Colin Farrell: un encuentro de máxima intensidad
Jugó a ser un ‘enfant terrible’ y casi se deja la carrera por el camino. Al filo de los 40, con dos hijos y comprometido con varias causas, el actor irlandés ha cambiado de vida.
No sonríe en fotos
Imagínate que estás comiendo con unas amigas y te llaman de ELLE para encargarte una entrevista a Colin Farrell en Londres. Ahora imagínate los gritos de tus amigas. Dos semanas después de esa llamada (en mi caso, real, nada de ficción) me encuentro en un gran estudio al norte de la capital inglesa; mientras husmeo por una ventana que mira a un cementerio precioso, oigo una voz profunda, dulce y con un deje irónico. Es Colin Farrell (Castleknock, Irlanda, 1976), que asegura morirse por fumar; ha aparcado su imagen de chico malo, pero conserva el vicio del tabaco. El actor sale a la calle con su séquito, en el que se cuentan su hermana, que es su asistente personal, y su cuñado, que ejerce de peluquero. «Ellos lo cuidan y lo protegen», me comenta una relaciones públicas.
Durante la sesión de fotos Colin incluso los busca para saber qué opinan del shooting. A sus 39 años, se lo ve en forma, y al posar exhibe un dominio absoluto sobre su cuerpo y un saludable equilibrio entre educación y firmeza: no quiere salir riéndose en las fotos –y no lo hace–, pero, con la cámara apagada, regala sonrisas. Cuando le pregunto si conoce Madrid, pone los ojos en blanco. Sí, parece que recuerda la eterna noche madrileña. Me he citado con él porque es la imagen de la nueva fragancia de Dolce & Gabbana, Intenso, una elegante mezcla de clasicismo y sensualidad. «Me encanta, no es el típico perfume supermasculino. Hasta las mujeres podrían usarlo: deja un aroma muy rico en la piel. Percibes su olor pero no te da una bofetada. No es una declaración violenta a favor de la masculinidad», explica el intérprete.
Mantenerse conectado
Precisamente, Domenico Dolce y Stefano Gabbana escogieron al irlandés porque encarna una nueva masculinidad: se trata de un hombre que no teme mostrar sus sentimientos y que vive... con intensidad. «Uno de los muchos problemas de los varones en el plano emocional es que perciben la sensibilidad como una debilidad. Y eso acaba convirtiéndose en un gran hándicap. Es una forma muy anticuada de ver el mundo, una manera cada vez menos común pero todavía vigente. Mi padre, por ejemplo, lo entendía así: “Las emociones son de débiles”», explica Farrell, que se muestra encantado de haber evolucionado y de representar el nuevo mix de fuerza y ternura.
Pero ¿de dónde obtiene él su fuerza? «De las espinacas», bromea. «La saco de mi familia y de las relaciones en las que me he embarcado en mi vida. También consigo sentirme más fuerte conectando con la naturaleza y con la amabilidad de otros seres humanos. A nuestro alrededor suceden demasiadas cosas horribles, abunda la crueldad; si sólo le prestas atención a eso, corres el riesgo de acabar transformado en una persona cínica y que ha dejado de creer en la bondad. Yo encuentro mi fuerza en cada acto de bondad que observo».
Los hijos
Le señalo que, además de su afición por el yoga –que practica cada día y del que habla maravillas–, tener hijos (James Padraig, de 12 años, y Henry Tadeusz, de 6) quizá le haya ayudado a conseguir esa perspectiva tan pura del mundo. «La gente insiste en que un hijo te cambia la vida –chasquea los dedos–, pero no creo que sea un proceso automático. Hay quienes los tienen y siguen igual que antes... Debes permitir el cambio para que este se produzca. Cuando fui padre elegí cambiar mi vida conscientemente».
Farrell está rodando en este momento el spin-off de Harry Potter Animales fantásticos y dónde encontrarlos, coprotagonizado por el oscarizado Eddie Redmayne y que ya apunta a taquillazo (llegará a las carteleras en otoño). ¿Decidió participar en la película por sus hijos? «No, no me considero tan generoso como padre», sentencia a carcajadas. «Pero me siento muy feliz: ¡van a poder verla!, y eso no es habitual porque muchos de mis trabajos no son apropiados para ellos. Interpreto a un mago, Graves, que, al menos dentro de su propia cabeza, es el mago más poderoso del mundo. No quiero desvelar mucho más, aunque me lo estoy pasando genial en el set».
Mirando al infinito
La carrera de Colin avanza a tope, resultado de una sabia combinación de cine independiente y largometrajes comerciales. Su estreno más reciente, 'Langosta' (Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2015), «es una película extraña y divertida», una fábula que reflexiona en torno a las ideas preconcebidas sobre el amor, tan inquieta y analítica como el propio actor: «Lo cuestiono todo, incluso mi conducta. Venimos al mundo a aprender. Y yo soy muy curioso». En el filme Farrell aparece con pinta de vecino amable, con gafas y barriguita. «Para conseguirla me dediqué a comer todo el tiempo», recuerda; «luego recorrí el mismo camino pero en sentido contrario: comer poco y practicar mucho ejercicio. Tardé unos dos meses en engordar y otros tantos en recuperar mi peso. ¡No paraba de correr!».
Cuando le planteo que la película también habla de encontrar el amor y de la presión que existe para que tengamos pareja, se pone serio y mira en silencio al infinito. Es algo que repite varias veces a lo largo de la entrevista: pensar bien antes de responder. Por fin, arranca. «Hace 50 años, si una mujer cumplía 25 y seguía soltera, quedaba marcada, como maldita, al menos en Irlanda y, supongo, en España. Hoy la presión, tanto para los hombres como para las mujeres, es menor. No estar comprometido con alguien ya no supone un estigma: la gente entiende que, además de con una pareja, puedes llenar tu vida con tu familia, tus amigos o tu carrera profesional. Pero se mantiene esa idea tan bella de dar con una persona muy especial con la que compartir las cosas... Y la verdad es que suena muy bonito...».
Loca juventud
Quienes ahora estamos a la mesa con el actor (han ido acercándose a nosotros su mánager, su hermana, su cuñado y la relaciones públicas) lanzamos al unísono un suave suspiro. De acuerdo, esa visión del amor romántico es preciosa, aunque Farrell no está por la labor de picar.
Con sus primeros trabajos la estrella de Alejandro Magno, Corrupción en Miami y Desafío total fue saludada por la crítica como un diamante en bruto del que se esperaba lo mejor. Pero la prensa no tardó mucho en hablar más de sus conquistas amorosas y de sus fiestas que de sus incursiones en la gran pantalla.
Era joven y se lo pasaba bien. Tan bien que su colega Ben Affleck lo definió como el hombre en el que le gustaría reencarnarse. Y Jennifer Garner dijo de él: «Es adorable y lo aprovecha. Me alegro, pero que no se acerque a mi hermana». Todo cambió cuando a su hijo James, fruto de su relación con la modelo Kim Bordenave –tuvo a Henry con la actriz y cantante polaca Alicja Bachleda-Curuś–, le diagnosticaron síndrome de Angelman, un trastorno neurológico que provoca retraso en el desarrollo y alteraciones en el habla y el equilibrio. Desde entonces no se le conocen aventuras y está volcado en su faceta de padre.
Su lado más solidario
Farrell se muestra muy incómodo cuando la conversación se adentra en su contribución en la lucha contra la enfermedad de James. «Me genera dudas... ¿Parece autopromoción? ¿No se entiende que hablo de algo que es realmente importante para mí?», musita. «Sí, colaboro activamente con la Fundación Terapéutica del Síndrome de Angelman, para sensibilizar y conseguir fondos que curen a mi hijo mayor». Además de presentar cada año la gala de la organización, el actor mantiene encuentros con progenitores de niños recién diagnosticados. Él sabe mejor que nadie lo necesario que es el apoyo, y no espera recibirlo de los políticos: «Los gobernantes no nos representan adecuadamente; solamente se ocupan los unos de los otros. Estoy más interesado en la gente».
Esa vertiente solidaria le llevó a poner voz en 2008 al documental Kicking It, centrado en las personas sin hogar. «Ahora soy embajador de la Copa Mundial de Fútbol Calle –en la que participan selecciones nacionales formadas por homeless–. Mi hermana y yo queremos coproducir una película sobre el torneo; de hecho, el guión ya está escrito: es estupendo, conmovedor y realmente divertido. Ya estamos buscando un director». Colin Farrell da la impresión de tener muchas cosas interesantes dentro, más de las que sugieren su aspecto y su fama de Irish lover. Como su amor por la poesía, un arte en el que hace sus pinitos como escritor (aunque no suele dejar que nadie lea el resultado. «Soy muy malo», se excusa). Quizá por eso, cuando le pregunto qué lugar elegiría para perderse, no lo duda: «Aquí dentro». Enarca las cejas y señala con el dedo su cabeza.
Colin Farrell, en 12 likes
Un olor: El del pan recién hecho.
Una canción: ‘Madame George’, de Van Morrison. Me encanta la música: no existe un género que no me guste.
Una película: De crío lloré un montón con ‘E.T., el extraterrestre’. Adoro ‘Con faldas y a lo loco’ y ‘Fat City, ciudad dorada’. Me van los dramas, las comedias románticas, las cintas de acción... Las de terror me divierten: crecí viendo títulos tan míticos como ‘Viernes 13’, ‘Halloween’… Tenía 7 u 8 años cuando se estrenó ‘Pesadilla en Elm Street’. Lo pasaba genial con ese tipo de pelis.
Un libro: ’The Ginger Man’ (‘El hombre de jengibre’), de J. P. Donleavy.
Un consejo: «Vete ahora. Déjalo». Me lo han dado en varias ocasiones y siempre me ha parecido oportuno.
Un lugar para perderte: Mi cabeza.
Un escenario para una cita: ¡Mi cabeza no! Un parque de atracciones.
Lo que más te atrae de una mujer: Me atrapa su esencia, su espíritu.
Lo que más te gusta de un hombre: Diría que el silencio. Creo que los hombres hablamos más de la cuenta.
Un deporte para practicar: El fútbol. Solía jugar cuando era pequeño.
¿Y para ver en la televisión? El ‘curling’. ¡No, es broma! El fútbol también, tanto el europeo como el americano.
Un plan para el domingo: Encender la chimenea, sentarme a la mesa con los periódicos y comer. Por cierto, tengo que confesar que cocino muy mal.
La película de época más adictiva de Netflix
Julia Roberts: sus mejores pelis y dónde verlas
Una región española, entre las 10 más acogedoras
Radicales Libres (26/04/2024), por Marta D. Riezu