"Creo que las despedidas de soltera se han convertido en algo que ya no respeta los códigos más elementales de conducta ni de comportamiento", explica María, una veinteañera que ha tenido la oportunidad de ir a dos de ellas. “No comprendo por qué llamamos a esto 'los últimos días de libertad' de una mujer. No me hace mucha gracia que me inviten", añade Ana, una treintañera que ha ido ya a cuatro despedidas, pero que, a pesar de todo, está dispuesta a hacer de tripas corazón e ir a todas las que organicen sus amigas.

La invitación a una despedida de soltera suele provocar recelo entre muchas mujeres, no sólo porque lo consideran una forma celebrar una serie de estereotipos retrógrados, sino también porque es un evento que difícilmente se puede eludir. Por no hablar de los accesorios "temáticos" que se ven obligadas a lucir como las típicas bandas de miss, las diademas “eróticas” o las gominolas en forma de pene, como las que se repartieron en una de las seis despedidas a las que ha acudido Sara, una veterana en este tipo de fiestas. Por si todo esto fuera poco, si no vas, te consideran una mala amiga. "Es algo súper antiguo. Además, no aguanto a los strippers", dice Alicia, de 26 años. Por su parte, Mónica, de 25 años y con seis despedidas a sus espaldas, no entiende por qué hay que gastarse tanto dinero por pasar un rato con sus amigas. "Salimos todos los fines de semana, así que ¿por qué tengo que gastarme tanto dinero por pasar un rato contigo un fin de semana en el que hacemos prácticamente lo mismo que en cualquier otro?"

Hemos hablado con cinco mujeres sobre sus experiencias en este tipo de fiestas. Hay opiniones para todos los gustos, desde las que las rechazan de pleno, hasta las que les parecen muy divertidas, pasando por aquellas que defienden que debería ponerse freno a la espiral de locura en que se han convertido y volver a convertirse en una sencilla fiesta de amigas.

Mira, es muy caro.

Estas cinco mujeres confiesan haberse gastado en torno a los 800 € de media en cada una de las despedidas de soltera a las que han acudido, entre el vestido, las copas, los taxis... "Con el tiempo, las despedidas de soltera han evolucionado hasta convertirse en todo un ritual de borrachera protagonizado por un grupo de mujeres vestidas todas por igual, con diademas fálicas en la cabeza y, por supuesto, donde no puede faltar el clásico número con strippers", explica María.

"No creo que merezca la pena exprimir mi tarjeta de crédito a cambio de una camiseta que nunca más voy a ponerme y una copa de 20 €, que fue a lo que invitó ella".

Todo esto tiene un coste, pero las novias se lían la manta a la cabeza y en sus últimas horas como solteras tiran la casa por la ventana y no dudan en acudir a empresas especializadas que lo organizan todo: clases en grupo de fitness de casi 40 € la sesión, visitas a spas o viajes a ciudades turísticas donde los ayuntamientos ya han empezado a legislar para poner limitaciones al desenfreno que tiene como escenario sus calles.

"En una me gasté cerca de 1.000 €", explica Ana. "Íbamos a cenar todas las noches a restaurantes donde el menú no bajaba de 25 €, a lo que hay que añadir las discotecas a las que íbamos después, las copas...”.

Estoy muy mayor para esto.

A todo el mundo le apetece pasar una noche de juerga, pero con la nueva moda de celebrar las despedidas de solteras a lo largo de todo un fin de semana con un viaje de por medio, una fiesta que antes duraba una sola noche se ha convertido en dos o tres días de borrachera y desenfreno. "Es difícil salir disparada del trabajo para irte de viaje con tus amigas" explica Sara. "Y más difícil aún es volver el lunes después de haberte acostado a las 4 de la mañana todas las noches".

Las cuatro despedidas de soltera a las que ha ido Ana han incluido un viaje que se prolongaba de viernes, en algunos casos jueves, a domingo. Sin embargo, ella prefiere las despedidas de soltera más íntimas y tradicionales que no supongan salir de fiesta como si estuvieras de vacaciones en Ibiza. "El viaje, las noches de fiesta, intentar seguir el ritmo de las demás... a veces es demasiado. Lo intento, pero llega un momento en que es demasiado para mí", dice Alicia.

Cuando la despedida de soltera se convierte en una pesadilla.

Cada una de estas mujeres confiesa haber pasado momentos difíciles en alguna de las despedidas a las que ha acudido. En el caso de Ana fue una novia que no sabía lo que quería hacer, así que se pasaron la noche dando vueltas de aquí para allá sin parar. En el caso de Alicia fue otra amiga que se llevó a la fiesta todas sus preocupaciones sobre el futuro que la aguardaba. "Estaba estresada y no fue capaz de disfrutar del momento". Es comprensible que las novias se pongan nerviosas a medida que el día de la boda se acerca.

"Lo peor de una despedida de soltera es una novia que se crea que tiene derecho a exigirte según qué cosas", explica Sara. "En una de ellas me tuve que gastar el dinero en el avión, el hotel y en un montón de actividades por las que tuvimos que pagar. No creo que merezca la pena exprimir mi tarjeta de crédito a cambio de una camiseta que nunca más voy a ponerme y una copa de 20 €, que fue a lo que invitó ella".

A pesar de todo, seguiremos yendo.

"Aunque no me gusten todas las actividades que se hayan planeado, suelo ir" dice María. "Es una oportunidad de pasar más tiempo con aquellas amigas que viven lejos". María se hace eco de lo que piensa la mayoría de las asistentes a este tipo de actos: "Las odio y me encantan al mismo tiempo. A pesar de los tatuajes que te haces cuando estás borracha y de tener que ir vestidas todas igual, en el fondo estás dándole todo tu apoyo a una persona a la que quieres mucho. Las despedidas también son una buena excusa para que el grupo de viejas amigas se reúna de nuevo y retomen su relación. Además, es una excelente forma de estar al lado de alguien especial ante uno de los momentos más importantes de su vida”. Por su parte, Mónica se mantiene inflexible: “No, no volveré a ir a ninguna despedida de soltera”.

Vía: ELLE US