• Ojo a los cuatro perlas swinging sixties de la imagen. Derecha: la cantante Marianne Faithful, descendiente por parte de madre de Leopold von Sacher-Masoch, autor de “La Venus de las pieles”, que luego interpretaron Dalí, Buñuel, Polanski o Lou Reed. Un mechón atraviesa la cara de la modelo Penelope Tree, fotografiada a los trece años por Diane Arbus, invitada estrella del Black & White Ball de Truman Capote y preferida de Beaton y Avedon. Sostiene el libro David Bailey, que fotografió a todo el que era alguien en el Londres de los sesenta; Antonioni se inspiró en él para dirigir “Blow-up”. A la izquierda, Christine Keeler, desencadenante del escándalo Profumo: tuvo un affaire con el ministro de guerra del conserador Harold Macmillan, y este acabó renunciando al cabo de unos meses (aunque dijo que fue por salud).
  • Un domingo al mediodía de hace unos meses iba a por un pollo a l’ast. En la entrada me encontré sentado al señor del ático de nuestro edificio. Lo acompañaba una vecina. El pobre hombre estaba sin resuello, fragilísimo. El calor era asfixiante. Le dimos agua, ventilamos la entrada, le calmamos, esperamos a la ambulancia. Llegaron, le atendieron con tacto y paciencia. Mi vecina y yo no sabíamos entonces que no le volveríamos a ver. El señor murió días después en el hospital. Sin familia conocida, sin amigos en la ciudad, sin compañía. Salió de casa de un portazo, dejó las ventanas abiertas, unas galletas maría junto al periódico. Salió pensando que volvería. Tenía una pequeña virgen infantil, de manto celeste, tallada en madera en la pared de la cocina. Cuando ordenamos su casa, mucho después, el calendario tenía todavía la hoja en aquel domingo del pollo a l’ast.
  • La inteligencia artificial lleva los suficientes años entre nosotros como para poder juzgar sus habilidades. El veredicto es: cutrez, jeta y fealdad. Un ente torpe, sin criterio y sin gusto, que roba de un almacén bien surtido por el hombre. Resulta un alivio saber que la única herramienta que tiene para apabullar es la rapidez, una cualidad que no importa nada en un trabajo bien hecho. Javier Santiso: «Miraremos, incrédulos, las pantallas pelearse entre ellas como si ya fuéramos solo eso, datos, archivos, algo que ya sobra en la tierra. No importa que una inteligencia artificial se ponga a tocar el piano, a escribir a máquina o a soltar estribillos. Ella no sabe lo que es morir, y por lo tanto tampoco sabe lo que es vivir.»
  • La psicóloga clínica Dasha Kiper ha escrito un libro impresionante sobre la demencia y los cuidadores, “Viaje a tierras inimaginables”, publicado por Libros del Asteroide. Los dilemas («Si la persona a la que quiero y cuido ya no es ella, ¿a quién estoy cuidando?»), la extrañeza de entrar en otro planeta («No es sencillo convivir con una persona que menosprecia de manera flagrante las reglas del tiempo, el orden y la continuidad») y el único modo de no volverse loco: la vigilancia con desapego compasivo. No se pierdan el artículo que dedicó al libro la periodista Begoña Gómez Urzáiz.
  • Jacques de Basher, el gran amor de Karl Lagerfeld, murió consumido a los 38 años, tras una vida de excesos, amor por la cultura y una absoluta falta de ambición para hacer carrera: «El final es repentino y siempre vulgar». Fue la pura definición del dandismo: ni afectación ni vanidad, sino una singularidad llevada al límite más radical. La relación de Jacques y Lagerfeld queda magníficamente explicada en “Karl” (Ed. Superflua), de Marie Ottavi.
  • De ese mismo libro emociona el amor de Karl por su biblioteca: «De niño, quería ser adulto y saberlo todo. Detesto la conversación con intelectuales, porque solo me intereso por mis propias opiniones, pero me encanta leer. El conocimiento tiene un valor incalculable. Los libros no exigen nada, están siempre disponibles, no hay distancia entre ellos y nosotros. Abrir un libro es de una sencillez infantil.»