Una cabeza diminuta, unos brazos de avatar y un 45 de pie. Los veo en la piscina. Ellos a mí no, claro. Miran el móvil, con esas extremidades desproporcionadas, como si todo les creciera a ritmos distintos. Tienen cara de sorpresa, de no entender del todo el juego, pero obedecen, se bañan despacio en silencio y en dos veranos son adultos. Quizás un corte de pelo muy feo. Poco más. No hay mucho drama en algunos. Admiro esas adolescencias suaves, casi plácidas. La mía fue más del tipo: de quién es este cuerpo, por qué no puedo parar de llorar y odio a todo el mundo. «Claro que la adolescencia es eso: un tumor propio creciendo en la carne extraña y un absurdo plan en la cabeza».

Tusquets Editores S.A. La memoria del alambre (Andanzas)

La memoria del alambre (Andanzas)

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De alguna manera, entiendo a la protagonista sin nombre de La memoria del Alambre, de Bárbara Blasco, a pesar de que su historia es un agujero negro que suma a los caminos abruptos de esa edad el abuso, la culpa y el duelo. La novela comienza cuando la madre de su amiga Clara le escribe un mail para saber qué llevaba su hija en los bolsillos el día que murió. La protagonista es cantante de verbenas y la acompañamos a través de esos pueblos minúsculos en su viaje al pasado, al momento en el que todo se torció para ella. «Alguien me explicó una vez que el alambre posee memoria, que una vez que se ha doblado, por más que trates de enderezarlo, por más que intentes devolverlo a su posición original, siempre tenderá a combarse, a adoptar la maleada forma. La adolescencia es como ese momento en que se tuerce el alambre».

Y en ese viaje conocemos los excesos de las dos amigas a los 14 años, la ruta del Bakalao, las drogas, el sexo, los pequeños robos y el mundo de los adultos al que ellas parecen jugar sin riesgo, a ratos, todavía cerca de la niña que fueron. «Pedimos dos helados gigantes con bolas de distintos sabores y nata montada y una bengalita como colofón, el símbolo universal de las niñas mimadas. Nos los dejamos a la mitad». Yo tampoco me acabé el único que me compraron en toda mi vida.