- Los 24 mejores brunchs de Madrid donde comer muy bien
- El brunch de alta cocina francesa asequible en Madrid
- Los 20 mejores brunch de España para un desayuno tardío
Este rincón en el ecléctico barrio de Las Salesas ha conseguido democratizar la creatividad de la cocina de autor. El restaurante Zíngara es para los que se atreven y para los que no, para los paladares más sofisticados y los más clásicos. Tradición e innovación se fusionan en su carta, que despliega todo su potencial en su brunch de fin de semana, disponible cada domingo a partir de las 13:00h y hasta las 18:00h. Son sus "domingos gitanos, domingos de brunch".
Por un precio de 37 €/persona, el menú de brunch incluye tres platos y una bebida. La experiencia comienza con un entrante dulce, a elegir entre un yogurt de coco acompañado con frutas de estación, miel y hierbas aromáticas o el mismo yogurt, esta vez con compota de frutas y crumble.
A continuación, le sigue el Pan Naam de coco con aguacate tatemado, tahini de hierbas y frutos secos o su Chipa, de queso mimolette y provolone sobre pan de harina de yuca, servido con salsa agridulce de tomate y ensalada.
Como tercer paso, toca elegir entre su Shakshuka, de huevo poché con queso feta, yogurt y pan paratha, o su sándwich halloumi, con berenjena asada y tomates secos. Además, su oferta líquida incluye el tradicional té de menta, un Peach Mosa (con prosecco, pomelo y melocotón), su Mangibre (manzana, manzanilla, canela, lima y jengibre) o un Spritz.
Un concepto diferente
Rodeado de propuestas vanguardistas que afloran en el icónico barrio en el que se ubica, Zíngara se autodefine como gitano, místico y orgánico, destacando tres principios fundamentales de su cocina: sabor, diversidad y minuciosidad en la elaboración de cada plato. Así, “la carta es itinerante, y todos los platos llaman la atención casi por igual [...]”, apuntan sus fundadores, Mercedes y Agustín.
El aura de magia y referencias exóticas que abraza cada receta se ve reflejado también en la peculiar decoración y la iluminación, que cambia de color según el momento del día, transportando a los visitantes a lugares remotos donde la gastronomía es un arte y el tiempo el bien más preciado.