Si sigues las redes con frecuencia y te hiciste 'adicto' a ellas en pandemia, es casi imposible que no te suene el nombre de Marta Bustos, una joven catalana que sufrió un terrible accidente doméstico en junio de 2020 mientras vivía en Estados Unidos, un accidente que le destrozó la cara y le quemó los ojos. Grabó un vídeo que se hizo viral solicitando la participación en un 'crowdfunding' que su familia había organizado y el resto... es historia.

Ahora, esa historia ha querido narrarla con todo lujo de detalles y de emociones en un libro muy recomendable, 'Cuando perdí mis ojos marrones' (Lunwerg), en la que narra su travesía de más de dos años desde sufrir ese terrible accidente fabricando en casa jabón natural hasta recuperar la vista tras pasar por la clínica Barraquer, narrando por supuesto cómo fue ese año y pico en la que estuvo ciega, completamente sumida en la oscuridad.

Hace unos días, vino a visitarnos al plató de ELLE.ES y a todo el equipo nos conquistó con su simpatía, su delicadeza, su saber hacer y su disposición para posar frente a una cámara. A sus 27 años y con una experiencia horrible a sus espaldas, sabe que cada minuto cuenta y así ha querido transmitirlo en un libro que es un homenaje a la fortaleza y a la resiliencia.

Porque Marta, desde el minuto uno de su tragedia, decidió que su posición en ella iba a ser la de luchar y no tirar la toalla; un aspecto de su personalidad que se entiende perfectamente cuando se planta delante de la cámara, segura como si fuera una modelo profesional, a contar su historia.

marta bustos
Guillermo Jimenez
Marta Bustos lleva chaleco de botones blanco crudo, de Tintoretto; camisa azul con rayas blancas, de Piombo; pantalones blancos cargo con bolsillos laterales, de Maje y sandalias marrones de tiras, de Elisabetta Franchi.

Una historia en la que hay un poco de todo. Primero, de soledad, cuando decide marcharse a vivir a Estados Unidos y contrae matrimonio con su querido David; segundo, de incertidumbre, cuando llega la pandemia del COVID y no tiene claro cuándo podrá volver a España; y tercero, de miedo, cuando aquel trágico día de junio se quema los ojos fabricando jabón artesanal. Un accidente doméstico que no solo le destroza la vista, sino que le deja la piel "como si fuera un lagarto" y las fosas nasales también completamente inútiles.

Y comienza ahí un terrible periplo por la sanidad americana, que no tiene nada que ver con la española. Una sanidad en la que llamar a una ambulancia pueden ser 5.000 dólares y en la que el trato con el paciente es mucho más distante, algo que Marta no lograba entender: ¿era necesaria esa frialdad con ella, pasando por lo que estaba pasando?

El 'crowdfunding' vino a paliar una necesidad económica que se cifraba cerca del millón de dólares y que solo contribuía, como dice Marta, a dar más miedo e incertidumbre a su familia, que era lo que más le aterraba a ella; "hacer sufrir a sus seres queridos". Pero de pronto, la posibilidad de someterse a los tratamientos más avanzados de la prestigiosa clínica Barraquer, en su tierra, Barcelona, abrió un rayito de esperanza...

marta bustos
Guillermo Jimenez

El libro es una verdadera oda al optimismo, la esperanza, la resiliencia y el humor porque, como dice la protagonista, ¿cómo se puede afrontar todo esto sin humor? Quizás uno muy particular, ese que expresa con frases como "Ojos que no ven, corazón que no sienten". Porque cuando permaneces ciega durante más de un año, son los otros cuatro sentidos los que se tienen que poner a trabajar a tope, además del ingenio, la inteligencia y las emociones.

Hablar y ver trabajar a Marta Bustos en una sesión de fotos es francamente inspirador, sobre todo después de haber leído y subrayado pasajes tremendos de su historia reciente. 'Cuando perdí mis ojos marrones' reúne no solo su punto de vista de lo sucedido, sino también reflexiones de su vida, sobre lo que pudo haber pasado y sobre cómo siempre se encuentra la luz por mucha oscuridad que haya.

Un viernes, después de haberla hablado y entrevistado, me siento bastante más empoderada, y me acuerdo de esa frase de 'El Principito' que tanto me gusta: "Lo esencial es invisible a los ojos". Y Marta está completamente de acuerdo. No es necesario ver para conocer la felicidad; mensaje recibido.