Luchamos para que el trabajo no nos defina y sin embargo, convertimos nuestra profesión en el eje de nuestra vida en demasiadas ocasiones. La incapacidad de no responder a esa llamada de un superior un viernes por la tarde o no poder escapar del maldito afterwork son síntomas de que el universo laboral ocupa un espacio temporal y mental tan inmenso, que la batalla contra la 'hustle culture' es complicada de vencer. En la protagonista de “El descontento”, el debut literario de Beatriz Serrano, su protagonista decide que Youtube y los orfidales son sus mejores aliados para sobrellevar una realidad que muchos comprenderán: odia su trabajo. ¿Cómo de macabro es tener que estar siempre en contra de lo que precisamente nos mantiene?

"¿Soy lo que hago? ¿Hago lo que quiero? ¿Esto me hace feliz? No lo sabemos"

“Creo que tenemos una relación compleja con esa cosa que nos mantiene y nos permite comer, pagar facturas y tener un techo por muchos factores. El primero de ellos, es porque hemos crecido con la idea de identificación absoluta entre lo que somos y lo que hacemos. El segundo, porque en el trabajo estamos sometidos a violencias a las que no estamos sometidos en otros ámbitos de nuestra vida: por ejemplo, toleramos que un jefe nos grite o nos hable mal, algo que no le permitiríamos ni a nuestra madre o a nuestras parejas. Y el tercero, porque desde el auge de las redes sociales y la pandemia, el trabajo ha dejado de ocupar ocho horas en nuestro día a día para estar siempre presente, metido hasta la cocina, ya sea mediante ese WhatsApp impertinente de un compañero a la hora de la cena o por nuestra propia necesidad de autobombo en Instagram o en Twitter. Estamos hablando, en el fondo, de un conflicto de identidad: ¿soy lo que hago? ¿Hago lo que quiero? ¿Esto me hace feliz? ¿Dónde me lleva? Pues todavía no lo sabemos”, explica la autora a ‘Elle’.

El descontento (temas de hoy)

El descontento (temas de hoy)

El descontento (temas de hoy)

18 € en Amazon
Crédito: Amazon

El terrorífico concepto de “la empresa como familia” es empleado por muchas compañías para explotar a sus trabajadores, que se someten a condiciones penosas y trabajan horas extras en aras de la empresa, es decir, de la familia. Cuando los empleados trabajan con esta mentalidad, es cuestión de tiempo que el rendimiento y la productividad bajen debido al agotamiento, emergiendo el omnipresente burnout.

"No me produce estrés el trabajo, sino tener que ir a trabajar"

"No me produce estrés el trabajo, sino tener que ir a trabajar", dice Marisa, la protagonista de la novela. ¿Es la oficina el germen de la infelicidad y en cambio, el coworking o trabajar en casa puede hacer que el trabajo duela menos? “No creo que la oficina sea el germen de la infelicidad, sino las dinámicas que se generan en determinados entornos laborales, donde se exige una filiación absoluta con la empresa y que el trabajador sea, además, 100% corporativista. Esto te obliga a que pases un mínimo de ocho diarias de tu día fingiendo ser alguien que en realidad no eres y que crees en algo que posiblemente no crees, modulando tu manera de comunicarte, incluso tus conversaciones y temas de interés, para adaptarte e integrarte en un medio en el que ya no solamente se te valora por lo que haces y lo que cumples, sino por cómo te comportas”, explica Serrano.

“Sí que considero que el teletrabajo ayuda a una mejor conciliación con la vida y, por ende, pueden mejorarla considerablemente. Esto me parece de cajón: si trabajas a una hora de distancia de tu casa y, de pronto, recuperas la hora de ida y de vuelta para ti, tu vida mejora, si tienes la posibilidad de comer comida casera a diario, tu vida mejora, o si, en lugar de hacer una pausa para el café, aprovechas y tiendes una lavadora y te quitas tareas acumuladas, tu vida mejora. También mejora por el hecho de que terminas y ya estás en tu casa, lista para hacer lo que quieras hacer”, asegura.

odiar el trabajo
2023 © Netflix
El hastío de la oficina

Semanas antes de leer ‘El descontento’ leí 'La mejor persona', de Xavi Puig, un libro en el que el protagonista principal pierde el control en una de esas actividades de team bulding en las que el paintball entra en juego, convirtiendo a los empleados en guerreros del óleo que descargan su ira en un intento de construir sólidos lazos. ¿Cómo es tener que sacrificar tiempo libre para estar con compañeros de trabajo, haciéndonos entender que son amigos o peor, familia?

“Los 'team building' son una herramienta demoníaca y deberían estar prohibidos por ley, especialmente cuando obligan al trabajador a hacerlo fuera de su horario laboral. Creo que la verdadera intención de este tipo de acciones es la de borrar o, al menos, difuminar la línea entre tu vida personal y tu vida laboral. Que sientas que más que con tus colegas de trabajo, estás con tu grupo de amigos y te sea más difícil irte a tu hora y no involucrarte personalmente en cada una de las tareas que tienes que hacer. Es un juego muy muy peligroso”, comenta Beatriz, presentadora junto a Guillermo Alonso del podcast Arsénico Caviar y ganadora del Ondas al Mejor Podcast Conversacional. “Las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley ofrecen toda una serie de beneficios a sus empleados: tienen guardería e incluso tienen paseadores de perros, tienen varias cantinas donde hay cocineros que te hacen la comida según tu gusto, tienen salas de descanso donde los empleados pueden echarse una siestas y masajistas para cuando te duele la espalda de llevar muchas horas sentados frente al ordenador. Esto se vende como la panacea, pero debemos pensar en todo lo que sacan estas empresas con este tipo de “beneficios”: que no tengas que irte antes a recoger a tu hijo o a sacar a tu perro, que no necesites irte a casa porque estás muy cansado (¡si ya has echado aquí una cabezadita!) o que puedas estar desde el desayuno hasta la hora de la cena con todas tus necesidades básicas cubiertas. Nadie regala nada”, continúa.

"El juego de las oficinas es saber expresarse cuando toca"

Subrayo otra nueva frase de Marisa: "El juego de las oficinas es saber expresarse cuando toca". Teniendo en cuenta que en el trabajo se necesita una forma de hablar concreta, incluso cuando pones correos en los que pides cosas directamente, disculpándote, ¿cree que las mujeres tenemos que hacerlo más que los hombres, que hemos de adaptar nuestro lenguaje y formas para no pecar de "agresivas" o "mandonas"? “Indudablemente. Esto lo acuñó muy bien la periodista británica Mary Ann Sieghart en un ensayo titulado ‘La brecha de autoridad’, que se definía como la medida de cuánto más en serio tomamos a los hombres frente a las mujeres en ambientes laborales. Siempre ha existido ese doble rasero: un hombre que pega un puñetazo sobre la mesa, quizás sea definido como “vehemente” o incluso “con un par de cojones”, jamás se le llamaría “emocional” o “histérico”. Una mujer asertiva será considerada agresiva, o incluso peor, una borde o una “malfollada”. Por no hablar del famoso ‘manterrupting’ (la cantidad de veces que se interrumpe a las mujeres en ambientes laborales, frente a cuántas veces se interrumpe a los hombres). En mi libro hablo de “jugar a las oficinas” como de niñas “jugábamos a las casitas” porque, en el fondo, siento que estamos interpretando un papel”, dice Beatriz Serrano.

"El error ha sido masculinizarnos en ambientes laborales en lugar de feminizarlos"

Hablemos ahora de "ese monstruito de mujer y que puede con todo". ¿Cuán dañino es para todas esas mujeres que se echan todo a la espalda y no ponen frenos? ¿Se pueden poner barreras sin que la carrera se resienta, ante el miedo de que alguien no ponga límites y nos pase por encima? “Creo que las mujeres estamos en un punto de inflexión interesante. Si pensamos en la historia general, las mujeres en la oficina todavía nos encontramos prácticamente en pañales. A partir de la década de los 60, pero más en los 80 y en los 90, es cuando comenzamos a irrumpir en el mundo laboral, situándonos en posiciones similares a las que habían ocupado los hombres y no ya únicamente en esos empleos antaño considerados “femeninos” (secretarias, enfermeras, asistentes o personal de servicio). En ese momento, todo el universo doméstico, tradicionalmente femenino, se enfrenta en el imaginario colectivo al de las oficinas: se crea una división entre el ama de casa tradicional y la nueva mujer moderna y trabajadora. Pero esta división nunca ha existido realmente: las mujeres seguimos al cargo de la mayoría de las tareas domésticas y, si nosotras tenemos la suerte de tener un entorno familiar más equitativo, que le pregunten a nuestras madres. Recuerdo perfectamente esos titulares de revista femenina de los 90 y principios de los 2000 que interpelaban constantemente a su público objetivo con la pregunta: “¿Puede una mujer tenerlo TODO?” ¿Qué es tenerlo TODO? ¿Marido y trabajo? ¿Casa e hijos? ¿Éxito en la vida familiar y en la vida laboral? ¿Qué determina ese éxito? Quizás hemos cometido un error de base, que ha sido masculinizarnos en ambientes laborales en lugar de tratar de feminizar estos ambientes. No lo queremos todo, queremos estar tranquilas”, asegura.

"Tenemos la necesidad de escapar de nuestras vidas"

Al leer el libro, recuerdo una frase que subrayé no sólo en la novela, sino en la memoria, de Gozo, de Azahara Alonso. "En qué momento mi vida comenzó a ser sólo accesible en vacaciones". “Marisa, la protagonista de la novela, tiene una frase parecida: “Las vacaciones son como una tirita para sanar el corte de un hacha”. Viene a expresar la misma sensación. Últimamente he pensado mucho en la idea de vacaciones y, sobre todo, por qué parece que tenemos esa necesidad no ya de desconectar unos días, sino de escapar de nuestras vidas. Ya no nos vale con irnos a Murcia, ahora queremos irnos a Tailandia, parece que si no vives la gran experiencia, no cuenta en absoluto. Creo que tiene relación con la incomodidad que nos produce nuestra vida diaria: buscamos la desconexión total, la ruptura más absoluta posible con la rutina, y eso nos hace irnos cada vez más lejos. Si estuviéramos más cómodos en nuestra vida real, no tendríamos tanta necesidad de escapismo”, asegura Beatriz.

odiar el trabajo
2023 © Netflix
Por qué odiamos trabajar

Dicen que las nuevas generaciones comprenden ya que no han de dedicar tanto tiempo al trabajo ni quieren que este les defina. ¿Se lo cree? Y para los demás, ¿hay esperanza o estamos condenados? “Sí. Y no creo que venga sólo de las nuevas generaciones, creo que tengas 20, 40 o 60 años, hay un desencanto generalizado tras las crisis financieras y sanitarias. He hablado con personas de 60 años que echan la vista atrás y dicen: “No volvería a darle tanto tiempo a mi empresa”. Y veo a gente de 20 años en mi mismo espacio de trabajo que se marcha en cuanto llega su hora. Ole por ellos, es lo que hay que hacer. Yo creo que siempre hay esperanza, creo que estamos en una etapa muy reflexiva, en la que nos estamos sacudiendo de encima todas esas ideas tan neoliberales de los 90 y los 2000, y estamos replanteándonos otras formas de vida. Vidas mejores. Espero que se consiga”, dice.

"El lenguaje corporativo está creado para dar importancia a cosas que en realidad no la tienen"

En el mundo del marketing, las reuniones son una concatenación de anglicismos verbalizados por gente que apenas habla inglés. ¿Nos hemos convertido en expertos del engaño, que sueltan palabros para hacer ver que sabemos mucho y que estamos muy ocupados? “En ‘Trabajos de mierda’, un ensayo del antropólogo David Graeber que me inspiró mucho a la hora de escribir ‘El descontento’, el autor afirma que la mitad del trabajo que hacemos en la actualidad carece de sentido y que no aporta nada a la sociedad. Pensemos en Marisa, que trabaja en una agencia de publicidad, y se encarga de crear necesidades inexistentes para vender productos a gente que no necesita esos productos. El mundo sería un lugar más amable, más humano y menos raro si esos trabajos no existieran. Pero existen. Y no sirven para nada, si te paras a pensarlo. Esto produce un efecto secundario: que las personas tienen que estar constantemente justificando su trabajo, demostrando que su sueldo está bien empleado y que su puesto sirve para algo. Así que aquí te pongo a rellenar este Excel, aquí tenemos esta reunión, aquí tienes una comidita de empresa, etc. Creo que este lenguaje corporativo está creado para dar importancia a cosas que en realidad no la tienen, y seguir justificando lo que hacemos”, dice para finalizar.