La antropóloga Pat Shipman, señala en su libro ‘Our oldest companions: the story of the first dogs’ (Belknap Press) que aunque los perros y los humanos llevan unos 40.000 años viviendo juntos, al comienzo su relación era meramente práctica. Los perros, lejos de ser sus mascotas, les advertían de los peligros y les ayudaban a conseguir suculentas presas. Como lo lees: ahora le ponemos el pienso a nuestras mascotas, pero hace mucho, ellos nos ayudaban también a alimentarnos. Al mejorar sus habilidades en el ámbito de la caza, los humanos dejaron de necesitar las funciones prácticas de los perros, que gracias al rango de expresión que los músculos de sus cejas les confieren, pueden comunicarse con los humanos. Por eso, los canes pasaron a formar parte de sus vidas. Aunque por supuesto resultaría absurdo hablar entonces de ‘Kindchenschema’, término acuñado en 1943 por el zoólogo Konrad Lorenz y que explica por qué al ver características infantiles en un ser vivo, queremos ocuparnos de él y protegerlo, es innegable el que el que sus orejas y sus ojos nos resulten desproporcionados comparados con sus cuerpos, despierta en nosotros la necesidad instantánea de cuidarlos y alimentaros. Aunque tan solo hace unos 3.000 años que consideramos a los perros como mascotas, Eckhart Tolle piensa que la función vital que desempeñan no ha sido del todo reconocida. “Mantienen sanas a millones de personas. Cuando acaricias a un perro o escuchas a un gato ronronear, los pensamientos pueden desaparecer un instante y surge un espacio de quietud dentro de ti, una puerta hacia el ser”, escribe.

El porqué de la 'dog fever'

No es casualidad que sea en un momento tan convulso como el actual en el que los perros se han convertido en los mejores aliados de las nuevas generaciones. Un estudio señala que uno de cada cinco millennials ha decidido que su familia prescinda de los niños en aras de los perros, mientras que un 40% afirma que el amor que su proyecto de pareja tenga por los animales es un factor clave a la hora de iniciar una relación.

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Streetstyleshooters//Getty Images
Gitta Banko pasea con su perro

Tampoco resulta sorprendente que el boom de las mascotas encontrara en el confinamiento un punto de inflexión. Como indica 100x100 mascota en su paso por la feria de IFEMA, la adopción de mascotas aumentó entre la desescalada, fechada en mayo, y diciembre, entre un 30 % y un 50 % respecto al mismo periodo un año antes. Al fin y al cabo, fueron las mascotas las que mejor lo pasaron durante el confinamiento, pues vieron su calidad de vida favorecida durante esos meses en los que los humanos, al no poder abandonar su hogar ni juntarse con otras personas, convirtieron a las mascotas en parte vital de la familia. Este cambio de mentalidad ha repercutido en los gastos vinculados con las mascotas, contribuyendo de esta forma a una industria que según Iberzoo+Propet, factura 2.000 millones al año. La mitad se invierte en alimentación y productos de higiene, 300 millones en la compra de animales de compañía y 700 millones se destinan a clínicas, peluquerías, paseadores, adiestradores y hoteles para perros.

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Precisamente al hablar de hoteles hemos de hablar del creciente interés de los millennials por hoteles que les permiten hospedarse con sus mascotas. En este campo destaca Kimpton Vividora, que los miércoles organiza un divertido ‘afterwork’ en el que los perros pueden disfrutar de un perrito caliente (confiamos en que los perros no se aterren al escuchar el término) y de un helado en su aclamada terraza, que ofrece una de las vistas más majestuosas de Barcelona. “Nuestros huéspedes, especialmente los locales, adoran las promociones ‘pet friendly’, pues que aman poder venir con ‘fur friend’ a disfrutar de nuestras activaciones. En los hoteles Kimpton puedes alojarte con tu mascota con una sola condición: ¡que quepa en el ascensor! En Los Ángeles tuvimos un cliente que se alojó con una llama”, explica Cristina Rodriguez, Marketing Manager del Kimpton Vividora. La filosofía del hotel no solo es disfrutada por los huéspedes y sus mascotas, sino también por sus trabajadores. “Los millennials tenemos más perros que hijos y odiamos no poder hacer nuestra vida con nuestros perros. Trabajar es más fácil así, porque saber que puedo traer al perro a la oficina me facilita muchísimo la vida”, confiesa Cristina. De hecho, son muchos los estudios que señalan que los ambientes laborales ‘pet friendly’ reducen los niveles de estrés, favorecen la comunicación entre sus trabajadores, fomentan la creatividad y ayudan al trabajador a ahorrar.

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Marcus Mam para Moschino
La campaña de Moschino para perros


La industria de la moda se ha dado cuenta de que los millennials y la generación Z tratan a sus mascotas como hijos (ante la incertidumbre financiera, el 38% de los encuestados por la asociación Pet Food Manufactors señaló que consideraba a sus perros sus hijos), y por ello son muchas las marcas que ofrecen diseños para los peludos de la casa. Desde Zara hasta Moschino, las costuras conviven con los ladridos. Si en los 2000 fruncíamos el ceño al ver a Paris Hilton pasear con su chihuahua ataviado con vestidos de tul o sudaderas, ahora vemos con normalidad que nuestro vecino del quinto le ponga a su perrito un chubasquero de lunares cuando llueve.

Y qué decir del boom de los ‘fancy dogs’ en las redes sociales, donde perros como Tika the Iggy, la galga influencer que ha sido imagen de Zara y Fendi, se han convertido en ‘petinfluencer’. De hecho, Boobie Billie, un popular perro en Instagram, ha lanzado su propia marca de moda… Para humanos. Entre estos datos y el hecho de que los perros se han convertido en el salvavidas de la generación quemada, habría que preguntarse, sin duda quién cuida a quién… “En realidad, no era capaz de cuidar de mí misma o de tratarme con compasión, pero, en cambio, sí que podía hacerlo con mi perro. Quizás una de las razones de mi salvación fue que empecé a crear ese espacio sagrado y seguro para él y para mí. En ese espacio, no existía la vergüenza ni la soledad. Tampoco había tristeza o ira. Todo era puro y hermoso. Simplemente, estábamos nosotros dos mirando el mundo con los ojos abiertos, esperanzados, y con la ilusión maravillosa de un cachorro”, escribe Julie Barton en ‘Mi amigo del alma: cómo mi perro me salvó de la depresión’ (Roca Editorial). No es la única que celebra en este momento la amistad entre perros y humanos, pues Taschen publica ‘The Golden Retriever Photographic Society’, un compendio de fotografías caninas tomadas por Bruce Weber a lo largo de su carrera para celebrar el vínculo entre humanos y animales y recalcar cómo la conexión con nuestras mascotas alimenta la creatividad, además de brindar compañía y proporcionar alegría.

Los millennials son la generación de los ‘puppy parents’, y si algo tenemos claro es que esta tendencia es mucho menos beneficiosa y menos dañina que intentar aprender los bailes de TikTok de la generación Z. Eso, y que es necesario terminar el tema gritando ‘¡Guau!’.