El sol anaranjado se cuela entre las siluetas, el silencio aún reina las calles madrileñas y un suave aroma a pan recién horneado flota en el aire, guiando a los más madrugadores hacia este pequeño rincón cerca del estadio Santiago Bernabéu. Acaba de abrir allí La Crujiente, una icónica panadería de Santander que inaugura sede en Madrid para traer a la capital su aclamado pan y repostería.

En 2012, La Crujiente abría sus puertas por primera vez en Santander, bajo la mirada de su propietario y fundador, Jaime de Diego. Una apuesta por el mejor producto y la calidad que le ha llevado a ser reconocido con el galardón La Miga de Oro de Cantabria 2020/21.

Gracias al amor por la cocina que lleva inscrito en el ADN, y a su dedicación, 11 años después se expande hacia la capital para instalarse en el corazón de la ciudad para goce y disfrute de todos los amantes del pan artesanal. Cada hogaza y barra de pan se elabora artesanalmente en su obrador, rescatando la esencia de la panadería de antaño.

pan artesanal de la panaderia la crujiente en madrid
Sonia Pueche

Más que una panadería

La Crujiente no es solo una tienda de pan (pan, del de verdad). Es un remanso de paz en mitad del barullo madrileño; es un abrazo reconfortante, es el aroma de las cosas hechas con amor, paciencia, cuidado. Es un compromiso con el cliente y con la gastronomía de calidad. Todo con forma de barra de pan o de hogaza, o de dulces que nos llevan de viaje al pasado.

pan artesanal de la panaderia la crujiente en madrid
Sonia Pueche
tarta de queso de la crujiente en madrid
Paula Gullón

El nombre es tan solo un preludio de lo que te espera dentro: hogazas de trigo y espelta con 48 horas de fermentación, barras de pan de diversos tipos, croissants, tartas, bollos suizos e incluso roscones de reyes (¿cuándo es demasiado pronto para empezar a comerlos?).

plano detalle de una persona moldeando el pan de la crujiente
Sonia Pueche
barra interior de la crujiente madrid
Sonia Pueche

Y es que, si bien su producto estrella es el pan en todas sus formas, la repostería no se queda muy atrás. Desde tartas hasta sus icónicos Jaimitos (pequeños croissants de distintos sabores), 'La Crujiente' recupera los sabores de su tierra natal con productos cántabros como los sobaos y las quesadas, a la vez que se adapta a su nuevo hogar, compartiendo parte de la repostería tradicional de la capital, como las torrijas y los buñuelos.

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Una fusión entre el comercio "de siempre" y las técnicas más vanguardistas, que tiene como resultado un refugio gourmet en pleno centro de Madrid. Un paraíso culinario en el que el más goloso es también el más feliz.

Enmarcada por unos luminosos ventanales que invitan a descubrir la magia que se hornea en el interior, La Crujiente cuenta con 260m2 de pura artesanía. Además del obrador, delimitado por la pastelería y otra zona de cocción, el nuevo local madrileño cuenta con un espacio destinado a la fermentación en frío y de amasado. Para los clientes, el rincón más especial: una acogedora zona de degustación para probar la delicia in situ acompañada de un café de proximidad.

La Crujiente se convierte así en un recordatorio diario de la importancia de parar en mitad del día, saborear el presente con calma y abandonar los sentidos a aquello que nos hace feliz. Comer, por ejemplo.