Al tomar una decisión, emprendemos un camino que puede tener dos caminos posibles, el del fracaso o el del éxito. Hemos de ser conscientes de que cada paso que damos en nuestra vida siempre tiene un porcentaje de riesgo que conlleve descalabros, pero eso no debería autolimitarnos. Así, hay personas que llevan su miedo al fracaso a niveles exacerbados; tanto que pueden ser sus saboteadores de sus propios éxitos.

Cuando fracasamos, nos sentimos mal. Tristes, enfadados, decepcionados, enrabietados con el mundo, con los otros, con nosotros mismos. Pero hemos de entender, como decía Rudyard Kipling, que el éxito y el fracaso son dos caras de la misma moneda. ¿Es el fracaso lo que nos duele, la incapacidad de levantarnos después de perder, de haberlo aportado todo o no será más bien la vergüenza?

"Solemos olvidar que la propia vida es un continuo aprendizaje y que es con el ensayo-error con lo que más se crece", explica la psicóloga Silvia Congost. Según la experta, nos valoramos según lo que conseguimos porque la sociedad nos ha educado así y creemos erróneamente que eso nos dará felicidad. "El miedo al fracaso es una muestra de falta de autoestima", concluye.

Alejandra Gabaldón, psicóloga de El Prado Psicólogos, también señala a la sociedad occidental como responsable: "Mantiene una visión tan individualista y que fomenta actitudes de competitividad, que resalta el resultado y 'castiga' el fracaso. En una sociedad en la que la valía está tan asociada a los resultados, es fácil desarrollar un fuerte temor al fracaso dado que esto se interpreta como una falta de valía".

"Tú lo que tienes es vergüenza"

En muchas ocasiones, el miedo al fracaso esconde en realidad un tremendo problema de vergüenza social, pues no queremos quedarnos desnudos ante los demás. No podemos con la ira, con la frustración y con el cansancio, y a todo esto se añade que nos sentimos muy mal por lo que somos... en lugar de lo que hemos hecho (ahí hablaríamos de culpa) o de hasta dónde hemos llegado (esto sería el arrepentimiento).

Todas estas diferencias las señala la experta Alejandra Gabaldón: "Mientras que la culpa nos alerta de que nuestro comportamiento no es el adecuado (o el socialmente aceptado), la vergüenza está más relacionada con una sensación de inadecuación como personas"; en definitiva, que no somos válidos. Esta psicóloga nos recuerda que mientras la culpa o la tristeza puede según qué situaciones hacernos avanzar, "la vergüenza bloquea este avance, ya que conlleva la creencia de que no somos adecuados, por lo que la persona evitará volver a intentarlo".

La vergüenza está directamente relacionada con el miedo a la soledad derivada del juicio social. "Si no estamos a la altura, no gustamos, hacemos el ridículo y se ríen o nos juzgan negativamente, habremos fracasado, es decir, los demás no querrán estar cerca de nosotros, se alejarán y nos quedaremos solos", señala Silvia Congost.

La vergüenza acaba siendo tremendamente dura para nuestras emociones, porque no para de castigarnos, no da tregua a nuestro bienestar emocional. Nos mina nuestra autoestima y quita el foco a lo verdaderamente importante: ¿por qué hemos fracasado? O lo que es más importante, ¿que no consigas algo significa que has fracasado?

diseñadora británica mary quant pensando en 1965
Keystone//Getty Images

Síntomas del miedo al fracaso

Todos estos síntomas desvelan que estamos ante una persona que se preocupa mucho por el miedo al fracaso. ¿Los padeces tú todos? Luego te diremos algún truco para gestionar este terror incapacitante.

Te preocupas demasiado por lo que los demás piensan de ti

Todos nos preocupamos por lo que el resto piense de nosotros, pero no vamos a complacer a todo el mundo. Así que es fundamental creer en nosotros mismos, en nuestras ideas y argumentos, sin que nos incapacite lo que el resto diga o piense. Ed Sheeran, que tuvo que lanzarse su propia música porque nadie valoraba sus composiciones, asegura: "Yo no sé cuál es la clave del éxito, pero la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo". En este sentido, entra la obsesión con nuestra imagen, explica Silvia Congost, síntoma claro del miedo al fracaso, que supone compararnos repetidamente con los demás

Dejar pasar oportunidades

"Una timidez excesiva que te impida acercarte a ciertas personas que te podrían ayudar a crecer o a las que te encantaría conocer. Rechazar un ascenso en la empresa por estar convencido de no estar a la altura (cuando, por supuesto, si te lo plantean es por que sí que lo estás)", apunta Congost.

Te obsesiona decepcionar a aquellos a quienes valoras

Ya no es solo lo que los otros piensen de ti: crees además que les vas a decepcionarles. ¿Te has pensado lo que quieres tú? Ya es hora de superar ese miedo al ridículo y de entender que tu vida no está intrínsecamente ligada a los otros. No te tienen que importar los demás por mucho que les quieras. Toma decisiones aprende de ellas y sigue tu camino.

Te preocupas por si eres suficientemente inteligente

A lo largo de un proceso de cambio, o antes de tomar una decisión importante, es normal que surjan dudas. Pero esto no debe hacerte pensar que no vales para estudiar, empezar a practicar deporte, preparar un regalo manualmente o aquella meta que te has establecido. Lo que no tengas de partida siempre podrás completarlo con formación.

Según explica Alejandra Gabaldón, la hiperexigencia es un claro síntoma de miedo al fracaso porque, para evitarlo, se trata de "tener el máximo de control. Esto se refleja en excesivas dudas ante cualquier tarea, perfeccionismo, exceso de preparación, reaseguración constante…".

Sueles decirle a los demás que no vas a tener éxito

Lo haces quizás para que los demás no depositen tantas expectativas en ti y para que no sean una presión, pero al final te falta motivación y acabas por creer tu propio mantra. Cuando hagas tus planes, sé realista con lo que puedes conseguir para mantener una ligera presión que te haga creer en ti mismo y en lo que está por venir.

mujer preocupada usando un móvil
Jamie Grill//Getty Images

Padeces problemas físicos en el último momento

Uno de los síntomas más claros de que no puedes gestionar tu posible fracaso es la aparición de problemas físicos como dolores de estómago, migrañas, problemas digestivos, taquicardias... derivados de ese pánico y que impiden completar tu necesaria preparación.

Te preocupas demasiado por tu capacidad de perseguir el futuro que quieres

Has diseñado en tu cabeza un futuro perfecto pero ahora dudas que puedas ser capaz de conseguirlo: ¿por qué? ¿No crees que a lo largo del camino tendrás que reajustar tus planes varias veces? Eres perfectamente capaz de lograr cualquier cosa, solo necesitas tenacidad, paciencia y, en ocasiones, un poco de suerte.

Te preocupas por que las personas puedan perder interés en ti

En relación a lo que decíamos en el primer punto, los pasos de tu camino no deben estar vinculados a lo que piense el resto. Habrá momentos en los que seas más popular y tengas más amigos y momentos en las que parezca que 'el mundo te odia', pero eso no te debe hacer perder el foco hacia tu meta.

La psicóloga Silvia Congost apunta a la incapacidad de decir que no, aunque sepamos que eso es lo que hay que hacer. No lo decimos "con amigos que se aprovechan de uno cada vez que se les antoja o también en el trabajo, al permitir que te sobrecarguen con muchas más tareas de las que puedes hacer sin ni siquiera atreverte a quejarte", asegura.

Cuando has fracasado, eres incapaz de reflexionar sobre el por qué

Ha llegado el fracaso (¿quizás como temías?) pero en vez de analizar cuáles han sido las causas que te han llevado hasta allí, te quedas bloqueado en la sensación de que las cosas no han ido como esperabas, que no deberías haberlo intentado, que no vales para esto, etc. Esos pensamientos negativos te están alejando de lo que verdaderamente importa, que es saber dónde has cometido fallos, para enmendarlos la próxima vez. Porque habrá próxima vez.

Procrastinas a tope

Incapaz de tomar decisiones y de estructurar bien tu camino al éxito, sueles postergar las cosas más de la cuenta para quedarte sin tiempo adrede y tener una excusa para no fracasar ni tener éxito, porque ni siquiera has podido tomar la decisión. "La persona que teme el fracaso, evita el intento; a veces de una manera tan repetida que llega un momento en el que esto ni siquiera es precedido por malestar, por lo que la persona (y su entorno) suele caer en etiquetarse como 'vago' aumentando aún más la presión, la sensación de incapacidad y el miedo", asevera Alejandra Gabaldón.

niña pelirroja preocupada con su mano en la cara
Constance Bannister Corp//Getty Images

Y si tengo tanto miedo al fracaso, ¿qué hago?

Lo primero, ser consciente de que a todos nos dolería no tener éxito y que, por lo tanto, es completamente razonable sentir miedo. Razonable, pero no incapacitante. Te puede ayudar comentarlo a alguna persona de confianza, para expresarles en qué punto estás (y, ya de paso, te ayudará a sentir que cuentas con su respaldo y que no le vas a decepcionar). En esos momentos, un poco de empatía te vendrá muy bien y reforzará tu autoestima.

Otro consejo es saber cuáles de los procesos puedes controlar y cuáles no y poner más atención en los que sí. Por ejemplo, si estás preparando una oposición, no puedes controlar la enorme cantidad de gente que se presenta al examen ni las preguntas del mismo, pero sí la preparación con la que te presentas. Si suspendes y lo has dado todo de si, no es para nada un fracaso, sino una toma de contacto con un proceso que te llevará tiempo.

El fracaso duele, y así lo sentirás si llega. Te sentirás herido y fracasado. Pero no debes regodearte en ese sentimiento; tal y como dice el psicólogo sanitario y psicoterapeuta Buenaventura del Charco es mejor apostar por un poco de autocompasión, "ser menos exigentes y más compasivos con nosotros mismos".

El miedo al fracaso nos imposibilita y nos aleja de una realidad, que es la de considerarnos capaces de cualquier cosa. Como concluye Alejandra Gabaldón, "no consiste en negar el fracaso, sino en poder percibirlo como algo que forma parte de la vida. Si no conlleva un juicio a nuestra valía, podemos ver el fracaso de una manera más objetiva, analizar qué factores han contribuido a ese fracaso y qué necesitamos para repararlo o aprender del mismo".

Del Charco propone reconocer la imperfección como parte de la condición humana, "ser más comprensivos ante nuestros fallos y frustraciones y utilizar un tono emocional más afectuoso y alentador en nuestros diálogos internos". Quizás esta sea sea la puerta a ser más libres y entender que es necesario pasar por el fracaso para conseguir el éxito.