Cuando entramos en una tienda y compramos un bolso en efectivo, vemos cómo los billetes se nos escapan de las manos. Pasamos de tener la cartera llena a vacía y visualmente percibimos la merma de nuestras finanzas. El problema de pagar con tarjeta de crédito o débito es que la tarjeta vuelve a nuestro bolsillo y, aunque sabemos que estamos gastando, existe una especie de engaño óptico.

Es una realidad que debemos afrontar si queremos unas finanzas saneadas. Es más difícil ahorrar en estos tiempos donde apenas manejamos cash, donde el dinero no se toca, no pesa. Es tan ágil como nuestra mente consumista. Los innumerables sistemas de pago a simple golpe de clic nos facilitan la vida pero también favorecen el dispendio.

Pero no nos alarmemos, hay solución, tomar conciencia es el primer paso y existen trucos para controlar nuestro dinero virtual y evitar que la nómina se disuelva como un azucarillo en la primera quincena del mes.

Si nuestros abuelos separaban los billetes en sobres, uno para el pago de suministros, otro para la cesta de la compra, otro para pagar la vivienda o para el ahorro, las nuevas generaciones podemos hacer lo mismo pero con herramientas digitales. Y lo primero es separar ese dinero nada más cobrar, hacer una transferencia a otra cuenta el mismo día que recibimos la nómina, en otra cuenta de ahorro por ejemplo, que no esté vinculada a ninguna tarjeta de crédito para evitar tentaciones. Y así crear tantas huchas virtuales como gastos y objetivos de ahorro tengamos.

Gastos hormiga

Otro desembolso habitual pero difícil de controlar con el cambio del metálico al plástico son los llamados gastos hormiga. Esos pequeños derroches impulsivos diarios, de poca cuantía, como el euro del café de la mañana que pagamos en el bar de la esquina, diez euros del taxi que cogimos para no llegar tarde a esa cita para cenar o esa suscripción que por impulso contratamos aunque no acabamos de amortizar. Todos esos gastos juntos suponen una fuga importante de dinero. Si lo pagáramos con efectivo sería mucho más evidente a nuestros ojos pero con tarjeta no se nota tanto. Por eso los expertos recomiendan crear un presupuesto específico para los gastos hormiga, poner un límite, y si llegamos a él antes de tiempo, simplemente, aguantarnos. Atarnos las manos. La abstinencia en el gasto es un ejercicio que se debe ir practicando para que se convierta en hábito en el futuro.

Comprueba el saldo de la cuenta

Tampoco tenemos excusa para comprobar al menos dos veces por semana el saldo de nuestra cuenta. Con la facilidad que tenemos en estos tiempos de entrar en la aplicación de nuestro banco y verificar la procedencia de cada gasto, podemos analizar uno a uno todos nuestros números e ir corrigiendo de cara a la siguiente nómina.

Y por supuesto, dejar en casa la tarjeta de crédito, bajo un par de candados si hace falta, para olvidarnos de ella, utilizarla solo cuando sea necesario y evitar aplazar el pago porque aumentarán los intereses. De lo contrario, podemos arrastrar deudas hasta el infinito. Y siempre recordar: una tarjeta de crédito solo pesa 5 gramos, lo mismo que un lápiz, pero su valor es mucho mayor, custodia toda nuestra economía doméstica.