• Los escritores van fraguando en su interior los libros en su infancia y juventud, y les dan forma física veinte años después. Es decir: los libros no son la vida, sino las cenizas.
  • Marguerite Yourcenar fue la primera mujer en ingresar en la Academia Francesa en cuatrocientos años, nominada por Jean d’Ormesson. No quiso ponerse el uniforme preceptivo y renunció a la espada. Fue vestida con un largo Yves Saint Laurent de terciopelo negro, con capa.
  • Dos tipos de personas: los que adoran la repetición (es casi su única certeza vital) y los que la detestan; creen que la reiteración les volverá perezosos, apoltronados, poco atractivos, en una vida en blanco y negro.
  • Margaret Atwood: «Crecí en una casa en el bosque, y no sabría decir si éramos ricos o pobres. Cultivábamos nuestros propios alimentos, no nos comparábamos con nadie. Me inculcaron que debía ser autosuficiente. Me independicé muy joven. El dinero es muy importante para las mujeres; el hecho de depender económicamente de otra persona altera de forma radical nuestro punto de vista.»
  • La impecable tote de cuero de Gamuza, que recupera pieles de desecho. Todos los materiales y procesos de producción se hacen en Valencia.
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  • Miserias de aeropuerto. Me he visto obligada a viajar por trabajo y creo que en adelante voy a aceptar ir solo en tren, da igual si la reunión es en Jaipur y debo salir doce días antes. No tuve una sola visión allí que no fuera horripilante. Un grupo de cuarentones borrachos en una despedida de soltero tiran la cerveza al suelo; la camarera friega en silencio zigzagueando entre ellos. En el avión, zapatos fuera (para un vuelo de una hora). Uno se corta las uñas. El otro no cuelga el teléfono hasta que casi despegamos (y porque le amonesto). El del asiento de detrás atufa: ha probado al menos cinco perfumes en el Duty Free. Casi al aterrizar veo un pintalabios rosa del carrito de merchandising, precintado, en el suelo. Mi vecino de pasillo me dice: «Quédeselo usted». Le respondo: «¿Seguro? Está a tiempo de experimentar cosas nuevas.»
  • A finales del siglo XV, el monje Girolamo Savonarola instauró en Florencia las hogueras de vanidades, donde instigaba a los pecadores florentinos a arrojar al fuego sus objetos de lujo, pinturas profanas, pelucas, cósmeticos, perfumes. Pero Savonarola era, nunca mejor dicho, más papista que el Papa. El religioso Alejandro VI recibió presión de los poderosos de la ciudad, hartos de no poder divertirse. Savonarola acabó quemado en la hoguera, como todas aquellas frivolidades que detestaba.
  • Sospecho que de más de la mitad de los problemas del mundo tiene la culpa el mal periodismo.
  • La búsqueda de ‘le sense du sacré’ de toda existencia. Lo más grave: cómo se ha perdido hoy lo sagrado en las relaciones humanas.
  • La frenética actividad de la mañana y, después de comer, el milagro. Lo más bonito del día: la primera hora de la tarde, depurada, con sombras amigas, esencial, llena de confidencias. El día descansa del propio día. La tarde, nada romántica y sí muy cuerda, invita a recapacitar.