«Estoy de los nervios. A mi hija no le gusta leer, prefiere los números a las letras. Ha salido a mi padre, con mente matemática –dice Chimamanda Ngozi Adichie (Enugu, Nigeria, 1977). Bueno, rectifico, le gusta que le lean. Así que estoy intentando que se aficione. Yo a su edad, ella tiene siete, ya escribía libros. Y, como la madre loca que soy, quiero que haga lo mismo». Y suelta una sonora carcajada. La escritora cree en el poder de las historias para hablar de la africanidad, la inmigración, la negación de un pensamiento único y el hecho de experimentar todo eso siendo mujer. Sus libros tienen un afán de detallar los contextos culturales que modifican, azotan y despiertan a sus protagonistas. Desde las novelas Medio sol amarillo hasta Americanah pasando por sus ensayos como Todos deberíamos ser feministas o Sobre el duelo (Literatura Random House). «No recuerdo ningún momento en el que no quisiera contar historias. Aunque tampoco recuerdo una época en la que no le dijera a la gente lo que pienso sobre el mundo. Siempre he sido así. En el instituto ya discutía con mis profesores sobre lo que consideraba injusto». Hoy vive en Estados Unidos, mantiene su pasaporte nigeriano, adonde viaja con frecuencia (es su centro de gravedad), y despliega un gran sentido del humor y una tozuda conciencia social y política. Su voz es fuerte, pausada y alegre, y ahora mismo está inmersa en un retiro de escritores en Washington.

la escritora chimamanda ngozi adichie cree en el poder de las palabras y las utiliza para abordar la africanidad, la inmigración, la política y cómo experimentar todo eso siendo mujer su próximo relato, un libro infantil inspirado en su hija
Helena Wolfenson

¿Cómo va el taller?

No preguntes.

Empezamos bien la entrevista.

La última cosa de la que quiero hablar es del proceso creativo, es la parte más importante de mi vida. Y la más difícil. La ficción te brinda una alegría tan exquisita, tan rara. Es la razón por la que quiero seguir escribiendo hasta que me muera. Y escribir bien, lleva tiempo.

¿Qué significa para ti después de tantos años?

Sigo amándolo con la misma intensidad y me produce la misma felicidad. Para ser un buen escritor, hay que ser un buen lector. Y si soy honesta, no sé si querría vivir si no pudiera leer. Lo que te cambia es el éxito, hace que ya no puedas manejar buena parte de tu tiempo, a menos que hagas un esfuerzo muy consciente para cuidarlo. Y luego, cuando alcanzas un estatus, la gente empieza a mentirte.

¿Cómo te rebelas en estos tiempos de caos?

Esta mañana leí un artículo sobre la crisis de salud mental en Estados Unidos. Hay tantos problemas emocionales como personas, que nos encontramos en una gran encrucijada. Y hace que me pregunte: ¿por qué tenemos tanta ansiedad? Hemos avanzando en medicina, en tecnología, sin embargo, no sé si hemos avanzando en alegría.

Me gustaría decirte que sí.

Esta cultura del consumismo, unas vidas cada vez más aceleradas... no ayudan a ello. En especial, las redes sociales. ¿Cómo es posible que se pueda cuantificar la aceptación social por un like? Centras tu vida en algo que es irreal, a través de una pantalla estúpida. Estamos ante un verdadero problema que mina la autoestima, controla la imagen... Veo a mis sobrinas y me descubro como una tía cascarrabias.

«¿Cómo se pueda cuantificar la aceptación social por un like? Centras tu vida en algo que es irreal»

¿Dirías que el espíritu crítico goza de buena salud?

Sí. De verdad creo que no podríamos estar haciéndolo mejor. Sin embargo, también veo que no estamos dando el cien por cien. ¿Por qué los buenos mantienen una actitud contemplativa? ¿Por qué no elevan su voz ante los que quieren hacer daño? ¿Por qué ellos gritan más? Tal vez es el momento de que la gente buena deje de ser tan educada.

Vivimos en una época en la que se vigila el lenguaje, no hay afán por entender al otro, en Estados Unidos impera la censura de libros... ¿Te preocupa?

Claro. ¿Quién no me dice que mañana cancelen Americanah en los colegios? Al tiempo que me preocupa la situación, también creo que la gente puede oponerse. Siempre va a haber locos en el mundo, la cuestión es cómo respondemos nosotros. Si yo estuviera al frente de una junta escolar, me resistiría a que esos libros saliesen de la biblioteca. Estados Unidos es maravilloso en muchos aspectos, pero es un país polarizado y politizado hasta la médula. No puede haber jóvenes que vivan con miedo, en un mundo de meras apariencias, aterrorizados ente la posibilidad de que su tribu se vuelva contra ellos por estar en desacuerdo con algo.

¿Qué estamos perdiendo, y que hemos perdido ya, en esta crisis de autocensura?

Hemos perdido la creatividad, las ideas, las historias; oportunidades de aprender y de crecer como personas. Si no somos capaces de decirnos la verdad, la literatura está acabada. Las discusiones han dejado de ser un intercambio de ideas, no hay ningún afán por comprender al otro y ya no se puede debatir, ni de cometer errores involuntarios. Vivimos tras una cortina de hierro que hemos fabricado nosotros mismos a base de reglas y silencios, y la única forma de crear el mundo que queremos es empezar por el mundo tal y como es.

la escritora chimamanda ngozi adichie cree en el poder de las palabras y las utiliza para abordar la africanidad, la inmigración, la política y cómo experimentar todo eso siendo mujer su próximo relato, un libro infantil inspirado en su hija
Helena Wolfenson / Editora Globo SA.

¿Sigues creyendo en la política?

Por supuesto que sí. Aunque la democracia no es perfecta, es el mejor sistema que tenemos. Y todavía podemos hacer verdaderos cambios con buenos líderes al frente.

¿Para ti qué debe tener un buen líder?

Primero, que piense. Sé que estoy pidiendo mucho. Después, una voluntad fuerte y flexible. En breve son las elecciones nigerianas y apoyo a Peter Obi: un hombre diferente a cualquier otro político, que piensa y sabe decir «no lo sé» y «lo siento». Y eso es raro en el poder. Ya sólo con eso, llegará lejos.

Hace tiempo dijiste que contarías a tu hija lo que significa ser negra. ¿Ese momento ha llegado?

No. Todavía no. Quiero protegerla de todo, y sé que no puedo. También quiero que crezca en un lugar donde la raza, tal como la encontré yo al llegar a Estados Unidos, no existe.

¿Cuál es tu mayor temor sobre su futuro?

Que se enamore de un hombre horrible (y se ríe). Bueno, ese no es el mayor miedo. Lo que sí me preocupa son los mensajes que las niñas reciben de la sociedad. Me esfuerzo por enseñarle que ella sola es suficiente, que no necesita a un hombre que la complete.

¿De qué forma ella es una inspiración para ti?

De todas las maneras posibles. Es inteligente, ingeniosa y segura de sí misma. Y, como prefiere los números a la lectura, en unos meses publicaré mi primer libro para niños: Mama’s Sleeping Scarf. Retrata un día de su vida en Lagos, cuando tenía tres años, a través de sus ojos. El título se refiere al pañuelo que me ato en la cabeza cuando duermo. Ella solía cogerlo y jugaba con él. Nos hemos preocupado por que sepa quién es y de dónde viene.

«Las discusiones ya no son un intercambio de ideas, no hay ningún afán por comprender al otro»

¿Ser feminista te hace ser más consciente de los detalles?

Yo amo mi cultura, es una forma de sentirme arraigada. Me comprometí a cambiar las cosas y está pasando. En diciembre fui la primera mujer nombrada jefa de mi ciudad natal. Dije sí porque quería abrir las puertas a otras mujeres. El feminismo es un aprendizaje, un viaje constante, pensar en cómo hemos sido socializados y cuál es tu lugar aquí.

¿Llegará el día en que no se hable de feminismo?

Ojalá dentro de 15 años esa palabra sea innecesaria. Mientras tanto, no estoy dispuesta a renunciar a un sustantivo que define una lucha que está lejos de haber llegado a su fin.

En Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, das importancia a la educación de los niños varones. ¿Por qué?

Tenemos que redefinir la masculinidad y decidir las cualidades por las que elogiamos a los hombres. Les decimos lo que no deben hacer, pero en realidad no les decimos qué deben hacer. En su momento, me hubiese gustado tener un chico. En todas las culturas los alabamos por ser fuertes, por ejercer de protectores. Incluso las mujeres más progresistas lo hacen con sus propios hijos. Pero todos somos vulnerables porque somos humanos. Como sociedad no hemos intentado educar a los chicos de otra forma. No los educamos para que sean maduros emocionalmente. No tienen un referente en el que fijarse. Luego se convierten en hombres que pueden hacer cosas realmente tontas o terribles y no cuestionamos el porqué. Si bien las mujeres y niñas son sistemáticamente oprimidas, compartimos el mundo con ellos. La igualdad sólo se consigue despertando sus conciencias y evitando la masculinidad tóxica entre ellos, un problema de primer orden que los tiene enjaulados.

Has dicho que te hubiese gustado tener un hijo. ¿Por qué?

No me entiendas mal, por favor. Amo, adoro, a mi hija. Si hubiera sido un varón, hubiese puesto en práctica todo lo que te he dicho con anterioridad para convertirlo a él en un referente.

¿Quién sería un modelo de hombre feminista?

Mi marido y Barack Obama. Me gusta cómo habla de su mujer, no sólo queriéndola, también reconociendo en público todo a lo que ella renunció por él.

«Como sociedad no hemos intentado educar a los chicos para que sean maduros emocionalmente»

¿Recuerdas en qué momento te ‘adheriste’ al feminismo?

Me gusta decir que yo era feminista antes de saber que existía esa palabra, porque ya de niña me preocupaba lo que eran evidentes prácticas injustas basadas en el género y no en los logros. En mi pueblo a las mujeres se les negaban muchas cosas que tienen un prestigio cultural: ¿por qué no podían romper el kola nut (un tipo de semilla)? ¿Por qué las mujeres no podían ser igwe (reyes) de la aldea? ¿Por qué una viuda se afeitaba la cabeza y se echaba las cenizas para guardar luto y un viudo no hacía lo mismo? Como mi educación fue relativamente progresista, sabía que existían otras alternativas. Mis padres trabajaban en la universidad y tenían una amistad sólida y solidaria entre ellos. Siempre comían juntos, el que llegaba primero a casa, esperaba al otro, y esto, a día de hoy, me sigue impresionando. Creo que ser escritora también significa que una ve más capas del mundo: que está más alerta ante las injusticias y es más sensible a los matices. Siempre estaba observando y dándome cuenta, observando y absorbiendo. Supe muy pronto que se juzgaba duramente a las mujeres por cosas que se perdonaban a los hombres. Decimos que una mujer es arrogante, pero un hombre que se comporta de la misma forma es autoritario o confiado; decimos que una mujer es problemática, pero si un hombre actúa igual, es un líder fuerte. Siempre me ha ofendido la idea de que se considere a una mujer de grandes logros como ‘se ha vuelto como un hombre’.

la escritora chimamanda ngozi adichie cree en el poder de las palabras y las utiliza para abordar la africanidad, la inmigración, la política y cómo experimentar todo eso siendo mujer su próximo relato, un libro infantil inspirado en su hija
Helena Wolfenson / Editora Globo SA

¿Qué te inspira entonces?

Me inspiran las historias de mi bisabuela en Abba. Era conocida por ser honesta, franca y testaruda, porque desafiaba las ideas estrechas de su sociedad y se negaba a que le quitaran la propiedad por la que había trabajado duro. Crió a su hijo cuando su marido murió joven y siempre dijo lo que pensaba. Mi padre dice que su espíritu está en mí y eso me reconforta. Así que mi visión del feminismo es una que lo hace muy accesible a todo el mundo: quiero juntarme con gente joven que no ha leído los libros de la primera y la segunda ola, y poder hablar de nuestras experiencias, de cómo el feminismo es importante en sus vidas. Crecí rodeada de mujeres valientes y he visto a algunas muy fuertes que, frente a los hombres, cambian.

Hace dos años tuviste el valor de admitir tu vulnerabilidad ante la pérdida de tu padre con Sobre el duelo [al poco también falleció su madre]. ¿Cómo se reconstruye un corazón roto dos veces seguidas?

No se puede. Si has tenido la suerte de amar, y de ser amado, y pierdes a esa persona, tu vida cambia. Te conviertes en otro. Justo esta mañana pensaba en mis padres. Algunos días agradezco haber sido amada con tanta fuerza e intensidad, y otros estoy devastada. Me siento como si me hubiesen engañado. ¿Cómo es posible que el universo se los llevase con tan poca diferencia?

«Hemos avanzando en medicina, en tecnología, sin embargo, no sé si hemos avanzando en alegría»

¿Qué descubriste esos días?

Que entre tanta tristeza, dolor y desesperación, puedes reír.

¿Qué te empujó a compartir algo así con el mundo?

Cuando me pasa algo, escribo sobre ello. Esta vez me sentía muy perdida por lo que estaba sintiendo. Me dije a mí misma que no podía censurarme. Con la ficción soy más libre, pero con los ensayos, si son autobiográficos, me autocensuro. Cuando el dolor te desborda, te das cuenta de que no tienes tiempo para tonterías. Mi padre, a su manera, silenciosa y discreta, me dio espacio para ser. Me hizo sentir que no tenía que disculparme por ser quien era, ni encogerme ante nadie. Con su muerte me convertí en alguien más valiente. Y esa nueva persona no estaba dispuesta a ocultar nada.

¿Escribir de él es una forma de mantenerlo presente?

De recordarlo y compartirlo. Me enorgullezco cuando me dicen: «Ojalá mi hija hablase de mí como tú hablas de él».

Tu hermano te mostró la imagen del cuerpo de tu padre sin vida a través de la pantalla del teléfono. ¿Habrías preferido estar allí, en Nigeria, en persona?

No estoy segura. Lo que más lamento es que no pudimos despedirnos. Eso, ha hecho que todo sea más difícil.

«Cuando el dolor te desborda, te das cuenta de que no tienes tiempo para tonterías»

¿Harás un homenaje similar a tu madre?

Sobre esta pérdida todavía no me he visto con fuerzas suficientes como para escribir. En parte, me siento culpable, porque creo que la estoy dejando desaparecer. Me resulta insoportable aceptar que también se ha ido.

¿Has descubierto alguna nueva voz?

Ahora estoy leyendo a Mary Gordon, su novela Payback. Ella no es nueva, todavía no sé cómo no la había leído antes. Esto es lo que debería ser la literatura. Cuando alguien me gusta, me obsesiono y leo todo del tirón. Me gusta la ficción contemporánea.

¿Hay algo que compita con tu pasión por crear historias?

No. Nada. Yo soy una contadora de historias. Mi verdadera vocación es la literatura. Me interesa la textura de la vida.

¿Estamos hechos de ellas?

Sí. Mi vida es una colección de historias. ¿Qué somos sin las que contamos y escuchamos? Por eso pienso que los políticos deberían tomar clases de narrativa. Llegarían a la gente. Volverían a ser humanos.