¿Cómo conseguir el punto perfecto de cocción para que bajo esa fina capa de clara la yema quede blandita e irresistible? No es magia, solo un poquito de práctica, paciencia y estos trucos que te salvarán de muchos intentos fallidos.

En primer lugar, es importante que los huevos sean frescos. Para comprobar si lo son tan solo tenemos que sumergir el huevo (con cáscara) en un recipiente con agua. Si el huevo se posa en el fondo horizontalmente es que, efectivamente, es fresco. En el caso de que no lo sea, es aconsejable verter un chorrito de vinagre en el agua, de tal forma que la clara se adherirá mejor a la yema.

Además, el huevo debe estar a temperatura ambiente y no frío, pues si acaba de salir del frigorífico y se echa al agua caliente, esta bajará a su vez de temperatura, reduciendo la velocidad de cocción.

huevos frescos
Török-Bognár Renáta

Una vez que hemos elegido el huevo, hemos de seguir los siguientes pasos:

  • Ponemos el agua a hervir en un cazo. En otro recipiente, preferiblemente con un colador de malla para deshacernos de la parte más líquida de la clara, cascamos el huevo y reservamos.
  • Cuando el agua esté a punto de ebullición (antes de que empiece a burbujear fuerte) hacemos un remolino con una cuchara y dejamos caer delicadamente el huevo dentro del mismo.
  • Dejamos que se cocine durante 3 minutos. Retiramos con una cuchara o espumadera. La yema tiene que haber quedado líquida y la clara hecha pero no totalmente cuajada.

Si vas a consumirlo más tarde de haberlo cocinado, es aconsejable que sumerjas el huevo en agua fría durante unos segundos, cortando así la cocción. Cuando vayas a servirlo puedes revertir el proceso y pasarlo por agua caliente durante unos instantes para que quede tan gustoso como recién hecho. Y...¡lo tienes! Pruébalo en unas tostadas con aguacate: te presentamos tu nuevo desayuno favorito.

huevos poché con aguacate
istetiana//Getty Images