A través del Camino de Santiago, el peregrino puede ver arte, admirar la imponente naturaleza, conocer a diferentes y variadas personas y, sobre todo, disfrutar de la gastronomía. Igual que 'todos los caminos llevan a Roma'; en este caso, todos llevan a Santiago de Compostela. Son siete las comunidades por las que se puede llegar al final del Camino y mediante diferentes trazados. La ruta gastronómica que a continuación se presenta sigue el Camino Francés que transcurre por tierras-leonesas hasta llegar a la capital gallega.

Castilla y León
En la provincia de Burgos han tomado su 'apellido' variedades de productos como la morcilla de arroz o el queso fresco de oveja. Aquí, como en el resto de la meseta, las carnes asadas son símbolo de la buena mesa, sin embargo no son los únicos platos dignos de mención. La chacinería, con su gran variedad, es una indispensable compañía a lo largo del trayecto, ya que hay días en los que un buen bocadillo ayudará a reponer fuerzas a media mañana. Por otra parte, los caracoles son un manjar que no se encuentra fácilmente en otras regiones. Un poco más al sur del camino se encuentran caldos de altísima calidad, como los Ribera del Duero.

Palencia es una provincia tranquila y poco habitada, en cuya capital se fundó la primera universidad de España. De su gastronomía, similar a la burgalesa, cabe destacar dos platos: la sopa castellana y los cangrejos de río. También la caza ocupa un lugar importante en la mesa palentina, especialmente el conejo y la liebre, deliciosos si son estofados, y los pichones y las perdices, una exquisitez si se hacen en escabeche.

La ciudad de León es, por su historia y monumentos, una de las paradas más bellas en el camino. En su cocina se encuentran platos tan conocidos como el botillo, el cocido maragato o productos como la cecina, que puede elaborarse con carne de vaca o de caballo. Aquí también es muy popular la morcilla, pero en este caso es de cebolla. En la zona del Bierzo hay gran influencia de la cocina gallega y allí se halla su popular empanada berciana. En cuanto a los postres, la rica región del Bierzo ofrece unas excelentes cerezas, que se pueden conservar en aguardiente.

Tramo final del Camino
Al entrar en Galicia el paisaje cambia, especialmente desde el Camino Francés, aunque ya en El Bierzo leonés se encuentran similitudes con Galicia donde, hablando de gastronomía, se diferencia la cocina del interior de la costera.

En las comarcas interiores, los productos de la huerta son los más utilizados. Los grelos son quizá la verdura más conocida de esta tierra y junto con el lacón forman uno de los platos típicos gallegos. La ternera gallega es también muy apreciada por los amantes de la carne y es que los verdes valles galaicos son un lugar inmejorable para su crianza.

El pescado y el marisco son dos de las señas de identidad gallega. La variedad de ambos productos es amplísima, destacando el rodaballo, la lubina o el pulpo, mientras que entre los mariscos no pueden olvidarse los centollos, los percebes, las nécoras o las vieiras, cuya concha simboliza precisamente el peregrinaje a Santiago. Los mariscos gallegos tienen una peculiaridad a la hora de servirse en la mesa y es que éstos se comen calientes, o al menos templados, algo poco habitual en el resto de España.

Para terminar el viaje gastronómico hay que probar un postre típico como las filloas, que normalmente se rellenan de crema pastelera, aunque ya que se acaba en la capital compostelana, nada mejor que degustar una buena tarta de Santiago, hecha a base de almendras y decorada con la cruz del patrón de España espolvoreada en azúcar glass.