Con las formas elegantes y sinuosas de la naturaleza como fuentes de inspiración, el Art Nouveau se extendió como una fiebre por toda Europa a partir de finales del siglo XIX, especialmente tras la Exposición Universal de París de 1900, que atrajo a 50 millones de visitantes de todo el mundo y supuso una apoteosis para el momento de la Historia conocido como Belle Époque. La exuberancia y la libertad creativa del movimiento allanaron el camino para el arte de vanguardia del siglo XX. Los artistas cruzaron disciplinas y se convirtieron en los pioneros de lo que pronto llamaríamos “diseño”.

El espíritu del Art Nouveau era reinventar la naturaleza para, de alguna manera, volver a “encantar” lo cotidiano. En mitad de esa corriente de creatividad, Pierre-Nicolas Perrier y Rose-Adélaïde Jouët decidieron dar rienda suelta a su amor por la naturaleza y las artes. Ella era una joven culta de una familia de comerciantes normandos, él un maestro viticultor y botánico. En 1811, un año después de su boda, fundaron la Maison Perrier-Jouët con un único deseo: crear un champán diferente. Así lo hicieron. Su filosofía adelantada a su época, así como su poco convencional observación de la naturaleza, son intrínsecas a la historia del champán. Valores convertidos en pilares que han estado presentes en el genoma de Perrier-Jouët hasta el día de hoy.

maison belle Époque de perrier jouët
Perrier-Jouët

Su afinidad con el movimiento Art Nouveau se expresa especialmente en la emblemática anémona que ilustra la imagen de la Maison, creada para la casa en 1902 por Emile Gallé, uno de los grandes artistas de esta disciplina artística. Los primeros cuatro magnums, esmaltados con un delicado patrón arabesco de anémonas japonesas blancas, inspiraron un vino excepcional que pronto sería reconocido internacionalmente como Perrier-Jouët Belle Époque. Un diseño icónico cobraba vida.

En la actualidad, este vínculo se mantiene traducido en un universo extravagante que reinventa el lujo como una experiencia significativa a partir de diferentes colaboraciones artísticas. Una puerta al pasado para mantener viva la esencia de un legado único, que cobra especial sentido en la Maison Belle Époque de Perrier-Jouët en Épernay, el corazón de la Champaña.

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Perrier-Jouët

Una oda a la naturaleza

En 1850, Eugène Gallice, cuñado y socio comercial de Charles Perrier, hijo de los fundadores de Perrier-Jouët, compró una elegante casa para su familia. Justo al lado, Charles hizo construir el Château Perrier, con enormes invernaderos en los jardines para dedicarse a su pasión por la botánica. Fue aquí donde se sentaron las bases de un estilo floral y complejo que ahora distingue instantáneamente los champanes de la Maison. Allí, junto al Château Perrier, la Maison Belle Époque le da la bienvenida a un mundo donde la naturaleza inspira al arte y el arte transforma la naturaleza.

Construida a finales del siglo XVIII, esta elegante propiedad alberga la colección privada de Art Nouveau francés más grande de Europa. Reúne una serie de piezas excepcionales de algunas de las figuras más importantes del movimiento artístico.

Tras ser el hogar de varias generaciones de la familia fundadora, ahora recibe a los huéspedes de la Maison Perrier-Jouët. En cada espacio, el arte y la naturaleza se mezclan armoniosamente, reflejando la doble pasión de los fundadores: el arte y el champán.

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Perrier-Jouët
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Perrier-Jouët

Cuando Michel Budin, pariente de la familia Gallice y gran amante del Art Nouveau, tomó las riendas de la empresa en los años 80 del siglo pasado, tuvo la idea de transformar la casa familiar en un panteón del savoir faire de Perrier-Jouët. Así nació la Maison Belle Époque. Un auténtico “museo” del art de vivre de Champagne, que se convierte en el escenario perfecto para ocasiones excepcionales.

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Perrier-Jouët

Cenar con Toulousse Lautrec

Entre retratos originales de Toulousse Lautrec, calendarios de Alfons Mucha, lámparas de Raoul Larche o esculturas de Auguste Rodin, Sébastien Morellon, Chef of Maison Belle Epoque, realiza su propio arte gastronómico en un menú inspirado por el gran Pierre Gagnaire. Pannacota de espárragos blancos y estragón, rodaballo con miso, almejas en gelée y anguila ahumada, bogavante azul perfumado con regaliz, wagyu a la plancha...

En el comedor Cuir de Cordoue, las delicias culinarias se suceden hasta dar paso a la parte dulce, protagonizada por sugerentes trampantojos como los raviolis de ciruela de Agen con tallos cristalizados de hinojo y polen, en un claro guiño al Art Nouveau. Todo ello, por supuesto, regado con una selección de cuvées de Perrier-Jouët.

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Perrier-Jouët

En la Maison Belle Époque no sólo se puede cenar en petit comité bajo reserva, sino que también se puede dormir en una cama de época rodeados de arte. Más que un lugar, es una experiencia en sí misma, que comienza al atravesar las esbeltas puertas de madera de peral de Hector Guimard, con sus sinuosos motivos botánicos, y continúa en el salón Majorelle, admirando una de las piezas más destacadas de este imporvisado museo: un conjunto de sillones de Louis Majorelle con una decoración de helechos. Sobre la mesa de nogal de Emile Gallé sostenida por tres libélulas delicadamente talladas, los emblemas de esta casa de champán se disponen en delicadas copas de cristal que pertenecieron a vajillas de otros siglos.

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Perrier-Jouët
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Perrier-Jouët
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Perrier-Jouët

Desde hace más de dos siglos, la Maison Perrier-Jouët ha estado inspirada por el arte y la naturaleza, una asociación que se mantiene hoy a través de la colaboración regular con algunos de los principales artistas contemporáneos. Es la expresión vibrante, no sólo de la herencia de 200 años de Perrier-Jouët, sino también de su filosofía perdurable de añadir magia y belleza a la vida cotidiana. Tal y como asegura Timothée Croizat, director de marketing de Perrier-Jouët: “La Maison Belle Epoque es una invitación a un momento suspendido en el tiempo, un momento que trasciende más allá del tiempo. Es una invitación a saborear, no sólo el champán, sino todo el refinamiento que lo acompaña”.

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