El verano después de acabar 3º de la ESO, trabajé como niñera en los Hamptons. En realidad, mi tarea era 'ayudar a la madre', pero no puedo afirmar que fuera de mucha ayuda. La madre me tenía que recordar siempre: “¿Podrías levantarte de la cama y echar un ojo a los niños o al menos doblar algunas de estas sábanas?”

Había aceptado el trabajo para poder pasar agosto en la playa y conocer chicos. Pero conocí a cero chicos y tampoco conseguí ganarme a los dos niños que tenía a mi cargo. El más pequeño, de cuatro años, se cogía un berrinche que duraba horas cada vez que sus padres se iban de casa. En cuanto el coche se alejaba, paraba durante un momento escalofriante para decirme: “Te voy a cortar la cabeza”.

A pesar de no tener ni amigos (ni ligues) con los que salir, estaba deseando que llegara mi día libre para poder coger la bicicleta y escapar de aquellos niños. Tenía sólo 14 años y ya era como la madre de la película de 2021, 'La hija oscura', que se sentía asfixiada y soñaba con abandonar a su familia para volver a sentir la vida y el placer. En definitiva, no era muy maternal.

“A mí tampoco me gustaron nunca los bebés ni los niños”, me animaba mi madre cuando ya era adulta. “Hasta que te tuve a ti”. Algún día, me prometió, sentiría lo mismo por mis propios hijos. Estoy segura de que habría sido así si hubiera tenido alguno, pero al final decidí no tenerlos porque no quise. Durante un tiempo seguí esperando a que me naciera ese deseo, a sentir ese mítico 'instinto maternal', pero nunca surgió. Eso no quiere decir que no dudara en algún momento. Pasé unos diez años indecisa, sin encontrar pruebas de que, como mujer, se podía renunciar a formar una familia y seguir llevando una vida plena y feliz. Casi nadie hablaba de esa opción, ni lo consideraba como algo pleno y normal, sobre todo los medios de comunicación.

más que madres película
Linda Kallerus

“Cambiarás de opinión”, coincidían casi todos cuando les decía que probablemente no iba a tener hijos. O, insistían, como si acabara de decir que lo estaba planeando pero que esperaba el momento adecuado: “Bueno, aún tienes tiempo”.

Estas conversaciones las tenía cuando era obvio que estaba en edad fértil. Ahora, con 53 años, mi cara podría hacerte pensar que todavía estoy a tiempo, pero el cuello – como ya lo han advertido Nora Ephron y los cirujanos plásticos – cuenta otra historia. Así que casi todos han dejado de intentar convencerme para que traiga niños a este mundo (al menos, durante el día). Ahora, en lugar de eso, suponen erróneamente que me siento mal por no haber tenido hijos. Que guardo esas carencias en secreto, ese anhelo, desamparo o vacío interior. Muchos intentan ofrecerme lo que creen que son palabras de consuelo, tratando de convencerme de que sigo siendo como una especie de madre, sobre todo cuando se acerca el Día de la Madre.

“El Día de la Madre también es para ti”, me dijo hace unos años una suscriptora de correo electrónico cuando envié un artículo que había escrito sobre no tener hijos. La mujer me explicó: “Porque eres madre. Eres madre... ¡de palabras!”.

Mi libro no salió de mi vagina. Más que de espermatozoides y óvulos, nació de muchas lágrimas

Respuestas como ésta se apilaron en mi bandeja de entrada, haciéndose eco de los mensajes de consuelo no solicitados que recibo constantemente: “¡Tú cuidas a tus clientes!”. “Eres una doula… del contenido de calidad”. “Seguro que tienes hijos peludos”. “Y plantas, seguro que eres una gran mami de plantas”. Y, por supuesto, siempre está la de: “Oye, puedes ser la tía guay”.

Ahora que he escrito mi primer libro, 'Tough Titties', a la gente le gusta decir: “¡Has parido un libro!” “¡Felicidades por tu libro recién nacido!” “Gracias”, les digo, poniendo por dentro cara de 'puf'. Sí, escribir un libro implica un esfuerzo, empujar y ataques de gritos (los míos). Y, al igual que ocurre con el parto, todo el doloroso proceso por el que pasas puede hacerte sentir que ha merecido la pena y feliz cuando el libro por fin se publica, y la profunda agonía de traerlo al mundo se desvanece en tu memoria.

Pero seamos realistas, ¿te imaginas a alguien diciéndole a Hemingway: “Mazel Tov por dar a luz tu libro?”. Mi libro no salió de mi vagina. Más que de espermatozoides y óvulos, nació de muchas, muchas lágrimas. Y también de amor, pero nada de eso lo convierte en un bebé. Creación y procreación son dos palabras distintas. ¿No pueden ser dos cosas diferentes?

virgin river alexandra breckenridge as mel monroe in episode 401 of virgin river cr courtesy of netflix © 2022
Courtesy of Netflix

Detrás de estas etiquetas que todo el mundo se empeña en ponerme está la suposición de que, como mujer, estás incompleta sin una relación maternal con alguien o algo. Incluso aunque no seas madre, nuestra cultura parece decir que, al menos, debes ser una figura materna. Es como si una mujer que no cumple con sus funciones maternales fuera como un coche sin ruedas, o una rana que no puede saltar.

Últimamente, la conversación sobre las mujeres sin hijos ha empezado a cambiar, y cada vez son más las famosas que dicen públicamente que no tienen hijos y son felices. Aun así, casi siempre viene acompañado de una disculpa, un 'pero' que insiste en que la mujer al menos es 'casi' madre: Tracee Ellis Ross no tiene problema por no haber tenido hijos... ¡pero le encanta ser tía! Oprah no tiene hijos... ¡pero las niñas para las que construyó una escuela la llaman mamá!

No es mi caso. Quiero que conste. No tengo mascotas. Ni plantas. Ni siquiera una suculenta. No me ofrezco para cuidar de tus hijos. Ni siquiera doy de comer a la gente, porque no hago pasteles ni cocino, aunque sé hacer un aliño decente de mostaza y chalota para la ensalada. ¡Y estoy perfectamente bien!

Tough Titties: On Living Your Best Life When You're the F-ing Worst

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Esta necesidad de otorgar 'medallas por buena madre' es, en mi opinión, algo que aún hacemos mal. Si dices: “No soy escritora y no deseo serlo”, no te diré: “¡Vale, pero eres escritora... de... deliciosas cenas! Porque cuando cocinas un filete, en realidad estás escribiendo ese corte de carne de la parrilla al plato y a mi boca. Eres un autor de sabores”. Si dices: “No soy capitán de ferrys”, prometo no decirte: “Pero mira todos esos caudales de agua emocionales por los que has guiado a la gente con tus maravillosos consejos de vida. Tú, amigo mío, eres TODO un capitán de ferry”.

¿Por qué iba a convencerte de que eres escritor, capitán de ferry, gemólogo, luchador o cualquier otra cosa que me digas que no eres y que no aspiras a ser?

Aunque la tendencia sea decir que “no se conoce el amor verdadero hasta que se tiene un hijo”, yo estoy muy contenta con todo el amor que tengo en mi vida, que a mí me parece suficientemente verdadero. Amo a mi familia, a mis amigos, a mi marido, nuestra vida juntos. Y cómo amo mi tiempo libre, intensa e incondicionalmente. Incluso se podría decir, como lo haría una madre. Pero, por favor, no lo hagas.