Cosas que antes eran tan normales y tan “seguras” como ir a visitar a los abuelos, comer con tus amigas en un restaurante, ir a tu clase de spinning o llevar a tus niños al cine, ahora se han convertido en potencialmente peligrosas. ¿Cómo encajarlo para no obsesionarte con la seguridad?

Veamos primero la diferencia que hay entre sentirnos seguros y estar realmente a salvo. Y esto tiene mucho que ver con saber cuáles son las nuevas amenazas a las que ahora nos enfrentamos y qué posibilidades reales tenemos de evitarlas para no vivir permanentemente con miedo en el cuerpo.

Hablamos sobre todas estas cuestiones con dos psicólogos.

¿Segura o a salvo?

¿Cuál es la diferencia entre sentirse seguro y estar realmente a salvo? ¿De qué depende la sensación de seguridad en los seres humanos? Como dice la psicóloga Laura Portaencasa Crespo, de Mundopsicologos.com, “nunca vamos a estar realmente a salvo de nada, esa percepción de no seguridad es ‘la alarma’ que se enciende en nuestro cerebro y nos ha mantenido con vida hasta llegar el día de hoy”.

Como explica esta experta, esa sensación de no sentirse seguro puede ser utilizada para prevenir, tomar las medidas que sean necesarias y controlar, dentro de nuestras posibilidades, el entorno para poder protegerse. Pero, como apunta Portaencasa, por mucho que queramos, no vamos a poder controlarlo todo, “debemos aprender a confiar y a sentirnos seguros y a salvo aunque haya cosas que se escapen a nuestro control”. “Aprender a lidiar con la incertidumbre tiene que ver con sentirse a salvo porque tú ya has intervenido en todo lo que está en tu campo de actuación e influencia; el resto de los aspectos que se escapan a nuestro control han de ser simplemente aceptados”, añade.

cómo ha cambiado el concepto de seguridad
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“Sentirse seguro hace referencia a una percepción, a una vivencia, que puede ajustarse o no con la realidad, es decir, que podemos sentirnos seguros en una situación independientemente de si estamos a salvo o no, como cuando un niño se siente seguro al lado de su padre en un hospital, si bien éste no puede hacer mucho porque su hija esté a salvo”, dice Buenaventura del Charco Olea, psicólogo sanitario y psicoterapeuta, y profesor invitado de la Universidad de Granada.

Como continúa Del Charco, “la sensación de seguridad depende sobre todo de tener una sensación de control con aquello que pasa, ya sea a un nivel intelectual (entendiendo lo que pasa y cómo funciona, por ejemplo) o de acciones en torno al tema (protocolos de higiene y desinfección, uso de mascarillas...) o también de poder producir cambios en el entorno y variables que influyen en el mismo”. Según este experto, entender las cosas es especialmente importante, “de ahí que las noticias sensacionalistas, las informaciones sesgadas y hasta contradictorias de los gobiernos estén o hayan hecho tanto daño a la población, pues aumenta su sensación de incertidumbre y descontrol”.

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La seguridad desde la pandemia

De lo que no hay duda es de que la pandemia mundial ha puesto del revés nuestra “antigua y conocida” sensación de seguridad, tanto física como la mental y hasta emocional. “Evidentemente el riesgo de la pandemia es real, el Covid-19, a pesar de su baja tasa de mortalidad, es una amenaza a la salud pública por su alta tasa de contagio”, dice Del Charco.

Como explica este experto, esto provoca riesgos en la salud a diferentes niveles. “En primer lugar, el propio riesgo del coronavirus, pero a ello hemos de sumar dos riesgos menos evidentes: el colapso del sistema sanitario, que al destinar recursos y atención frente al virus está teniendo que dejar en un segundo plano e incluso desatender otras problemáticas (estoy convencido de que las tasas de patologías y mortalidad seguirán siendo más altas varios años después por los cánceres que no se están detectando, tratamientos que se están implementado a medias y otras medidas fruto de este colapso)”, dice

En segundo lugar, este psicólogo hablar del efecto social y psicológico del virus, “que tienen un fuerte impacto en la salud (y no sólo la mental), pues sabemos que las situaciones de crisis económica provocan aumentos en los suicidios, las tasas de enfermedad mental y la frustración de proyectos vitales como tener hijos, independizarse o la jubilación”. “El confinamiento, la sensación de riesgo y otros problemas asociados también han tenido un efecto pernicioso en la salud mental de la población y en especial de determinados colectivos como los ancianos, otra población de riesgo o los sanitarios”, añade.

“La pandemia ha puesto en jaque parte de nuestra seguridad física, sobre todo para las personas de riesgo”, dice Portaencasa. “Sin embargo, no debemos de olvidar que el Covid-19 tiene una tasa de mortalidad relativamente baja y que existen muchas medidas para prevenir su contagio y para paliar los síntomas en caso de padecerlo. La pandemia es una adversidad y, como tal, existen muchas actitudes para afrontar las dificultades”.

Según Portaencasa, podemos entender esta situación como un reto, como “una oportunidad para examinar el estilo de vida que llevamos, el ritmo tan acelerado, ese cansancio crónico que tanta gente sufre y que no deberíamos de normalizar en ningún caso”. “Este momento puede ser para muchas personas un paréntesis durante el que modificar muchas cosas que no les gustaban pero en las que no se detenían ni a pensar”.

“Como afronta cada uno la adversidad dice mucho de nosotros mismos, y más que las circunstancias, lo que marca la diferencia de que algo sea una tragedia o una oportunidad es la actitud, el enfoque con el que vivimos las cosas y el sentido que le damos”, dice la psicóloga. Según esta experta, una misma situación puede ser traumática para alguien y profundamente transformadora para otra persona “y, la buena noticia, es que esto sí que depende en gran medida de nosotros”.

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Cosas potencialmente peligrosas

Ahora, cosas tan “seguras” como ver a los abuelos o ir a un restaurante se han convertido en potencialmente peligrosas. ¿Debemos entonces revisar nuestro concepto de seguridad?

“Efectivamente -dice Portaencasa-, la seguridad es una experiencia subjetiva e intrínseca de cada persona, y teniendo en cuenta esta definición de la seguridad es razonable pensar que la seguridad cambia en función de las circunstancias”. Como continúa esta psicóloga, “en España es seguro andar por la calle sin que te vayan a secuestrar o a robar, sin embargo, en México no es una buena idea dar un paseo por la calle”. “Más que el concepto de seguridad, lo que ha cambiado han sido las circunstancias y, efectivamente, nos enfrentamos a una situación en la que vamos a tener que reevaluar continuamente lo que es seguro y lo que no: ver a los abuelos ahora es peligroso pero ¿lo es si estamos al aire libre con mascarilla?”, pregunta.

“Creo que debemos hacer algo complejo en estos casos, que es intentar ser capaces de ver ‘lo cortés y lo valiente’”, dice Del Charco. Y es que, según este experto, “debemos asumir el riesgo del virus y preocuparnos por nuestra salud y la de nuestros conciudadanos, pero salud en un sentido amplio: entender que no sólo debemos protegernos de la infección sino también de la ansiedad, la depresión que pueden ser producidos por un exceso de celo o de aislamiento en nuestras vidas, o no descuidar otras enfermedades físicas por las que muchos pacientes, por ejemplo, no están acudiendo al hospital por el miedo al contagio”.

Según Portaencasa, no existen dos situaciones iguales y es responsabilidad de cada uno analizar y tomar decisiones constantes sobre lo que es seguro o no en el día a día. “Aplicando por supuesto el sentido común y teniendo en cuenta que vivimos periodos muy inciertos en los que no deberíamos dar nada por sentado y, por tanto, no deberíamos presuponer qué es seguro y qué no, debemos analizar cada situación según las circunstancias y el contexto”.

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Obsesión vs relajación

¿Por qué algunas personas se han vuelto obsesivas con la seguridad y otras no ven tanto riesgo e incluso lo niegan? ¿De qué depende esto? Como explica la experta de Mundopsicologos.com, “la obsesión por la seguridad está relacionada con una necesidad de control excesiva y una previsión catastrofista”.

Según esta psicóloga, “hay personas que sufren mucho con la incertidumbre y son más propensas a padecer ansiedad y pensamientos obsesivos, y el hecho de estar excesivamente alerta o pendientes de la seguridad les da una falsa sensación de control que les permite sentirse más a salvo”. “A este tipo de personas les recomendaría hacer dos listas: una en la que anoten todas las cosas que pueden hacer para evitar el contagio (utilizar mascarillas testadas, cuidar el descanso, la alimentación y el deporte para mantener un sistema inmune alto, suplementarse con vitamina D, evitar relacionarse con grandes grupos…) y otra donde anoten todo lo que no pueden controlar, como, por ejemplo, ser contagiados aunque hayan tomado todas las medidas preventivas. Esto puede ayudarles a centrarse en lo que pueden controlar realmente y dónde tienen que hacer un ejercicio de aceptación por lo que no depende de ellos”.

Como añade Del Charco, “detrás de las obsesiones siempre hay una causa que no es la de la obsesión en sí misma”. Como explica, “normalmente las personas que se obsesionan son aquellas que necesitan tener una gran necesidad de control fruto de mecanismos psicológicos: miedo a la vulnerabilidad, altas exigencias de perfección, estilo de pensamiento rumiante, afán excesivo de control y seguridad... suelen ser lo que yo denomino mecanismos ‘compensatorios’, buscan crear una sensación de control para ‘compensar’ otras variables que no controlan en su vida como la pareja, vivencias infantiles en las que sufrieron y no pudieron hacer nada, traumas, falta de asertividad y ‘adaptarse’ a los criterios de otros”.

Como añade del Charco, “la persona tiene esa necesidad, la de obsesionarse con algo porque cumple una ‘función’ psicológica y el virus es simplemente un catalizador, pero claro, es un catalizador muy potente así que es como si estuviesen rociando un fuego con gasolina”.

En cuanto al negacionismo, según este psicólogo, “tiene que ver con personas que tienen problemas con asumir las normas y la autoridad, que necesitan tener una posición desafiante y oposicionista por un lado y también personas con tendencia a las teorías conspiratorias”. Según Del Charco, “detrás de estos fenómenos no existe una explicación única pero el clima de desconfianza y hostilidad hacia las instituciones y la política, la necesidad de sentirse ‘superiores’ o ‘más listos’ (yo no me creo las mentiras del gobierno y tú sí) y otros rasgos de personalidad histriónicos (necesidad de llamar la atención) o narcisistas pueden explicar algunos de estos comportamientos”.

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Cuánto tiene que ver la seguridad con el miedo

Según Del Charco, "el miedo nos empuja a tratar de buscar el control, a huir del peligro o de intentar entender lo que está pasando, ya que así intentamos construir una sensación de seguridad al sentir que tenemos cierto grado de influencia y poder sobre aquello que nos puede afectar.

“Digamos que la seguridad y el miedo son las dos caras de una misma moneda, son los opuestos”, dice Portaencasa. “La falta de seguridad nos lleva al miedo y no debemos menospreciarlo, ya que es una emoción tremendamente útil que cumple una función protectora”, añade.

“Sin embargo -continúa la experta-, al miedo hay que educarlo, no podemos permitir que nos domine. Según esta psicóloga, debemos entender que el miedo sirve para avisarnos, para que hagamos algo para protegernos, “por ejemplo, salir corriendo en el caso de ver a un león, o cuidar nuestra salud para estar más fuertes ante una enfermedad”. “Al miedo bien educado se le llama prudencia y es una excelente virtud”, subraya.

¿Y si el miedo nos domina? Entonces, según la psicóloga, nos puede generar grandes problemas, ya que “se reduce nuestro procesamiento cognitivo y nuestra capacidad de actuación”. Portaencasa señala técnicas como el mindfulness o la meditación para ayudarnos a afrontar los miedos irracionales. “Acudir a un profesional también es una gran elección en este tipo de casos”, añade.

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La adolescencia

Más que nunca, y por desgracia, el foco está puesto en ellos como vectores de contagio del coronavirus. ¿Cómo hacer entender a un adolescente que el riesgo de contagio sí es real y sí puede afectarles a ellos y a su entorno? ¿Tiene que ver su edad con que sean los que menos percepción del riesgo tienen?

Según Portaencasa, el problema no está en que los adolescentes no entiendan que el riesgo de contagio sí es real, “el problema está en la sensación de fortaleza y seguridad que tienen con respecto a su salud; es muy difícil generar ese ‘miedo’ sano del que he hablado anteriormente o esa prudencia en una persona que se siente casi inmune con respecto al Covid”, subraya.

“Creo que el ejercicio que hay que hacer con los adolescentes está más relacionado con la concienciación, con hacer hincapié sobre las consecuencias que se pueden desencadenar a su alrededor”, dice la psicóloga. Y es que, según esta experta, “a los adolescentes se les presenta un reto que los adultos nunca tuvimos que vivir: deben de tener una mayor empatía y responsabilidad de la que les correspondería a su edad en circunstancias normales, y debemos tener en cuenta que no tienen del todo desarrolladas estas capacidades, de hecho, están en la edad de transgredir, de romper las normas, de la rebeldía, cualidades naturales en la adolescencia”.

Como continúa Portaencasa, “estas actitudes son normales y sanas porque forman parte de su proceso de individuación, sin embargo, la transgresión en estas circunstancias puede acarrear consecuencias muy graves para el entorno”. ¿Qué hacer entonces? Como dice la psicóloga, “debemos aprender a llegar a ellos, a comunicarnos sin juicios ni reproches, desde la comprensión de sus circunstancias y necesidades; si ellos se sienten entendidos y no juzgados, también tendrán una actitud más abierta y receptiva para escucharnos y podremos generar esa concienciación tan necesaria actualmente”.

Como corrobora Del Charco, “los adolescentes tienen menor sensación de riesgo porque es un virus que les afecta poco y que, objetivamente, tiene unas tasas de amenaza para ellos muy inferiores”. “Además, están en un estado de su desarrollo evolutivo en el que deben ‘rebelarse’ contra la normal como una forma de empezar a construir su identidad, dejan de ser niños que obedecen y quieren tener criterio propio, aunque muchas veces es simplemente rebelarse contra lo establecido o la pauta”, añade.

Por otro lado, como apunta este psicólogo, “las generaciones actuales presentan una baja tolerancia a la frustración fruto de la comodidad de la tecnología, el nivel de bienestar económico alcanzado en nuestra sociedad, el menor número de hijos por familia o los cambios en los estilos disciplinarios de crianza”.

¿Cómo hacerles entender el riesgo? Según Del Charco, “en primer lugar, señalar que un padre debe proteger a su hijo, le guste a éste o no; está muy bien hacer entender al adolescente la necesidad de las normas pero los padres deben ser capaces de imponer su autoridad como una forma de proteger, amar y cuidar a su prole”.

Para comunicarse con los adolescentes, este psicólogo recomienda “explicarles la situación, invitarles a que participen a solucionar el problema como agentes activos y no como niños que simplemente hacen caso, siendo ciudadanos responsables y hablarles también de cómo se sienten los padres y cuánto les preocupa que puedan contagiarse o contagiar a otros y sus consecuencias”. “También preguntarles cómo se sienten con lo que está ocurriendo y dejarles claro que pueden preguntar cualquier duda o hablar siempre que quieran con sus padres”, añade.

“En general, lo que recomendaba siempre a mis alumnos en Terapia de Familia Sistémica en la universidad es un clima de diálogo abierto, donde todos puedan opinar y expresar sus sentimientos, pero acotado por la firmeza (que no crueldad u opresión) de la autoridad de los padres”, concluye Del Charco.

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Cómo evitar la obsesión por la seguridad

¿Cómo podemos vivir de forma segura sin obsesionarnos? ¿Cómo transitar en una época en la que nadie está potencialmente a salvo? Como dice la experta de Mundopsicologos.com, “una cualidad maravillosa del ser humanos es nuestra capacidad de adaptación: debemos aprender a adaptarnos a las nuevas circunstancias, tener muy claro qué medidas podemos tomar y centrar nuestras energías en eso; lo que no podamos controlar, debemos quitárnoslo de la cabeza, solo nos va a suponer un desgaste energético y emocional”.

Como añade Del Charco, “por paradójico que parezca, la única forma de sentirnos seguros y no obsesionarnos es asumir que no tenemos el control de lo que está pasando”. “Es algo más grande que nosotros, así que sólo podemos hacer aquello que está en nuestra mano y tratar de centrarnos en si nosotros sentimos que estamos siendo responsables más que tratar de medir todas las variables posibles”.

Según este psicólogo, “hay que entender que los epidemiólogos esperan que casi el 100% de la población mundial se infecte, lo único que se está intentando es que sea de forma escalonada para evitar el colapso del sistema sanitario y atender al mayor número de pacientes posibles, pero es prácticamente imposible no llegar a infectarnos”.

El consejo de este psicólogo es intentar realizar nuestra vida con normalidad, “asumir que, aunque hay cosas que no podemos hacer, hay otras que sí”; seguir las medidas indicadas por las autoridades sanitarias y, sobre todo, permitirnos sentir y aceptar sentimientos de enfado, tristeza, ansiedad o preocupación no como algo negativo, sino como una respuesta normal y congruente con lo que estamos pasando; de hecho, lo preocupante sería vivir todo esto sin experimentar ese tipo de sentimientos”.

Como señala Del Charco para terminar, “los confinamientos han tenido un efecto aparentemente negativo en la salud de las personas pero también pueden tener algo bueno: han hecho que mucha gente se pare a mirarse a sí mismos, algo difícil en nuestra vida estresante, y tomar conciencia de muchas cosas; esto provoca malestar (tal y como muestran las tasas de depresión y ansiedad que son mucho más altas que lo que tiene sentido por el mero hecho de estar encerrados) pero también permite a las personas provocar cambios en sus vidas”.