¿Se puede odiar a los hombres o está prohibido? Cuando Pauline Harmange publicó en Francia su ensayo 'Moi les hommes, je les déteste' (Monstrograph, 2020), se desató un vendaval en su país. ¿Cómo que odiar los hombres? ¿Pero qué es eso de que las mujeres deben/pueden/se podrían plantear hacerlo?

A un asesor del Ministerio de Igualdad galo no le gustó el contenido del libro de esta escritora y activista feminista de 26 años así que censuró algunas partes. ¿El resultado? El esperado: las ventas se dispararon, los derechos franceses fueron adquiridos por otra Éditions du Seuil para que se publicara íntegramente e internacionalmente por muchas editoriales.

En España, es el caso de Paidós, que acaba de publicar este ensayo de 124 páginas traducido como 'Hombres, los odio' y escrito con mucho más humor que el que se vislumbra desde el título. Hemos podido conversar con Harmange sobre todo lo que nos ha inquietado tras su lectura: educación, culpabilidad, revolución feminista y, cómo no, odio a los hombres.

¿Qué opinas de los que dicen: ni machismo, ni feminismo; igualdad? ¿Es una idea falaz?

Totalmente. El machismo es violencia. El feminismo es una lucha. No se puede alcanzar la igualdad (aunque a saber cuál) sin llevar a cabo esta lucha, precisamente, contra el sexismo.

¿El daño a las mujeres es exclusivo de los hombres heterosexuales?

En ningún momento digo en mi libro que solo hablo de hombres heterosexuales. Hablo de ellos en particular porque son los que tienen mayor impacto en la vida de las mujeres, pero no excluyo a los hombres gais. La comunidad LGBT suele ser feminista y viceversa, ya que nuestras luchas confluyen. Sin embargo, ser un hombre gay no hace que te cures automáticamente de la misoginia.

¿Cuál es el papel de la educación en la lucha contra el machismo?

La educación de los niños es responsabilidad de varias instituciones (familiar, escolar…) y, evidentemente, la escuela forma parte de ella. Observamos hoy en día que la escuela es considerada, por lo menos en Francia, como una especie de 'burbuja' social, completamente exenta de sesgos sexistas, racistas, homófobos… y los profesores no tienen en absoluto formación suficiente a este respecto. Abordar el sexismo, el racismo o la homofobia en una sociedad que sigue ejerciendo todavía estas opresiones no es algo innato: hace falta un primer tiempo en el cual podremos deconstruir nuestros propios sesgos y, después, aprender a comunicar con el público implicado de manera apropiada.

Hoy en día, y seguimos en Francia, le toca al docente como individuo realizar todo este trabajo de deconstrucción y de pedagogía. Sin embargo, debería ser un proyecto institucional, una voluntad gubernamental, el hecho de trasmitir correctamente los valores de apertura y de aceptación (y también de lucha contra los diferentes tipos de discriminación). También es el deber de todas las instituciones hacer una revisión completa de la forma de educar a los niños en las emociones, lo que permitiría que los niños pequeños varones tuvieran acceso a una gama de emociones más amplia y que desarrollaran mayor empatía, y lo que podrá ciertamente contribuir a solucionar este problema de violencia, egoísmo y cobardía.

¿Qué rasgos debería tener un hombre feminista?

No me apetece calificar a los hombres de feministas porque, para mí, esa palabra debería reservarse a aquellas personas afectadas por esta lucha, a las que la han creado y la siguen soportando todos los días. Los hombres han puesto, en demasiadas ocasiones, trabas al feminismo como para merecer ahora declararse como tal.

Si sientes misandria hacia tu pareja, ¿cómo se sostiene que también puedas amarle?

Es totalmente posible amar a una persona y odiar la parte de él que es un hombre, es decir, la que vive según los códigos de la masculinidad, la que aprovecha su estatus de hombre. Esto solo puede ocurrir cuando se está en una posición dominante, incluso cuando se tiene toda la buena voluntad del mundo. Ello no impide construir una relación que nos haga sentir realizados, siempre y cuando el hombre en cuestión sea consciente de ello y esté dispuesto a trabajar en este sentido.

pauline harmange autora de 'hombres, os odio' paidós ellees
Bénédicte Roscot

Si odiamos a los hombres, ¿no acabaremos siendo violentas como ellos?

La cólera no es, automáticamente, sinónimo de violencia. En esta cólera femenina contra los hombres, que lleva a pensar que los odiamos, no hay, en mi opinión, ninguna voluntad de violencia. Son dos cosas distintas que hay que diferenciar.

¿Qué sentiste al saber que tu texto había sido censurado?

Me sorprendió mucho. Un funcionario que gestiona expedientes de violaciones y de agresiones sexuales debería estar demasiado ocupado haciendo bien su trabajo como para tener tiempo de proferir tales amenazas. Ni había leído el libro ni tenía intención de hacerlo: es la prueba flagrante de una cierta pereza intelectual que denuncio.

¿Qué le dirías a todas esas personas que, para no reconocer que existe la violencia machista, dicen que también hay mujeres que pegan a sus parejas varones?

Hay que mirar las cifras. Son claras y abrumadoras. La inmensa mayoría de las personas que ejercen la violencia hacia sus parejas son hombres que lo hacen hacia sus mujeres. En más de dos tercios de los casos en Francia, cuando una mujer mata a su pareja, también era víctima de violencia doméstica (no excuso que se cometa este hecho diciendo esto, pero hay que reconocer que no son en absoluto comparaciones pertinentes).

Reconocer que la violencia doméstica es ejercida por hombres hacia mujeres recoloca esta violencia en un contexto social y cultural. Naturalmente, hay excepciones, y hay que tratarlas debidamente. No obstante, podríamos plantearnos el porqué de esta tendencia de señalar con el dedo a la violencia doméstica contra los hombres con el único objetivo de desviar la mirada de un problema gravísimo que deja más de 130 muertas al año en Francia.

Si se implementara entre las mujeres la misandria, ¿no llevaría a que los niños varones también se sintieran odiados?

Establezco una diferencia muy clara entre los niños y los hombres adultos, que son responsables de sus acciones y su evolución en el mundo. Me atrevo a afirmar que también es el caso de otras mujeres misándricas como yo. No se trata de inculcar un sentimiento de autoodio, pero, en cambio, no me parece problemático explicarle a los niños pequeños de hoy en día cómo la virilidad y los comportamientos de muchos hombres adultos son problemáticos.

pauline harmange autora de 'hombres, os odio' paidós ellees
Bénédicte Roscot
"Los hombres han puesto tantas trabas al feminismo que ahora no merecen declararse feministas"

¿Qué opinas de los hombres que no se sienten machistas porque “ayudan en casa”, “llevan el niño al cole”, “pasan la fregona”…?

Que son cobardes, perezosos y egoístas.

En tu libro aseguras que la misandria puede asustar a los hombres, por lo que estos “tendrán que empezar a ganarse la relación”. Más que susto, ¿no les provoca ira?

No soy psicóloga, por lo que evitaré hacer un análisis barato, pero estoy convencida de que los hombres empiezan a tener miedo. Miedo de perder sus privilegios, ya sean sociales, económicos o políticos, o incluso directamente íntimos en lo que se refiere a las mujeres. Sin embargo, puesto que nunca han aprendido a tener miedo y a gestionar esta emoción como es debido, lo acaban expresando todo por medio de la ira, y en el marco de su socialización de género, por medio de la violencia. De ahí la violencia extrema presente en las reacciones negativas que reciben las feministas en estos momentos.

¿No se puede iniciar la revolución desde otro sitio que no sea la ira?

Hace siglos que esperamos el punto de partida correcto para la revolución. Quizá en lugar de dialogar sobre lo que sería un buen punto de partida, habría que hacer la revolución con la ira y el odio que sentimos ahora mismo, en este momento, y dejar de aceptar el compromiso. La revolución, por esencia, no puede ser un proceso suave que agrade a todo el mundo.

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¿Te ha sorprendido alguna vez gratamente un hombre o siempre reaccionan igual de mal que esperabas?

No le veo el sentido a establecer particularidades, a hablar de excepciones que puedan confirmar la regla, salvo para tranquilizar un potencial lector masculino que podría sentirse identificado con esta anécdota y pensar: "Ah, menos mal, ¡no formo parte del problema!". Mi objetivo es decir precisamente que todos los hombres forman parte del problema en un momento dado.

Hablas de darse un respiro en cuanto a vestirse bien, ir guapas, etc por los hombres pero… ¿y si lo hacemos para quedar por encima o igual de otras mujeres?

Cuando digo que a las mujeres se las alienta a vestirse bien o a maquillarse "por la mirada de los hombres", no es algo exclusivamente de los hombres, sino que se hace en el marco de una sociedad que se ha construido alrededor de la mirada masculina. Eso es lo que hay que deconstruir: esta mirada masculina que ocupa todo el espacio y que nos impide comprender lo que queremos realmente, por nosotras mismas. Nos puede gustar mucho maquillarnos para nosotras mismas, y eso es genial, pero no podemos negar que la apariencia de las mujeres sigue estando condicionada por los estándares heteronormativos dictados por la mirada masculina.