Toda beauty adicta lo sabe: nunca es suficiente. Te crees esta máxima porque quieres hacerlo. Porque te gusta ese momento tan íntimo de cuidarte y mimarte. Pero la realidad no es así. Un nuevo sérum, un nuevo “pre-sérum”, un matificante, una hidratante en gel con efecto ‘blur’, el protector solar… y la rutina de la noche no es menos: limpiador en aceite, espuma, agua micelar, tónico, sérum oleoso, crema de noche, contorno, vitamina C…

Igual nos estamos pasando y no nos estamos dando cuenta pero, ¿cómo saberlo?

La piel es una chivata y tan sólo hay que prestar atención a los mensajes que nos manda para saber si lo estamos haciendo bien o mal.

Maquillajepinterest
Getty Images

Por ejemplo, respondiendo cuando vemos unas rojeces intermitentes en mitad de un tratamiento de vitamina C. A pesar de que este súper ingrediente es toda una maravilla para la luminosidad, no siempre funciona igual en todas las pieles. De hecho, son las pieles más sensibles las que más acusan sus efectos. Si abusas de productos con altas concentraciones, pueden llegar a enrojecerse en zonas sensibles como las aletas de la nariz o las mejillas, en ocasiones, con pequeños granitos o erupciones. ¿La solución? No es erradicar de golpe tu tratamiento. Puedes comenzar a usarlo en días alternos, dejando pasar un par de días entre aplicaciones. Notarás tu piel luminosa por sus efectos, pero sin riesgos.

Otro de los errores que cometemos es pasarnos con los peelings y exfoliaciones. Actualmente, casi todos derivamos en “piel sensible”. Los niveles de contaminación en el aire, los rayos del sol, la sequedad de los ambientes… hasta las pieles más “duras” terminan sensibilizándose. Y después acudimos a los peelings buscando milagros y nos hacemos uno, y dos, tres… Y de repente, aparece una piel escamada, irritada, más seca de lo normal, enrojecida… Piensas, ¿pero cómo es posible, si con el peeling estoy limpiando a fondo? Pues ciertamente, la razón es el abuso, de nuevo. Un peeling está bien, pero no tres a la semana. Hasta los exfoliantes naturales más suaves terminan haciendo que la piel sea más sensible si cabe. Hazlo, pero con cabeza: uno cada dos o tres semanas puede ser razonable. Si optas por peelings químicos en cabina, no los realices con no menos de un mes (o más) entre sesiones.

La aplicación de producto sobre pieles que no están limpias es otra de las razones que hacen que todo lo que te echas, no esté causando el efecto que esperabas. A veces, es mejor invertir en un buen limpiador. La limpieza de la piel es la base de todo: de la erradicación de rojeces, de irritaciones, de erupciones… pero también la base de una piel bonita que mantiene mejor el maquillaje y que lo mantiene BIEN.

Maquillajepinterest
Getty Images

Por cierto, evita ese uso tan mal extendido de utilizar cremas hidratantes como desmaquillantes. Aunque sea la más cara del mercado, las hidratantes son eso: HIDRATANTES, no limpiadores. Cada producto tiene su función y experimentar no siempre sale bien.

Y si pensabas que ese ritual de 30 productos por la noche era lo mejor que podías hacer por tu piel cada día, sentimos decirte de nuevo que puede que estés equivocada. ¿Cómo saberlo? Si notas que la piel queda brillante pero no es luminosidad, sino sebo; si has notado que cuando aplicas el maquillaje, los poros lo “escupen” ligeramente evitando un acabado uniforme y satinado; si notas rojeces intermitentes en zonas como mejillas o de repente ves aparecer granitos y los poros comienzan a verse más grandes y negros, quiere decir que te estás pasando.

Los poros están comenzando a ensuciarse, a estar saturados y todo lo demás viene rodado: irritaciones, exceso de grasa… y a veces, la solución no es más producto, sino menos. Recuerda: menos es más. Pero un menos efectivo, eligiendo bien el producto con, si es necesario, ayuda profesional. Un escáner de piel o un diagnóstico personalizado pueden ser la solución a tus problemas.

Corta tus ansias de echarte todas las cremas de tu baño. Puede que esté siendo contraproducente y ya se sabe: más vale prevenir...