En la mesa hay dos tipos de personas: aquellos que tienen opiniones y aquellos que tienen historias. No es mía esta observación, y tampoco sé cómo de exacta es la cita, pero algo así decía la escritora de origen chino Yiyun Li en un cuento que le publicó el 'New Yorker' hace pocos años.

Dios te libre, lector, de caer en una mesa donde sólo hay opiniones, pero me temo que es lo más probable. Sobre todo porque opinar es bastante más fácil que contar una historia que logre captar y retener la atención del público en una época donde cada vez se tiene menos capacidad de atención y todo el mundo o está esperando a que el otro calle para hablar, o ha escapado del lugar donde está a través del móvil.

Opiniones las tiene todo el mundo: sobre si tu pelo está mejor así o más largo, sobre qué alineación debe hacer el míster en el partido del domingo, sobre si es mejor con cebolla o sin, sobre si es inocente o culpable, sobre si es anomalía pasajera o cambio climático antropogénico, sobre si irá al cielo o al infierno, sobre si existe o es un cuento, sobre si te quiere o en realidad te odia, sobre si debe hormonarse o esperar a los 18, sobre si es de izquierdas de verdad o de boquilla, sobre si es hijo de su padre o de su tío, sobre si mejor rojo que naranja, playa o montaña, Rolling o Beatles, Mediterráneo o Cantábrico... Llegan con las opiniones a la mesa no para examinarlas y ponerlas a prueba sino para ganar la pelea de quien tiene razón. Es agotador.

Contar una historia por otro lado requiere cierto arte, uno ha de saber mantener el hilo de lo que cuenta, tener un sentido del rumbo para llevar la narración a su fin sin prolongarla más de lo necesario o sin despilfarrarla sin haberla exprimido, atrapar a los comensales para que no interrumpan y formen ruidosos corrillos en que naufrague un intento de narrar, es importante poder imitar voces, hacer pausas dramáticas, poner en situación. No parece fácil, y, sin embargo, cuando se hace bien es lo que más deleita a todo el mundo, sean de la opinión que sean.

Pregunte usted en una mesa, ¿tienen alguna opinión sobre algo? Todo el mundo dirá que sí. Pregunten si tienen una historia que contar, todos se quedarán mudos. Pero no desespere, hay maneras de que todos tengan una gran historia que contar, pregunte cómo fue su primer beso, cómo se conocieron sus padres, cómo perdió la virginidad...