Por más que las películas nos hagan creer que el amor es algo sencillo (en hora y media cualquier conflicto puede ser resuelto y el “fueron felices y comieron perdices” está prácticamente garantizado), no lo será tanto cuando según la Estadística de Nulidades, Separaciones y Divorcios elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, el número de rupturas matrimoniales durante 2022 alcanzó los 90.582. Por supuesto, no existen cifras que detallen la cantidad de citas fallidas y romances exprés sin final feliz que existen.

¿Puede la pareja que comienza con baches funcionar?

Hay quienes aseguran que los polos opuestos, destinados a enzarzarse en fogosas peleas, se atraen, mientras que otros tantos aseguran que el amor ha de ser un mar calmado en el que cualquier ola ha de ser vista con desconfianza. ¿Pueden esas parejas que comienzan con baches funcionar? “Una pareja tiene que encajar en lo importante. Si no, no podrá funcionar bien. Para que sintamos que la relación funciona de verdad, esta tiene que ser fácil y tenemos que sentir que fluimos. Si somos polos opuestos en aspectos que no son relevantes para nosotros, no habrá problema. Si a uno le gusta el cine y al otro el teatro, si uno es más introvertido y el otro más extrovertido, nos podremos adaptar. Pero si uno quiere vivir una vida llena de lujos y experiencias exclusivas y el otro desea una vida humilde y discreta o si uno quiere llevar a sus hijos a un colegio privado y el otro no está dispuesto a invertir ese dinero en la educación de sus pequeños, los problemas estarán asegurados y será mucho más difícil que funcionemos de forma sana y correcta”, señala la psicóloga Silvia Congost, que estrena su nueva obra “Amor o Adicción”.

Por su parte María Martínez Murillo, psicóloga y sexóloga, plantea cautela a la hora de abordar mitos del amor como el de la media naranja y el de la atracción de los opuestos. Señala que frecuentemente lo que más nos atrae de la otra persona son características de las que carecemos y que consideramos complementarias a las nuestras, como si el otro nos aportara aquello que nos falta, motivo por el que se dice que los polos opuestos se atraen. Al tiempo, el mito de la media naranja refuerza esa misma idea de “lo que a mí me falta, lo tiene el otro y entonces parece que formamos un todo”. “El problema es que, frecuentemente, durante el enamoramiento, percibimos sólo la primera parte de la frase “los polos opuestos se atraen” y creemos que el enamoramiento es suficiente o una señal de que la relación funcionará y no tenemos en cuenta la segunda parte, que es la de “que a veces echan chispas”, es decir, que esas diferencias pueden ser incompatibles”, explica.

"Tendremos que ver si las diferencias son complementarias, o si por el contrario, son incompatibles"

“Pasado el subidón y la fantasía del enamoramiento donde todo parece de color de rosa es cuando nos topamos con la realidad: las exigencias de la vida diaria, las responsabilidades, las necesidades de cada uno, los estilos de vida diferentes… Y es ahí donde se produce el primer bache o conversaciones incómodas y tendremos que ver si las diferencias son complementarias, llegando a acuerdos o si por el contrario, son incompatibles”, añade.

"Al comienzo hay una clara idealización del otro, pero pronto habrá que ver si encajamos de verdad"

Parece que al comienzo todo tiene que ser de color de rosa, pero…¿Puede ser que sea necesario ir superando baches y tener conversaciones incómodas e incluso alguna discusión al comienzo para que luego todo fluya? “Aunque en el inicio de la relación haya un enamoramiento y esto implique una clara idealización del otro, pronto habrá que ver si encajamos de verdad. Nos encontramos dos personas distintas, con historias diferentes, con heridas, con necesidades, con miedos, manías, costumbres y deseos. Si decidimos unirnos y comprometernos a otro nivel, eso requerirá de un proceso de adaptación. Para poder ver si encontramos espacios de comodidad en los que ubicarnos con nuestras diferencias para que estas no nos molesten ni interfieran, para ver si podemos aceptarnos con ellas desde un respeto honesto hacia lo que es el otro y sintiendo al mismo tiempo que no dejamos de ser quienes somos, que no perdemos nuestra esencia ni nuestra verdad. Las discusiones no son malas, al contrario. Siempre que estas sean respetuosas y se mantengan sobre una base de cariño, nos ayudarán a crecer. Aunque sean conversaciones delicadas, necesitamos tenerlas porque hay algo que nos aprieta por dentro, seguro que nos harán avanzar”, asegura Congost.

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Mensajes (sobre)analizados y amor tóxico

Otro clásico al comienzo de las relaciones es hacer de cada mensaje un mundo. Desde la duda de si escribir o no para generar interés o por el contrario, evitar mostrar demasiado, hasta medir cada palabra con minuciosidad, al comenzar una relación no es extraño que cada WhatsApp sea analizado, revisado y medido con cierta cautela. “Lo que buscamos al inicio de una relación es gustarle al otro, que tenga interés verdadero y despertar su admiración y su curiosidad. Que nos elija de verdad. En un mundo en el que hay tantísima oferta, es fácil sentir vértigo ante la posibilidad de que alguien que te ha elegido, encuentre otro/a mejor que tú. Por eso tratamos de mostrar nuestra mejor versión, hacer gala de todo lo bueno que hay en nosotros, lo exclusivo y lo creemos que no querrán dejar escapar. Aunque creo que si nos lo planteamos de forma racional y consciente, a largo término es mucho mejor tratar de ser quien eres de verdad, porque solo así sabrás si le gustas por quien eres y evitarás que haya una decepción más adelante”, asegura Silvia Congost.

"Pasado el enamoramiento, las parejas tendrían que evolucionar hacia un amor más amistoso"

Pero al margen de mensajes (sobre) analizados e incluso de estrategias de comunicación y seducción para intentar cautivar al otro, hemos de tener claro cuándo el amor deja de ser algo complicado y se convierte realmente en una adicción repleta de toxicidad. “Las relaciones comúnmente llamadas tóxicas se basan fundamentalmente en la parte romántica, pasional y erótica y, por tanto, oscilan entre la pasión y el odio, entre la posesión y la entrega. Se genera una dinámica de fusión (media naranja) que puede derivar hacia una dinámica posesiva (entrega total al otro)”, dice María Martínez Murillo. “Lo ideal sería que, pasado el enamoramiento, las parejas evolucionaran hacia un amor más amistoso y comprometido”, explica para finalizar.