Ya no es opcional. A día de hoy, las empresas deben implementar, justificar y reportar los famosos ESG (Environmental, Social & Governance –medio ambiente, sociedad y gobierno corporativo) que, hasta la fecha, resultaba complicado tangibilizar y fiscalizar.

Hay una tentación enorme por establecer un sutil greenwashing u orientar la imagen de una organización hacia un posicionamiento ecológico mientras que sus acciones van por otros derroteros.

Pero, para acceder a los EGS, se debe especificar qué indicadores se van a alcanzar y en qué proporción. Por ello, algunas tecnologías como el Internet de las Cosas o IoT se vuelven un compañero de batalla fundamental, porque el dato debe seguir hasta su verificación y transparencia para los que han otorgado la ayuda y, en última instancia, para la ciudadanía.

“¡Casi habría que preguntarse qué industria no pasa por un futuro conectado al IoT!”, así de tajante se muestra Alicia Asín, CEO de Libelium, empresa que diseña y fabrica tecnología IoT para construir entornos inteligentes para ciudades o edificios residenciales, entre otros.

"El IoT se afianza como aliado para redefinir nuestra relación con el entorno” –Alicia Asín (Libelium)

Tal y como explica, en términos particulares, el IoT pasa por ser capaz de garantizar el cumplimiento normativo. “Nos gusta decir que hace visible lo invisible. Poder ver la humedad de la tierra o la calidad del aire nos abre un mundo de posibilidades. En este contexto, el IoT se afianza como aliado indiscutible para redefinir nuestra relación con el entorno”, explica. En definitiva, "nos ofrece una oportunidad para repensar cómo vivimos, trabajamos e interactuamos en un mundo que pide a gritos reducir nuestra huella".

Para Amelia Bálsamo, responsable del desarrollo tecnológico (CTO) de Uali, compañía que colabora en la transformación energética, utilizando robótica (drones), Inteligencia Artificial e IoT, esta tecnología implica la interconexión de dispositivos físicos y objetos cotidianos a través de la internet. Desde electrodomésticos y sensores hasta vehículos y maquinaria industrial. “Posibilita que estos dispositivos se comuniquen entre sí y con sistemas informáticos en la nube para la recopilación, procesamiento y análisis de datos en tiempo real. Esto se traduce en beneficios como la automatización de tareas, la supervisión a distancia, la toma de decisiones basada en datos, la eficiencia energética y la mejora de la calidad de vida en general”, argumenta Amelia.

Si centramos el foco en la industria energética, el IoT desempeña un papel crucial en el monitoreo de instalaciones de generación de energía, por ejemplo, o líneas de transmisión y subestaciones.

"La recolección de datos nos permite optimizar los recursos" –Amelia Bálsamo (Uali)

“Por ejemplo, en cuanto a la recolección de datos, los sensores y drones los recopilan en tiempo real, lo cual incluye datos operativos, estado de equipos, condiciones medioambientales y otros factores relevantes. Por no hablar de que los operadores y gerentes de activos energéticos pueden utilizar la información proporcionada para tomar decisiones más informadas sobre la gestión de la infraestructura, la programación de mantenimiento y la optimización de recursos”, amplían desde Uali.

Reivindicar la “datocracia”

Para Alicia Asín, existen decisiones que nos afectan como ciudadanas o consumidoras que no deberían basarse en ninguna ideología política, sino que son meramente técnicas. “Llamamos datocracia a ese tipo de gestión donde convergen decisiones basadas en datos con inteligencia, cumplimiento y rendición de cuentas. La cultura del dato que estamos construyendo tiene el potencial de impulsar cambios significativos en la manera en que operamos y contribuimos al medio ambiente”, comenta Alicia, que considera el dato un nuevo lenguaje universal, a través del cual es posible mantener una conversación abierta y transparente sobre sostenibilidad entre administradores, ciudadanos y empresas.

Para estas expertas en Internet de las Cosas, hasta la llegada de la pandemia causada a raíz de la COVID-19, la interoperabilidad era el gran reto de su sector.

En palabras de la CEO de Libelium: “Antes había muchos fabricantes produciendo dispositivos IoT y apenas podían comunicarse entre sí. El gran reto ahora son las enormes cantidades de datos que se están generando. Su capacidad para recopilar, procesar y actuar sobre grandes cantidades de datos en tiempo real permite una gestión más eficiente y consciente de los recursos, pero gestionar almacenar y analizar estos datos es todo un desafío. Es esencial garantizar que los datos se utilicen de manera ética y conforme a las regulaciones de privacidad”.

La CTO de Uali coincide y apunta a otro gran reto en el horizonte, la seguridad: “Con un aumento en la cantidad de dispositivos conectados, la superficie de ataque para los ciberdelincuentes se expande. Los dispositivos IoT a menudo carecen de medidas de seguridad adecuadas, lo que los hace vulnerables a ataques. Garantizar la protección de los datos y la privacidad de los usuarios, así como la integridad de los dispositivos, será fundamental para el éxito continuo de esta tecnología”.