La ficción comercial que orbita alrededor de la maternidad vive un momento de esplendor, pero la novedad es que es la exploración del lado oscuro de la maternidad la que ahora domina la oferta literaria y audiovisual. La razón de esta mirada alternativa del hasta ahora santuario maternal tal vez radique en que en momentos en los que el aislamiento y la desconexión siguen presentes, las sombras, en ocasiones, ganan a las luces. Desde ‘La hija perdida’, el debut de Maggie Gyllenhaal tras la cámara en el que su protagonista consigue abrazar el espacio existente entre la madre idealizada y el monstruo abandónico que se sitúa en el extremo opuesto, hasta ‘Te amo pero elegí la oscuridad’, en libro en el que Claire Vaye Watkins cuestiona por qué la mediocridad en un hombre es imperdonable en una mujer; especialmente si es madre, la ficción se atreve a hablar de madres imperfectas que llegan incluso a cometer el pecado que la sociedad es incapaz de perdonarle a una madre: el abandono. Al hacerlo, el imaginario ficcional no las plasma como monstruos, sino como algo que en demasiadas ocasiones olvidamos también son las madres: personas.

madres imperfectas
Capitan Swing, Hermenaute, Debolsillo, Penguin Random House
Los libros exploran la maternidad desde un prisma diferente

Cuando Maggie leyó el libro en el que se basa su adaptación cinematográfica, ‘La hija oscura’, de Elena Ferrante, confesó haber pensado que sus personajes estaban realmente perdidos. Sin embargo, pronto reconoció sentir que tenía algo en común con esa “mala madre”... “¿Será que yo también estoy jodida, o esto es algo que sentimos muchos y de lo que no hablamos? En última instancia, es a la vez perturbador y reconfortante, porque, si alguien lo escribió, quiere decir que no estamos solas con nuestros terrores y nuestras ansiedades, ni, en el otro extremo, con la intensidad de nuestra alegría y de nuestro amor”, se pregunta en una entrevista concedida a 'New York Times'.

"Es complicado ser madre en esta sociedad hostil a la maternidad y a la infancia". Esther Vivas


Es ese hasta ahora ocultado reflejo en el que poder identificarse el que alaba Esther Vivas, autora de ‘Mamá Desobediente’ (Capitán Swing).Es importante que se empiece a agrietar esta construcción social y cultural de que solo hay un tipo de madre, la sacrificada y abnegada, la superwoman que lidia con todo. Es importante romper con esta idea y empezar a retratar desde la ficción la maternidad real con todas sus luces y en particular, sus sombras, mostrar la cara amarga y oculta de la maternidad, que significa también fracasar y no llegar a todo. Es complicado ser madre en esta sociedad hostil a la maternidad y a la infancia, por lo que es importante que la ficción represente a esta maternidad real para que las mujeres podamos reconciliarnos con la experiencia materna y no se generen unas expectativas en relación a la maternidad que son falsas. Es positivo romper el mito de la maternidad perfecta y que la ficción imponga perfiles de madres reales, con sus luces y sombras”, explica.

"Se ha normalizado que las mujeres puedan ser representadas en la pantalla de todas las maneras". Javier Parra

Por su parte Javier Parra, autor de ‘La madre terrible’ (Hermenaute), señala la importancia de que el fin de la dulcificación de la madre traiga consigo una reflexión acerca de la salud mental. “En el libro hablo de ‘The Babadook’, película en la que la protagonista es una mujer que trata con el duelo, así como de ‘Hereditary’, que habla sobre la salud mental. Me parece interesante que este arquetipo de madre, o incluso de “mujer terrible”, que por cierto tiene también su base en la femme fatal del cline clásico, se vea ahora de otra manera. Por fin se ha normalizado que las mujeres puedan ser representadas en la pantalla de todas las maneras. Supone una forma de democratizar los arquetipos y las características de los personajes”, asegura.

madres imperfectas
Netflix/Yannis Drakoulidis
Fotograma de ’La hija perdida’

La maternidad como enemiga de la libertad

En ‘Bad neighbours’, Rose Byrne le grita a su pareja, antes de irse a una fiesta, "Puedo ser tan irresponsable como tú", mientras que 'Te amo pero elegí la oscuridad' (Penguin Random House) comienza con "Quería comportarme como un hombre, un poco malo". ¿Es correcto que estas madres, al reclamar su espacio, se agarren a la carta de comportarse como ellos, o es una señal más de que se asocia la maternidad con una cárcel en la que los cuidados, además, son exclusivos de las mujeres? “En nuestra sociedad está consolidada la idea de que o eres madre o eres libre. La maternidad te resta libertad, y la libertad es lo que han hecho los hombres en la medida en la que no se han implicado en las medidas de cuidado. Este es el relato de una mirada peligrosa, porque hay que reconocer la importancia del cuidado, de la dependencia y de la vulnerabilidad humana. En este sentido creo que hay que reconocer la maternidad como una responsabilidad de hombres, de mujeres y de la sociedad en general. No creo que sea positivo que se consolide una idea que el rol materno debe ser aquel que da la espalda al cuidado o que el rol materno implica optar por la maternidad a cambio de responsabilizarse del cuidado. Cambiar la mirada implica que en esta sociedad se debe poner en el centro el cuidado. Hay que romper con la idea de que las mujeres somos cuidadoras por naturaleza, porque es un mandato patriarcal con el que hay que terminar. Para hacerlo, hay que señalar que cuidar es una responsabilidad social y colectiva, advierte Esther Vivas.

Lo que resulta llamativo de esta corriente de madres anti heroínas es que ser una madre abandónica sitúa a cualquier mujer a la altura del villano más cruel y despiadado. Cuando lo hace el padre, en cambio, apenas resulta reseñable. Por eso, cuando en ‘La hija oscura’ el personaje interpretado por Peter Sarsgaard le dice a la protagonista que “la atención es la forma más rara y pura de generosidad”, lo que ha de ponernos la piel de gallina es pensar si a las madres les exigimos una atención plena hacia sus hijos, hacia su trabajo, hacia su casa y hacia su pareja, pero jamás a ellas mismas. Y es ahí donde realmente radica el terror: hemos naturalizado la figura de la madre que vive para todos, menos para sí misma.