Nació en Irán y al poco tiempo tuvo que exiliarse a Afganistán y, con la nueva subida de los talibanes al poder, huir en noviembre de 2022 a Francia buscando refugio. Campeona de taekwondo Marzieh Hamidi se está preparando para los Juegos Olímpicos de París de 2024 y está dispuesta a ganar el oro. La primera mujer afgana en la historia. Sin embargo, sus ambiciones frente a otros compañeros atletas son diferentes. No compite para llenar su casa con medallas, sino para mostrarle a estos extremistas que es una mujer libre, y que no sólo lucha por espíritu deportivo. También por su pueblo, la democracia y por todas las mujeres de Oriente Medio. Ha convertido las redes sociales en su principal herramienta de resistencia y desde ellas, bajo el hashtag #LetHerLearn –#DejadlasAprender–, pasa a la acción para que mujeres y niñas no sean olvidadas, suprimidas y borradas de la sociedad.

la deportista en taekwondo marzieh hamidi lucha por las libertadas de las mujeres y las niñas en afganistán bajo el hashtag letherlearn
Fernando Roi HEARST
Camisa de rayas azules con lazada de & Other Stories y pantalón brocado de Sézane.

¿Cómo empezaste con este deporte?

Pues fue un verano, en Irán, cuando tenía quince años. Una amiga de mi colegio me propuso que probara con el Taekwondo, que me apuntara a clases con ella. Yo no estaba en mi mejor momento mental y, tras la tercera clase, me enganché. Practicarlo me dio poder, paz, confianza. Comencé a competir, a ganar medallas y mi coach me dijo que si trabajaba duro, tendría un futuro brillante.

Mujer, en Irán, y deportista de élite.

Sí, lo sé, una buena combinación en una sociedad donde la mujer apenas cuenta. Allí muchas mujeres escogían este deporte para ganar confianza y autoestima, para sentirse poderosas y aprender a defenderse ellas mismas. Es otra clase de practica. Es más una lucha personal.

¿Contabas con el apoyo de tus padres?

Siempre me han animado y estado a mi lado. Son muy abiertos de mente. Como entrenaba muy duro, apenas iba a las fiestas familiares, ni a los cumpleaños, ni a las reuniones. Pues la gente en lugar de ser comprensible, se dedicaba a malmeter y cotillear de si yo mentía, si ese tiempo lo pasaba con mi novio, si estaba haciendo otras cosas… Claro, cuando gané la medalla de oro, fue porque estaba distraída con cosas banales. Muchas personas no querían que tuviera éxito por mera envidia. Menos mal que mi madre siempre confió en mí y sabía que todo eso no era cierto. Hasta llegaron a insinuar que las artes marciales no eran buenas para una mujer porque como abre mucho las piernas con sus movimientos, si se casaba, no podría tener un bebé.

"Donde hay una guerra, no hay nada. No hay vida. Hay desolación y vacío"

¿Qué objetivos persigues?

Para mí ir a clases de Taekwondo en Irán era un asunto personal, de crecer emocionalmente, de sentirme orgullosa y que mi familia también lo estuviera. Cuando nos fuimos a vivir a Afganistán y los talibanes subieron al poder, la cosa cambio y se transformó en una lucha. Y más aún cuando vi cómo que al gobierno, corrupto y totalmente dependiente, les importaba una mierda las mujeres y las mujeres deportistas. Ahí me prometí una cosa: ‘Marzieh, tienes que ganar, tienes que convertirte en una campeona. Enseñar al mundo que las mujeres somos fuertes, que somos buenas en el deporte. Tienes que ser la primera mujer de Afganistán en la historia que gane una medalla de oro olímpica’. Por eso mis ambiciones frente a otros compañeros atletas de aquí son diferentes.

Normal.

Yo, cuando compito, no lo hago para llenar de medallas las paredes de mi salón, sino para mostrarle a los talibanes que soy libre, que no sólo lucho por espíritu deportivo, sino también por mi vida, por mi pueblo y por todas las mujeres de Oriente Medio. Soy una atleta afgana y no se me permite llevar la bandera de mi país. Si quiero participar en los Juegos Olímpicos, tendré que competir bajo los colores del equipo de refugiados. Es una bandera blanca, como la de los talibanes, excepto que en una hay anillos olímpicos multicolores y en la otra inscripciones religiosas en árabe. Y quiero demostrar que los refugiados somos más que refugiados.

la deportista en taekwondo marzieh hamidi lucha por las libertadas de las mujeres y las niñas en afganistán bajo el hashtag letherlearn
Fernando Roi HEARST
Vestido largo de Fendi.

¿Crees que sabemos de verdad lo que significa ser un refugiado?

No, no lo creo. Antes de nada, somos personas igual que tú, que tus amigos, que tu madre y que tu padre. Ser refugiado no es fácil y abandonar tu país tampoco, sobre todo cuando no puedes regresar ni apoyarlo, como me sucede a mí. Huyes de tu hogar y empiezas desde cero: tienes que aprender a lidiar con nuevas costumbres, un idioma, una cultura… quieres que te acepten, quieres ser como ellos y ves que no hay manera. Que no te ven como a un igual. Existe una dualidad de sentimientos encontrados. Ser refugiado es querer vivir de nuevo con paz y seguridad. De recuperar la tranquilidad que perdiste en tu país de origen. Abandonas tu tierra por amenazas de muerte, por ver cómo grupos terroristas la están destruyendo. Huyes de conflictos, de violencias, de persecuciones por cuestiones de etnia o religión. O por el hecho de ser mujer. Donde hay una guerra, no hay nada. No hay vida. Hay desolación y vacío. Así que, por favor, darnos tiempo, a todos los refugiados, a adaptarnos a esta nueva vida. Esto no sucede de la noche a la mañana, menos todavía cuando te señalen con el dedo continuamente. ¿Tú crees que uno huye de su hogar porque sí? ¿Porque le apetece? En Kabul, tras entrenar, me iba para casa y en el camino escuchaba las bombas explosionar, veía cuerpos en la calle… Esa era mi vida diaria.

«Llegué a París, me eché a llorar y supe que había perdido mi país para siempre»

Los talibanes te han obligado a exiliarte dos veces.

Cuando llegaron los talibanes la primera vez, mis padres huyeron porque mi padre estaba en el ejército que combatía contra ellos. Antes de mudarse a Pakistán por seis meses y de ahí saltar a Irán, los talibanes encontraron el kalashnikov con su nombre grabado y querían matarlo. Yo nací en Irán en 2002 y luego nos fuimos a Afganistán. Tengo la obligación de hacer algo por mi país. Para mí los talibanes eran un cuento, algo ficticio, hasta que los vi un día por la ventana, en la puerta de casa, y se me cortó la respiración. Pensé que si entraban en casa, veían mis medallas, se enteraban de quién era mi hermana –una cantante de rap con letras subversivas–, nos iban a matar. Muchas veces esos recuerdos me vienen a la cabeza y me paralizan. No pude abandonar el país con el despegue de los últimos aviones de Kabul. Salí en noviembre de 2022, primero a Doha y de ahí París. Llegué con varias chicas y cuando pisamos suelo europeo, lejos de todo aquello, nos abrazamos y comenzamos a llorar. Todas teníamos la misma sensación: habíamos perdido nuestro país para siempre.

¿Confías en que las cosas mejoren?

Directamente no confío en nadie. Ni en la comunidad internacional, ni en Estados Unidos, ni Europa, ni nada. Todos ayudaron a que los talibanes llegaran al poder la primera vez y, ¿ahora quieren que se marchen? Llevamos así más de veinte años. La revolución, el cambio real, sólo llegará desde dentro. Por la propia gente. Y, por el momento, en Afganistán las únicas que les están plantando cara son las mujeres. A riesgo de su vida. ¿Cómo es posible que en este mundo moderno y avanzado no haya nada de comida para su población? ¿Que una familia venda a su hija por un trozo de pan? ¿Eso es ser humano? ¿Eso es la Humanidad? ¿Cómo es posible que den una visa a un terrorista y no a las miles de mujeres y niños que quieren huir de este terror y mantener su vida?

Quieren gobernar un país, sin embargo, ¿qué clase de país?

Un país a su semejanza y sin mujeres. Lo que les interesa es el poder. Y para conseguirlo y conservarlo, están dispuestos a todo. Luchan y matan no por la libertad, sino por sus propios intereses.

la deportista en taekwondo marzieh hamidi lucha por las libertadas de las mujeres y las niñas en afganistán bajo el hashtag letherlearn
Fernando Roi HEARST
Camisa de rayas con lazada de & Other Stories y pantalón brocado de Sézane.

¿Cuál es la única manera de que las mujeres y las niñas recuperen la libertad?

No quiero que seamos una noticia y que luego se olviden de nosotras. Si me expongo, con el riesgo que conlleva, como el resto de mujeres en el país, que tenga un impacto. Quiero que nuestras acciones reciban el socorro internacional y que cambie esta ley escrita en contra de las mujeres. Es la única manera de que recuperemos la libertad. Desde su llegada al gobierno todo ha cambiado por completo. Cada día hay nuevas normas, especialmente para las mujeres y las niñas, en cuestiones como el velo, la educación y su presencia en los espacios públicos: cerraron las escuelas de secundaria de casi todo el país; más tarde, prohibieron a las mujeres cubrir largas distancias sin estar acompañadas de un familiar varón o el marido; después, las instaron a no salir de casa; si se querían cortar el pelo, su marido tenía que dar el consentimiento previo… Y aun así, las afganas no se han arredrado. A pesar del miedo al acoso, a los arrestos y a los asesinatos, salen a la calle a manifestarse y plantarles cara.

Ayudaste a lanzar el hashtag #LetHerLearn –#DejadlasAprender– en redes sociales. ¿Por qué lo hiciste?

Cuando comenzó la revolución en Irán, fui consciente del poder que tenían los medios y las redes sociales. Vi el alcance global que tuvo el hashtag en homenaje a Mahsa Amini. Gracias a él muchas personas abrieron los ojos ante lo que estaba sucediendo. Entonces hablé con un amigo periodista afgano que vive en México y se nos ocurrió esta idea. Nos dijimos que había que hacer lo mismo con las niñas y las mujeres de Afganistán, y mostrar al mundo que se han vuelto invisibles. Pasar a la acción para que no sean olvidadas. Sé muy bien que estas palabras, Let Her Learn, no influirán en la política de los talibanes. Sin embargo, sí en las mentes del resto del planeta para evitar que las borren de la sociedad.