Regresa. Tras una década alejada de la música, la cantante Lourdes Hernández (Madrid, 1985), más conocida como Russian Red, pisa de nuevo los escenarios. Icono indie desde su debut, después de su tercer trabajo, de 2014, a sus seguidores sólo les había dejado alguna colaboración y un disco de versiones. Pero se acabó la espera. Ahora ellos ya pueden disfrutar de su último álbum, 'Volverme a enamorar', y ella, de una emocionante sensación de renacimiento: "No siento que esta etapa sea como empezar otra vez, la entiendo más como una metamorfosis, una especie de renacer", nos cuenta.
Mientras posa rodeada de cítricos, frutas y verduras, su sonrisa inunda la tienda de decoración Mestizo Store de largas y pegadizas carcajadas. Está inmersa ya en una gira que la llevará durante los próximos meses a teatros de toda España, pero, más allá del trabajo, si tiene que viajar prefi ere los trayectos cortos: "No hace falta irse demasiado lejos; en Europa tenemos la gran suerte de movernos con facilidad a destinos como París, Berlín, Roma o Ámsterdam en un abrir y cerrar de ojos. El último viaje que he hecho y no puedo quitarme de la cabeza es Lisboa, un poema de ciudad", dice.
Hoy, Lourdes vive a caballo entre Madrid y Los Ángeles, y concibe la casa como la extensión de la persona que la habita: "A través de ella comprendes cómo se quiere y cómo se cuida", razona. La suya la ve como un refugio, el lugar en el que puede desconectar. Con un estilo que define como cozy, está decorada en blanco y negro salpicado de color, con el salón siempre lleno de velas -sus favoritas, las de Loewe o Jo Malone- y objetos personales, como las fotos de familia que la han escoltado en cada mudanza. Cuando decidió marcharse de España para comenzar al otro lado del charco, hizo borrón y cuenta nueva; se deshizo de todo.
"Vendí un piano blanco que me había comprado con 20 años y al que guardaba mucho cariño. A los pocos meses, ya en Los Ángeles, acabé consiguiendo el mismo. Se ha convertido en una de mis piezas favoritas".
Le encanta recibir, pero se entrega a la improvisación: "Algunas noches saco unos platos, cuencos y cubiertos, sin más, y otras visto la mesa al detalle", afirma mientras muestra fotos de su última reunión con amigos en su casa de Estados Unidos, que comparte con su pareja y su perra. Le gusta cocinar -para ella es un acto de generosidad-, pero prefiere hacerlo en compañía, con jazz de fondo y una copa de vino en la mano. Cuenta con un menú infalible, que arranca con un largo aperitivo en el que no falta queso, buen jamón, pan tostado con tomate y vino. ¿Su plato estrella? "No suelo complicarme y preparo un pollo al horno al que añado puerros, vinagre de Módena y piñones", desvela.
"En decoración, soy fan del estilo cozy. Siento la casa como una extensión de la persona que la habita, un refugio al que cuidar y prestar atención"
La gastronomía se coló en su vida muy pronto, en su infancia, y con fuerza. Su familia paterna regentó durante años un restaurante a pocos metros de la Plaza Mayor, en Madrid, y ahí pasaba los fines de semana, junto a su hermana. Se crió viendo cocinar a su abuela y reconoce llenarse de nostalgia cada vez que recuerda aquellos deliciosos filetes rusos que les preparaba. "Me apasiona la hostelería, todos esos restaurantes con tradición familiar, en los que se nota que todo es casero y las cosas se hacen con cariño", asegura.
Aunque le divierte la fusión de cocinas del mundo que hacen en California, se declara fan de la dieta mediterránea, por sabrosa y equilibrada. Eso sí, sin ostras (pero por una cuestión alérgica, que conste).
Podría sobrevivir, sostiene, el resto de sus días a base de las ensaladas que se hace, pero si está en Madrid la verás desayunando en Hermanas Arce, frente a una tostada de aguacate y un huevo poché. A la hora del aperitivo, se rinde ante las gildas del mercado de San Miguel y, después, al cocido de La Daniela y las barras de Celso y Manolo o Gota, uno de sus últimos descubrimientos para disfrutar del vino natural.
"Me encanta comer fuera de casa, sobre todo en esos restaurantes en los que se respira tradición familiar, donde todo es casero y se hace con cariño y cuidando cada detalle"
En Los Ángeles, se entrega al brunch de All Time, un lugar en el que se cruza con actrices como Olivia Wilde, y frecuenta el restaurante Musso & Frank, uno de los más antiguos de la ciudad, el mismo en el que Quentin Tarantino rodó la película Érase una vez en... Hollywood. Pero, por mucho que ame el cine –en estos años se ha puesto delante de la cámara en algunos proyectos–, egoístamente preferimos que esté por aquí, de vuelta en los escenarios españoles.
"Disfruto mucho cocinando, pero prefiero hacerlo en compañía, con jazz de fondo y una copa de vino en la mano. Con las recetas, me entrego a la improvisación e intento no complicarme demasiado"