Es posible que si en una entrevista de trabajo aseguras que una de tus habilidades es no retrasar jamás la entrega de los proyectos laborales y tener siempre todo resuelto antes que nadie, el departamento de recursos humanos aplauda tus palabras, pero curiosamente, quizás tu salud mental no esté tan de acuerdo… Se ha hablado mucho (¿demasiado?) de procrastinar, pero apenas se menciona a los procrastinadores, que son quienes necesitan realizar tareas lo antes posible, incluso aunque implique más esfuerzo. La idea de tener tareas pendientes (aunque no olvidemos que una larga lista de tareas, al generar la sensación de que es interminable, dispara los niveles de estrés y cortisol) les genera más estrés que la tarea en sí y creen que al terminar cuanto antes el trabajo, están demostrando su potencial y su capacidad productiva. Lo cierto es que intentamos terminar con esas tareas para liberar a la memoria de trabajo, y para reducir la carga cognitiva, nos esforzaros por llevarlas a cabo.

"El exceso de control conduce a la inflexibilidad"

Sin embargo, como explica Alejandra Duarte, profesional en productividad y creadora de Productivity School, en realidad no es tan bueno como pudiera parecer. “Al precrastinar se toman peores decisiones, porque al estar apresurados por no perder tiempo, no reflexionamos para ampliar la visión y considerar otras alternativas. También entra en juego el bajo rendimiento, algo que en un entorno laboral resulta un problema grave, ya que no se toma el tiempo necesario para revisar las actividades, corregir, replantear y consultar con el resto del equipo e incorporar más u otras ideas. El exceso de control conduce a la inflexibilidad: no se pueden tener todas las circunstancias previstas y también es importante contar con un margen de maniobra. Por otra parte está la pérdida de recursos clave, que se traduce en ineficiencia. Cuando se realiza una tarea de forma compulsiva sin tener la máxima información disponible, es una pérdida de dinero, tiempo y energía. Por último, puede haber una falta de priorización. Se va actuando en orden de llegada, cuando lo fundamental es establecer un parámetro de calificación para ejecutar lo que dé mayor beneficio”, explica.

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Morsa Images//Getty Images
Precrastinar merma tu productividad

“Es como ir al supermercado, llenar la cesta con un montón de manzanas y seguir comprando cargando con ellas pese a saber que volverás a pasar por el lugar en el que se encuentran cuando vayas hacia la caja”, explica el psicólogo David Rosenbaum. Fue él quien acuñó el término en 2014, cuando explicó que se trata de un término con el que referirnos a la aceleración de la finalización de la submeta, incluso a expensas de un esfuerzo físico adicional… Porque en realidad, la recurrente preocupación de “no tener tiempo suficiente para hacer algo bien” puede llevarnos a despertar más temprano para terminar una tarea, incluso quitando horas al descanso. “Nos olvidamos por completo de nuestras propias necesidades básicas, por lo que se puede llevar a un extremo nada saludable y trabajar hasta el agotamiento físico y mental", dice Alejandra Duarte.

"No es una cuestión de tiempo, sino de salud"

"El problema radica cuando precrastinar se convierte en algo crónico, porque se asocia con angustia o estrés y esto conduce a que el cerebro automáticamente sienta que se encuentra en peligro produciendo cortisol. Tener altos niveles de esta hormona nos puede afectar con insomnio, presión arterial alta, etc. No es una cuestión de tiempo, sino de salud en el caso de las personas que tengan esta práctica como estilo de vida. Sin embargo, si sienten que tienen muy poco tiempo para entregar algo de calidad, pueden entrar en el perfeccionismo, dando paso a la procrastinación en algunos casos”, advierte la experta en productividad.

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Qué es precrastinar

Por supuesto, es importante encontrar el punto medio entre precrasatinar y procrastinar para poder así ser productivos. De hecho, la metodología Productividad desde el Ser, de Duarte, se centra en ese balance con el fin de evitar precrastinar y procrastinar. Recomienda inicialmente hacernos una pregunta: ¿para qué quiero esto? “El siguiente paso es encontrar acciones que nos lleven a cumplir nuestro objetivo, teniendo en cuenta las necesidades básicas, la autoestima y conectando con los valores. Por ejemplo, si uno de ellos es la diversión (que lo es), yo respeto mis horas de descanso, cómo me hablo y busco la forma para que la tarea sea entretenida (incluso cuando trabajaba por cuenta ajena). Esto es muy diferente a realizar una acción poniendo en peligro mi bienestar o postergándola infinitamente”, aclara Alejandra. Para terminar, recomienda tener un registro de lo que vamos haciendo durante el día para que al llegar la noche, podamos evaluar si podemos ya dormir o hemos de dar un último empujón antes de dormir.

Cómo dejar de precrastinar

  • Define tus tareas de mayor rendimiento y establece un plazo para recabar toda la información que necesites al respecto. “Permítete reposarla y ver otros puntos de vista. Esto te dará una clara visión de lo que tienes que llevar a cabo”, señala Alejandra Duarte.
  • Implanta un estándar de calidad, sobre todo cuando sientas el impulso de hacer algo rápido. “Recuerda que el resultado depende del tiempo que inviertes en analizar las necesidades de lo que te requiere”, explica.
  • Toma en cuenta que esa preocupación es irreal. “Nadie tiene control sobre el tiempo y tus acciones deben basarse en el "para qué", no en la urgencia de estar presente con cada tarea”, dice la experta en productividad, que nos recuerda que tanto con precrastinación como con procrastinación se pierde el foco, la intención y el rendimiento.