Nunca había querido tanto a nadie en mi vida y pensé que así seguiría, pero a los seis años todo cambió. Ya habíamos tanteado el terreno con distancia y una ruptura, aunque volvimos más fuertes, convencidos de que lo peor había pasado. Volvíamos a convivir. Al bar de confianza, a los domingos de suegros y a los maratones de Netflix. No había pasado ni un mes de resucitada rutina cuando todo se desmoronó. Mi relación se hacía de nuevo pedazos y yo no era capaz de frenarlo.

Creo que nadie debería alardear ni estar mínimamente orgulloso de una infidelidad, aunque sólo sea por respeto a los recuerdos. Sin embargo, cuando se mira atrás, al tiempo y con calma, te das cuenta de que igual el affaire era solo la punta del iceberg.

Una fiesta con amigos. Caras nuevas. Una mirada que se alarga más de lo normal. Una cobra a la velocidad de la luz. Un café para aclarar que no soy yo de esas. Una conversación de WhatsApp (silenciada) que parece no tener fin. Finalmente dejarse llevar. Culpar a la cerveza. Un mar de dudas. Otro de excusas. Tener que apechugar.

Aunque cabe en un párrafo, en realidad fueron casi dos meses de confusión, remordimientos y angustia física hasta que tuve el valor y la serenidad de poner fin a mi relación. Sentía que todavía le quería muchísimo pero era incapaz de seguir hacia adelante con él. Tampoco quería renunciar a mi inesperado capricho. ¿Y ahora qué?

No tuve mucho tiempo para pensármelo. Antes de que pudiera volver a meter la pata hasta el fondo ya nos habían confinado durante esos 15 días que acabaron siendo una eternidad. Contra todo pronóstico, el chico que era cero mi tipo y al que yo amenazaba con despachar quincenalmente siguió presente a través de videollamadas y envíos por Glovo hasta que llegaron los reencuentros de franja horaria y mascarilla.

Ni fueron felices, ni comieron perdices. Ha sido un proceso largo, tumultuoso y cargado de reproches. Como le dije una vez, para contar esta historia primero habría que entenderla, así que esto es todo (lo bueno y lo malo) que aprendí en el camino.

como pasar de una infidelidad en una relación estable
DR

A perdonarme

Esta es sin dudarlo la más importante. Aprendí a dejar de martirizarme por haber hecho las cosas mal. Entendí que no podía cambiarlo, solo aprender de mis errores y pasar página. Creo que hay muchos tipos de infidelidad y, aunque ninguna sea correcta, a veces es lo más parecido que encontramos a una salida de emergencia.

Acepté que él quería confiar en mí

La pregunta que más le repetía era, "¿si se lo hice a él después de tantos años, cómo puedes estar tan tranquilo de que no te lo voy a hacer a ti?" Yo a él no le había dado motivos para desconfiar y, lo más importante, él no tenía ganas de hacerlo.

Asumí que la gente hablaría

Me costó aceptar que mi entorno y el suyo tendrían una opinión sobre el tema. Habría bromas. Algunas de mal gusto. Tampoco quería mentir cada vez que me preguntaran, “¿Cómo os conocisteis?”. No puedo controlar la imagen que tengan de mí, así que tampoco merece la pena preocuparse de más.

A saber que no era feliz

Porque puedes estar con la persona perfecta en el momento perfecto y aun así no ser para ti. Quizás no haya nada que vaya estrepitosamente mal, pero tampoco hay mucho por lo que merezca la pena continuar. No se puede estar por costumbre o por cariño. Esto también tiene un pero: cuesta muchísimo más dejar a quien te ha tratado bien y querido hasta el último segundo.

A confiar en mi instinto

Porque si alguien está dispuesto a dinamitar su vida, qué menos que darle un voto de confianza, ¿no? Esta me costó mucho aprenderla. Lo negué hasta la saciedad. Me lo prohibí hasta el último minuto. Me increpaba que era solo “un calentón”. Quizás si me hubiera escuchado antes, todo hubiera sido más fácil.

Que es muy fácil hacer daño

Creo que a pesar de todo fui una persona egoísta e hice mucho daño. Nunca digas nunca, pero lo he pensado mucho y creo que me costaría volver a hacer pasar a alguien a quien quiero por ese mal trago. Aunque suene irónico, la infidelidad me hizo valorar más la importancia de ser fiel y respetar ese acuerdo entre dos partes.

A leer las señales de peligro

También me sirvió para identificar ciertos patrones tóxicos en mi nueva relación y ponerles freno. Las parejas se desgastan sin hacer ruido y hay que estar alerta. Dejar de ser cariñosa, hablar menos, reducir los momentos íntimos… Me ha ayudado a abrir los ojos y evitar que parte de la historia se repitiera.

Que se debe hacer con calma

En esto del amor y las relaciones no hay unos tiempos fijados, pero sí necesitamos hacer nuestro propio duelo y cerrar heridas antes de embaucarnos en una nueva relación. En mi caso, pedí espacio y posponer ciertas cosas, como conocer a los amigos, porque me agobiaba muchísimo la idea.

Siempre quedará la duda

Tuve mis momentos de bajón, mis ataques de pánico y muchas noches de arrepentimiento. Dudar de una decisión así es normal. Piensa que estás perdiendo una parte de tu vida. Sin embargo, en mi caso salió algo bonito y esperemos que duradero. Si no, también me ha enseñado la lección más importante: todo empieza por estar bien con una misma. El resto ya vendrá solo.