• Andar en bici, ¿mejor que caminar?
  • La vida sin dietas

Pilar tiene 41 años y desde hace tres se ha convertido en una experta andarina. Madrid no tiene secretos para ella. No baja de la hora y media diaria. “Ando para mantenerme en forma, porque no hago deporte alguno. Me lo recomendó el médico cuando decidí dejar de fumar. Ahora tengo más ventilación pulmonar, me encuentro mucho mejor y no soporto los atascos de la gran ciudad”.

Como Pilar, muchos encuentran en el paseo esa práctica deportiva que nunca hicieron. El andar se convierte en un ejercicio físico con mucho provecho: tonifica los músculos, sirve para fortalecer el corazón, quema calorías y mantiene la cabeza despejada. Por lo tanto, cuerpo y mente ganan mucho cuando salen de paseo. “El transeúnte es un ser superior. Camina por placer, observa, pero no interviene, no tiene prisa, es feliz en compañía de su mente, deambula tranquilo, sabio y alegre, endiosado. Es libre”. Este enunciado es del escritor británico Tom Hodgkinson, pero debemos aplicarlo a nuestras vidas como una buena receta psicológica.

Ejercicio antiestrés

Andar facilita muchas cosas. Empezamos un chequeo médico muy rápido. Para el preparador físico Marcos Flórez, “un paseo es un poderoso remedio antiestrés. Es una descarga emocional que sirve para tener una cabeza despejada después de un día ajetreado”. Y Santiago Fernández, director general de PUEDESMAS.com, refuerza esta tesis asegurando que “andar supone desactivar unas redes neuronales, las sobrecargadas por los quehaceres diarios, y activar otras relacionadas con lo ocioso. Es un excelente entrenamiento para aquietar la mente o apartarla de lo que nos perjudica”.Por lo tanto, con el paseo activaremos las endorfinas, nuestras hormonas más deportivas, que indican que con el ejercicio tendremos mejores sensaciones y, si es así, la lectura que haremos será más positiva: nos sentiremos más útiles, más ágiles, más fuertes y más resistentes.

Corazón más potente

El corazón es el motor de nuestro cuerpo. Y tenerlo siempre a punto es necesario. El doctor José Calabuig, director del servicio de cardiología de la Clínica Universitaria de Navarra, recomienda andar porque “andando se fortalece el corazón. Se dilata, aumenta de tamaño, mejora el tono de las arterias coronarias, que ganan diámetro y aportan más sangre”. Estos síntomas repercuten positivamente en la salud. El doctor Calabuig añade más efectos: “Al hipertenso le sirve para vasodilatar las arterias y tener mejores cifras de tensión arterial; el diabético quemará los excesos de azúcar acumulados en sus órganos y el que padezca colesterol verá cómo se modifican favorablemente los triglicéridos”.

Quemar calorías

Dietas desequilibras unidas a nulo ejercicio sólo generan problemas. Debemos romper esos hábitos. Tener fuerza de voluntad y saber que andando unos cinco kilómetros a la hora se queman unas 300 calorías. A simple vista no parece mucho, pero si se multiplica esa cantidad por los días de un año, habrá quemado más de 100.000 calorías, que es una cifra a tener en cuenta. “Caminar supone un aumento del gasto energético. Gastamos calorías –explica la doctora Pilar Riobó, jefa de Endocrinología de la Fundación Jiménez Díaz, de Madrid–, pero es difícil perder peso sólo con andar. Por ejemplo, necesitaríamos una hora de ejercicio intenso para compensar un pedazo de tarta”.

Alimentar el espíritu

Si conseguimos que este ejercicio moderado forme parte de la rutina, un paseo tendrá más lecturas. La mayoría destinada a lograr el equilibrio interior. Saboreará lo que le rodea con tranquilidad, tendrá ricos silencios consigo mismo, pero también si anda en grupo, puede tener variados temas de conversación, con lo cual se fomenta la comunicación; si camina lentamente tendrá una visión mucho más placentera, “ir más despacio permite conocer menos sitios, pero los que conozca serán al detalle”, explica Santiago Fernández. Y por último, andar sin rumbo determinado, perderse por las calles, beneficiará a quienes tengan una vida planificada.

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