Durante las fiestas navideñas, transformarte en el perfecto anfitrión y recibir invitados puede ser todo un reto para los amantes del vino. ¡Y qué reto! Qué botellas elegir, en qué orden servirlas y a qué temperatura o cuál es la copa perfecta para cada estilo de vino, son algunas de las preguntas que nos hacemos estos días ante las múltiples reuniones familiares que tenemos por delante. Pero no alarmes ni te pongas nerviosa, tampoco te inquietes ni te preocupes. Y ni mucho menos pienses que es un imposible. Si quieres convertirte en el anfitrión perfecto, toma nota de estas sugerencias y consejos a prueba de cuñados.

Elegir las copas

Elegir la copa adecuada para el vino que vamos a tomar no es una opción, sino una responsabilidad. Una buena copa realzará el líquido de la botella, pero una mala arruinará por completo la experiencia. La forma, el tamaño y el material con el que están elaboradas las copas interviene en la degustación, pues de todo ello depende que podamos disfrutar en mayor o menor medida del color, los aromas y el sabor del vino.

Existen muchos tipos de copas (borgoña, burdeos, flauta, pompadour, etc.), pero no es necesario tenerlas todas en la vitrina. Si sólo quieres usar un modelo para la velada, elige una copa pequeña copa tipo burdeos (con la tulipa alta y la boca lo suficientemente amplia para esparcir el vino por toda la lengua); o bien opta por una copa polivalente un poco más grande de lo habitual, para que te sirva tanto para vinos blancos ligeros como potentes, y para tintos jóvenes o añejos. Ambos modelos se adecuarán a todas las circunstancias y a todos los estilos de vino. Eso sí, evita siempre las copas demasiado pequeñas, que impiden a los tintos intensos expresarse libremente, o las copas excesivamente anchas, que maltratan a los vinos frágiles. Y también las copas tintadas u opacas que no dejan ver el color del vino.

mujer rellenando una copa de vino rosa
miniseries

Un apunte para subir nota: la copa de pie conserva el vino a la temperatura adecuada, pues si sostiene por el tallo (como debe hacer todo amante del vino que se precie) evita que las manos recalienten el vino y, además, contribuye a que los aromas se desprendan libremente para deleitar nuestras fosas nasales. Así que nada de vasos de chato.

Cuándo descorchar

Los vinos blancos secos, los afrutados, los tintos ligeros y los espumosos, pueden abrirse justo antes de servir. Airearlos en la copa es suficiente para despertarlos. No obstante, casi todos los vinos, tanto blancos como tintos (excepto las burbujas), ganan al descorcharse una hora antes de ser servidos. Pero nada de decantar, basta con quitar el tapón y dejar la botella al fresco.

Los tintos intensos y potentes, sobre todo los que proceden de Francia, Argentina o Chile, así como algunos vinos estructurados de España, Italia y Portugal, pueden abrirse hasta seis horas antes y decantarse en las últimas tres, para ayudar así a avivar todos sus aromas.

mujeres descorchando una botella de champagne
Westend61

Temperatura de servicio

La temperatura a la que servimos los vinos influye tanto en la percepción de los aromas como en la sensación en boca. Tomar un vino a una temperatura inapropiada puede resultar desagradable. Conviene tener en cuenta que el calor acentúa determinados aromas, la sensación de untuosidad y de alcohol. El frío, por su parte, enmascara los aromas y realza los taninos y la acidez. Un vino demasiado caliente puede resultar empalagoso y pesado, mientras que un vino demasiado frío parecerá duro y poco expresivo. Así que, más vale servir el vino frío y que se atempere en la copa, a servirlo demasiado caliente.

La clave para saber a qué temperatura hay que hacerlo es adaptarse a su carácter. De un vino blanco y seco, poco aromático, o de un champán, se busca resaltar su acidez y frescura. Por lo tanto, conviene servirlo frío (entre 6 y 8 grados). Los blancos afrutados y los rosados pueden beberse entre 8 y 11 grados; y los más intensos o incluso los tintos ligeros, soportan hasta 13. De un tinto intenso y especiado lo que se pretende es suavizar sus taninos para resaltar su redondez. Esta clase de vinos se sirven a temperatura ambiente, siempre que esta no supere los 18 grados.

En qué orden servir el vino

Cuando tenemos varios estilos de vino para servir durante una misma comida, el orden es importante. Se trata de evitar que un vino desmerezca al anterior. Para lograrlo, se puede seguir el orden clásico, que iría del más vivo y ligero al más estructurado y potente. Es decir: espumoso seco, blanco seco, blanco intenso o tinto ligero, tinto con cuerpo y vino dulce.

Los sirvas como los sirvas, hay encadenamientos desafortunados que debes eludir: no empieces tus maridajes con un vino muy cálido (con mucho alcohol), nunca ofrezcas un vino muy dulce seguido de uno muy seco, tampoco pongas un vino intenso antes de uno delicado, o un vino joven y especialmente vigoroso justo por delante de uno añejo y reposado.

mujer posando delante de una mesa de navidad
Randy Faris

Qué vinos para qué platos

El maridaje es el arte de combinar el comer y el beber para provocar a los sentidos. La búsqueda de la armonía perfecta puede convertirse en un ejercicio cultural apasionante para aquellos que intentan encontrar el equilibrio entre sabores, texturas y aromas. Pero hay que tener en cuenta que, aunque existen ejemplos infalibles y hay quien recurre a la ciencia en busca de respuestas, la base de la armonía comida-vino es completamente subjetiva. La clave del éxito está en el disfrute, en orientarnos por nuestro propio sentido del placer.

ostras y champagne
Maica

Existen principios o sugerencias que facilitarán tu elección a la hora de reproducir maridajes clásicos que se presupone que funcionan, pero eres libre de respetarlos o de probar otra cosa. En este sentido, un vino blanco joven y fresco irá bien con pescados, mariscos y crustáceos, y carnes como el pollo o el conejo.

Por su parte, un rosado afrutado combinará especialmente bien con charcutería, salmón a la plancha, carnes a la brasa y recetas con un toque picante. Y un tinto con cierta estructura sostendrá sin problema las carnes rojas, la caza y la casquería, así como los guisos y estofados. Sin embargo, siempre hay excepciones. Sobre todo para los más atrevidos. Como los blancos con barrica para las carnes especiadas, o los tintos ligeros para los pescados grasos. Sin mencionar lo bien que funciona la efervescencia de un buen espumoso con los quesos cremosos, el jerez con el curry o los vinos dulces con la comida tailandesa. El maridaje es, ante todo, un asunto de gusto.