Si rompo con mi novio podré sepultarme en documentación sobre cómo superar la ruptura. Encontraré artículos más o menos serios, charlas TED que me dirán que hay más peces en el mar, películas, novelas, todas las canciones cantadas y por cantar. Lo más probable es que no me dé tiempo. Lo habré superado antes de completar mi documentación porque la ruptura amorosa es El Gran Tema, no así las rupturas de amistad. Ahí el terreno es ignoto: no hay reglas, ni guías, ni referencias.

A veces el motivo de la ruptura es claro: han cruzado una línea roja, la confianza queda resquebrajada, el respeto ya no es la base. Es triste y es doloroso, pero es sencillo. No hay mucha vuelta de tuerca. Lo que hoy nos atañe son esas rupturas que no vemos venir, las de las causas imprecisas. Crecer a destiempo y en direcciones distintas, distanciarse, dejar de reconocerse. Uno no se levanta un día y decide que quien era amigo ya no lo es. Es una decisión que se toma con pequeños actos, los detalles, siempre los detalles. Ya no te sale compartir con quien compartías, los defectos se perciben más nítidos, nada es ya tan natural. La extrañeza crece y acaba por situarnos en un punto de inflexión: ¿Ha llegado el momento de romper la amistad?

Cada situación es única y su juicio no corresponde a nadie más que a uno mismo, pero como no parece que Julia Roberts haya vuelto a la comedia para hablarnos de amistad, he pedido ayuda a dos psicólogos expertos para dibujar una serie de escenarios en los que estas relaciones llegan a su fin:

Escenario 1: los amigos por etapas

A veces la amistad es cosa del momentum. Me apetece ser bohemia y más si me junto con mi nueva amiga, la de la kombucha y el hot yoga. Etapas pasajeras fácilmente reemplazables por nuevos caprichos de personalidad. «Con la edad, uno cambia de intereses. Esto, a menudo, va parejo con las personas con las que te juntas. Es viable mantener a esos amigos si se quiere –a pesar de esas diferencias–, aunque obviamente los ves menos, y hay quien prefiere dejarlo atrás», explica Arancha García, psicóloga de la clínica Vida.

Escenario 2: la necesidad de romper con lo único que te unía a alguien

Otras veces, la amistad nace de un hábito compartido y se rompe cuando llega el momento de dejar ese hábito atrás. García relata un caso frecuente: «Una persona que bebe o consume drogas con un grupo de amigos y quiere dejar de hacerlo se enfrenta, entre muchos otros, al problema de tener que perder a esos amigos». La vida que llevaban con ellos ya no la quieren, pero la asociación es tan fuerte –es el pilar de la relación– que la única vía es una ruptura definitiva.

Escenario 3: ese amigo que olvida lo que supone serlo

Lo sabrán si tienen al menos un buen amigo: es un motor de propulsión, una persona que te ensancha el alma. Aquí no hay cabida para la envidia o el resentimiento, y, cuando aparecen, es natural que nos salga alejarnos. «Si nos hace sentir mal, nos humilla o no nos respeta es momento de decir adiós a esa amistad», explica Jordi Isidro, psicólogo de Cedipte. Lo es cuando, en lugar de ayudarnos a crecer, demanda nuestra versión empequeñecida.

Escenario 4: ese amigo que ‘se merece algo mejor’

Lo vivimos en el trabajo y, por desgracia, también en la amistad. Hay quien se toma demasiado a pecho eso de ‘dime con quién andas y te diré quién eres’. «Pasa desde el instituto y en la adultez es similar. Para dar un cambio de status, busco un cambio de amigos. Es esa idea de ‘con esa persona no me conviene estar’ y la contraria, la de ‘a ver si logro rodearme de este tipo de personas’», explica García.

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Crecer conlleva encontrarse en este tipo de escenarios y salir de ellos con algún amigo menos, pero la necesidad de mantener amistades íntimas y estrechas –aunque a veces las dinámicas sociales digan otra cosa– no disminuye con los años. El concepto de amistad evoluciona porque nuestras necesidades cambian, porque entendemos que la afinidad completa roza la categoría de mito y que, en palabras de Isidro, «es sano y necesario aceptar que cada amistad es diferente: nos aporta sensaciones diferentes en grados diferentes y en momentos diferentes. Que puedes tener un amigo al que cuentas todos tus problemas, otra con el que vas a museos, otro para salir de fiesta, otra para hacer deporte». En este terreno tampoco acaban de funcionar los ‘para siempre’: habrá amistades puntuales y no por ello menos dignas. También habrá, claro, las que estén por encima de todo escenario, las que sigan con nosotros mientras los escenarios se suceden. La cuestión es que las haya: «Mantener a tus amigos da un suelo, una base para afrontar cualquier situación», concluye García.