En ocasiones, sentimos algo en nuestro interior que nos impide fluir con bienestar y ligereza. Un peso áspero y molesto del que no sabemos cómo desprendernos y que no somos capaces de dejar atrás. Se trata de la culpa, que a veces se mezcla con la rabia, y que solo se puede disipar con un ingrediente mágico: el perdón.

Algunas personas se sienten culpables porque toman conciencia de que han hecho daño a alguien sin ser conscientes de ello hasta ahora. De hecho, la culpa nace de la consciencia, sin ella jamás aparecerá. Si uno despierta y, de repente, ve, si se percata de que ha tratado mal, de que no ha percibido las señales de auxilio de quien le necesitaba, de que por mirar demasiado sus propias heridas no ha tenido en cuenta las de los demás y por ello se siente decepcionado de sí mismo, eso puede llevarle a sentirse culpable y con una enorme incomodidad.

Otras personas, puede que sientan culpa por darse cuenta de que han permitido que las trataran mal durante demasiado tiempo, que no han puesto límites cuando debían, que han dejado que las humillaran o menospreciaran hasta la saciedad. Hasta perder la propia dignidad. Puede que se lamenten porque saben que ese tiempo ya nadie se lo devolverá…y eso puede llevarlas a sentirse culpables, a autoflagelarse y castigarse como forma de pagar el precio por haber cometido ese imperdonable error.

Sea como sea, la culpa nunca es sana, ni positiva, ni recomendable. Una cosa es ser conscientes de nuestra parte de responsabilidad en todo aquello que hacemos y que nos ocurre. Ver qué parte tenemos que aprender de cada experiencia que vivimos y cómo salir más fortalecidos de ellas. Pero debemos tener mucho cuidado y no quedar atrapados en la culpa porque es muy destructiva y poco nos va a aportar.

¿Cómo lidiar con la culpa?

La clave para desprendernos de la culpa que tanto nos daña y no nos deja avanzar, es el perdón. Aprender a perdonar.

  • El primer paso es darse cuenta de que tal vez lo hiciste mal y no actuaste de la mejor manera, ya sea para ti o para otro. Ver que trataste mal, que te comportaste de forma egoísta, que solo pensabas en tí y manipulaste a otros, que no los tuviste en cuenta. O tal vez debas ver que no te diste cuenta de cuándo tenías que irte porque aquello que vivías era intolerable e insostenible.
  • El segundo paso más importante es que tomes conciencia de por qué actuaste así. Para ello, como siempre, hay que mirar hacia dentro e ir hacia atrás. Es decir, analizar de dónde vienes, qué es lo que te han enseñado, de quién has aprendido a relacionarte, cuáles son tus heridas más profundas y quien ha moldeado tu personalidad. Si pones luz a todos estos aspectos, entenderás con una mayor exactitud por qué eres cómo eres y por qué te has comportado de la forma en la que lo has hecho.
  • Y por último, una vez hecho lo anterior, serás capaz de dar el paso más importante de todos. Perdonar. Y perdonarte. El perdón es un acto poderosísimo que no significa (tal y como pensamos a menudo) que le damos el beneplácito a quien nos trató mal sino que nos liberamos del peso del rencor y la rabia que pueden llegar a ser tan tóxicas. Significa que ya no las queremos cargar más, que nos queremos desprender de ellas dejando atrás esa historia y experimentando un cambio que nos permita dejar de ser así. Cuando eres capaz de perdonar de verdad, decidiendo cómo quieres ser a partir de ese momento, todo cambia. Tú cambias porque ya no actúas de forma automática. Eres consciente de cómo lo hacías antes y decides de qué te quieres desprender. Dejas de ser una marioneta de lo que hicieron de ti y actúas por voluntad propia, con personalidad y decisiones tomadas desde tu nueva mente despierta.

¿Trataste mal a alguien? ¿Tal vez debido a eso, perdiste a esa persona tan importante para ti? Puede ser. Y si ese es tu caso, debes asumir y aceptar las consecuencias de tus actos pero ante todo, debes perdonarte. En ese momento no eras capaz de verlo y por ello, no pudiste evitarlo. Ahora sí. Debes aceptar las pérdidas y seguir adelante. Abrazarte como abrazarías a un niño al que nadie le enseñó cómo lo debía hacer. Haciéndole sentir que no es tarde, que puede mejorar, que es bueno y que tiene mucho que aportar a partir de este punto de consciencia.

¿Te das cuenta de que no te has cuidado? ¿De que has permitido demasiado? ¿De que a causa de esto has perdido mucho tiempo? Puede ser. Pero lo hiciste porque no lo veías o no sabías cómo salir de allí. Uno no puede moverse si no tiene las herramientas. No las tenías. Pero ahora sí.

Sea como sea, mi recomendación es que no pierdas más tiempo lamentándote por algo que te gustaría haber hecho diferente porque no puedes cambiar tu pasado. En vez de esto, focalízate en lo que tienes ahora, en todo lo que has visto y aprendido y, lo más importante, en hacia dónde te quieres dirigir a partir de aquí. Agradece todo lo vivido y todo lo que esto te ha enseñado y pon tu mirada únicamente en aquello que quieres construir.

Solo así y agradeciendo a cada paso la dicha de estar vivo, sentirás que tus días valen la pena de nuevo y empezarás a sentirte afortunado por estar aquí.


La jefa: Silvia Congost

silvia congost
Elisabet Serra

Silvia Congost es psicóloga experta y un referente nacional en autoestima, dependencia emocional y relaciones tóxicas, conferenciante, autora de 9 libros, y una líder inspiracional en redes sociales y medios de comunicación. Tiene 20 años de experiencia profesional en el sector de la psicología y cuenta con centros en Barcelona, Girona y Madrid, además de realizar terapia online con pacientes de todo el mundo, donde junto a su equipo ha ayudado a miles de personas a reforzar su autoestima, liberarse de relaciones tóxicas y apostar por la vida que realmente sueñan gracias a su propio y exclusivo método.

Puedes encontrarla en Instagram (@silviacongost) y en su canal de YouTube.