«Media vida. Llevo media vida trabajando», recalca Eiza González (Ciudad de México, 1990) durante una parada en Londres, volviendo desde Bangkok. Lo cuenta excitada, porque justo el día anterior a esta entrevista muchos de sus fans le recordaron la fecha etiquetándola en redes: comenzó a actuar con 17 años y acaba de cumplir 34. «Sin embargo, siento como si hubiese empezado hace nada. Aunque tampoco soy una persona que voltee para atrás, siempre estoy enfocada en cómo puedo crecer o mejorar mirando hacia adelante... Pero qué locura, ¿verdad?».

El tiempo es un concepto elástico que, a tenor de su próximo proyecto, parece cobrar un nuevo sentido: este mes Netflix estrena una de sus series estrella del año: El problema de los tres cuerpos, una adaptación de la trilogía de ciencia ficción del escritor chino Liu Cixin llevada a cabo por los creadores de Juego de tronos, David Benioff y D. B. Weiss, junto a Alexander Woo. En ella, Eiza interpreta a una brillante emprendedora que se ve envuelta, junto a sus colegas de estudios, en una trama cuyo punto de partida son unas señales enviadas al espacio en secreto que llegan hasta unos extraterrestres, estos se comunicarán con los humanos a través de una especie de videojuego que los mejores científicos del mundo han de resolver.

El problema de los tres cuerpos

Aunque cualquier sinopsis se queda corta, porque esta superproducción tiene una narrativa repleta de matices de calado mucho más profundo. La actriz confiesa que, cuando el libreto cayó en sus manos, supo que quería participar de inmediato: «Es el único guion que he leído en mi vida que no puedo comparar con nada anterior. Y, además, indaga en tantos temas interesantes: en la historia, en culturas completamente distintas, en la inteligencia artificial, en el futuro... Es diferente a todo», resume. «La ciencia ficción, a priori, tal vez sea un género complicado, pero la manera en que lo hacen Benioff y Weiss es muy innovadora. Es de esas series que, si te distraes unos segundos, ya te perdiste una parte íntegra del argumento», advierte. Y confiesa que, más allá de lo que suceda tras el estreno, siente mucha curiosidad «por la conversación global que va a generar. ¡Es como un enorme universo!».

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Netflix
Eiza González.

Eiza habla apasionadamente. Lanza como una metralleta frases con acento mexicano intercalando expresiones en inglés. Lo hace sin pestañear, especialmente en los últimos años, en los que su carrera ha despegado de forma exponencial. A pesar de haber dado sus primeros pasos como actriz y cantante en México, desde que con 23 aterrizara en Los Ángeles para grabar la serie Abierto hasta el amanecer, de Robert Rodríguez, en una década ha ido convirtiéndose en una de las mujeres latinas más influyentes de Hollywood. Ha compartido elenco con Ansel Elgort en Baby Driver, con Rosamund Pike en I Care A Lot, con Jake Gyllenhaal en Ambulance, plan de huida o con Millie Bobby Brown y Rebecca Hall en Godzilla vs Kong, y pronto estrenará la nueva película de Guy Ritchie, Ministry Of Ungentlemanly Warfare. Ahí es nada.

La integridad moral

Ahora todo apunta a que, con este nuevo trabajo, Eiza se prepare para un triple salto. Su personaje, Agustina Salazar, dice que le ha fascinado por muchos motivos. «Me gusta cuando asumo papeles que representan la identidad de lo que para mí es la cultura latina: tener valores. Además de que rompe estereotipos: Agustina es una mujer increíblemente inteligente y una pionera en una industria, categóricamente hablando, de hombres, y también posee una gran integridad. Tiene una visión ejemplar de lo que la tecnología aporta al mundo y lo positivo que podría ser, y al mismo tiempo una claridad y un compás moral muy fuerte».

He vivido muchas versiones de la popularidad y en cada etapa te vas adaptando

El suyo, incide, parece venir marcado por dos hechos que le han enseñado a avanzar con serenidad ante la hoguera de las vanidades. Uno es el aprendizaje de esa media vida en la profesión y, el otro, su conexión con una realidad marcada por la pérdida de su padre siendo muy niña. «Yo me interesé por esto porque empecé a tomar clases extracurriculares de teatro para distraerme tras su muerte. Mi madre quería que estuviera mentalmente ocupada. Ahí fue cuando me enamoré de la actuación. He crecido ante el ojo público, porque comencé muy chica: fui una child star, luego cantante en la adolescencia y pop star, y finalmente una actriz adulta. Así que he vivido muchas versiones de la popularidad y en cada etapa te vas adaptando. Unas cosas pierden importancia y otras la cobran. Pero, por encima de todo, tengo la suerte de tener una familia increíble que me ayuda a estar muy enfocada», explica la hija de la exmodelo mexicana Glenda Reyna, su mayor apoyo. «Mi núcleo, también son mis amistades, los que yo llamo mis top ones: gente que me mantiene ubicada. Y, en realidad, he tenido la suerte de poder tener una carrera y a la vez vivir una vida bastante en paz», sostiene.

Sin embargo, reconoce lo mucho que le atrae la aventura: «En mi círculo social íntimo soy familiar y amiguera, pero a la vez me considero muy extrovertida: me encanta conocer gente por la calle y escuchar, descubrir culturas nuevas, aprender y experimentar», cuenta mientras recuerda que una de las últimas cosas que ha aprendido ha sido el arte marcial muay thai durante su estancia en Tailandia.

El universo y la causa-efecto

Esa exploración constante de su oficio y la profundidad que espera de sus personajes lleva a Eiza a hacer otras reflexiones que planean sobre El problema de los tres cuerpos, como el clásico miedo a las invasiones alienígenas. «A mí las cosas de otros planetas me causan más curiosidad que miedo», aclara. «Pero lo que nos suele llamar la atención es esa incertidumbre que arroja nuestra existencia, las posibilidades de la vida o qué puede haber después de fallecer. Y confieso que, a mí, lo que más miedo me ha dado siempre ha sido la muerte. Por lo demás, todo lo relacionado con la posibilidad de otros mundos o el futuro me parece algo absolutamente interesante».

Echando la vista atrás también rememora que, al principio, jamás imaginó lo que el tiempo le depararía: «Cuando eres niña no lo piensas, hay inocencia. Yo ya quería ser actriz con 12 años, pero a esa edad tus preocupaciones son otras, como tus calificaciones, y no hubo nada planificado. Lo que sí sé ahora es que la interpretación es como un juego constante, eterno, y como siempre me han gustado los retos, cuando me llega algo así, pienso: “Vamos para adelante”. Y me adapto».

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Netflix
Eiza González.

Hoy, en línea con esa suerte de desafíos y de las conexiones y su causa-efecto, extrapola esa idea al terreno diario: «En los rodajes, y en este en particular, todo funciona como un gran tablero de ajedrez. Hay muchas piezas y cada movimiento involucra a otra y tiene un efecto en otro lado. Es un poco de lo que habla la historia también, que todos estamos conectados dentro de esta galaxia. Y en el set fue muy fructífero y positivo, porque te vuelves un poco menos egoísta y piensas más en cómo ayudar al otro para que brille. Fue bueno entrar en esa mentalidad y ser consciente de que somos una pequeñísima parte de este universo, pero que, aun siendo así, todo lo que hacemos tiene un impacto».

En la vida diaria, lo lleva también a rajatabla. E incide en la educación recibida más allá de los dones, como la belleza que le ha otorgado la genética: «Mi mamá siempre me ha inculcado esos valores y le doy mucha importancia a cómo puedo hacer sentir bien a las personas, ya sea en el trabajo o en la vida, tratar a la gente de la mejor manera. Y, lo demás, bueno, es un regalo estar sano. Pero si soy linda o no, es un bonus que un día se acaba. Es más crucial sentirse bien cuando te vas a dormir al terminar la jornada. O, como decimos en inglés, cuidar the print you put forward: la huella que dejas.