres. Y conviene mantenerlas para saber quiénes somos y de dónde venimos. Seguro que Velázquez en su día era muy moderno. Considero que la globalización ha hecho que el sentido de la identidad cobre fuerza y que nos planteemos la pregunta: «¿Quién soy yo en este mundo conectado? ¿Me reconozco?». Cuando uno alcanza la sintonía y la armonía con su identidad, con su país, con sus costumbres, son muchas las puertas que se abren y muchas las historias que contar. Uno no debería aislar sus orígenes.

¿Con qué valores trabajas tú?

Por ejemplo, creer en tu honestidad y en el respeto a los demás. Son valores comunes que están presentes en mi obra desde hace unos cuantos años. Creo en el poder que tenemos cada uno de nosotros. Casi como un poder religioso.

¿Y qué papel juegan las emociones?

¡Lo son todo! Y no te olvides de la vulnerabilidad. Tan necesaria en un mundo cada vez más industrializado y que no prioriza a la persona. No es el tamaño de las esculturas el que causa el impacto, a este se llega de otra forma: tocando en la cultura y en las preocupaciones de la gente. Eso no se hace con dimensiones, sino con emociones. Ahí reside la verdadera comunicación, en las emociones y la humanidad. En el taller trabajan dos ucranianos, un sirio, un indio que vivía sin papeles en Lisboa, mi tío de 80 años con autismo, una mujer con una enfermedad mental... Todos ellos son el corazón de Joana Vasconcelos y de la Fundación –lleva diez años–, lo que late en cada creación.

cubiertos, ollas de acero o teléfonos dan vida a las creaciones a gran escala de la artista portuguesa joana vasconcelos para hablar de los derechos humanos, de la mujer, de la magia de lo cotidiano y de la importancia de la belleza
Foto: Ximena Garrigues. Realización: Nuria Sánchez.
Vestido de Filipe Faísca.

Carmen, la lámpara hecha con pendientes de andaluza; Lilicoptère, el helicóptero emplumado de rosa... La gente sonríe al contemplar tus trabajos.

Y eso me llena de orgullo. La sonrisa es el placer de la vida. Cuando alguien entra y exclama «¡Qué guay!», para mí es lo máximo, porque se sienten bien. Es lo que busco, que la gente ame la vida, y que a la vez, con una segunda mirada, se plantee cosas. Creer que el arte sólo lo deben entender unos elegidos, es anticuado. Los museos están hechos para que el ciudadano vea las obras. Si el arte no comunica con el público, no está ejerciendo su misión. Yo consigo comunicar: pasar mis preocupaciones, mis obsesiones, mi estado de espíritu. La gente con mi obra piensa, y con ello puede haber una transformación del mundo para algo mejor.