Si no te pasa a ti, seguro que conoces a alguien que está mal en su trabajo, quizás porque está pasando por un 'burnout' constante, porque es víctima de 'mobbing' y no se atreve a emprender acciones de ningún tipo, porque nos sentimos agradecimos por retribuciones que son de sentido común o porque tu compañero de trabajo te boicotea constantemente.

Hay decenas de razones para estar a disgusto en el trabajo, además de las mencionadas: un jefe cruel, una empresa que no tiene en cuenta la opinión de sus trabajadores, despidos continuos que crean estrés o ansiedad o una política empresarial que fomenta el estancamiento y devaluación de su fuerza laboral.

Pero la mayoría de nosotros, por diferentes motivos, acabamos aguantando años y años en un trabajo que no nos satisface, del que no aprendemos nada, en el que estamos mal pagados y en el que aguantamos ambientes tóxicos. Vamos a desgranar cinco habituales motivos por los que nos sentimos incapaces de abandonar un trabajo de m*** y qué hacer al respecto.

1) Sentir lealtad a la empresa

Si llevas mucho tiempo en la compañía, quizás sientas que le debes lealtad, a ella y a tus compañeros de equipo, y es posible que pienses que esta lealtad será recompensada en el futuro con un ascenso o una mejora salarial. ¡Alma de cántaro! Lo más probable es que pasen los años y estés completamente estancado en tu puesto o, lo que es peor, hayas recibido ese ascenso pero sin incrementarse tu nómina con la típica excusa de "ahora no hay dinero, habrá más adelante, hay que remar todos en la misma dirección, etc".

Qué hacer

La empresa te ha contratado para que utilices tus habilidades y capacidades para cumplir un servicio, no con la idea de irte ascendiendo poco a poco o de que 'heredes la compañía'. El día que ya no cumplas los objetivos, te acabarán despidiendo; o mejor aún, intentarás que te vayas tú misma para no pagarte la indemnización. Ahora, invierte la lógica: ¿realmente estás aportando algo a la empresa? ¿Ellos están aportando a tu vida el valor que mereces? ¿Te proporciona beneficios y desarrollo? ¿Tienen en cuenta tus necesidades? ¿Alguna vez han reconocido lo mucho que haces por ellos? La lealtad y el compromiso tiene que ser por ambas partes; si no es así, ya tienes la respuesta.

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2) El culto al líder (empresas con ambiente tóxico)

Cuando te unes a una empresa, todo el mundo trabaja para conseguir un objetivo: vender más alimentos en un supermercado; conseguir que la gente contrate tus seguros o atraer viajeros a tu hotel, por ejemplo. A veces, los objetivos no tienen que ver con el capitalismo: ayudar a la gente, hacer que la sanidad sea universal o conservar el medio ambiente.

En cualquier caso, si te sientes comprometida con la empresa y la decides abandonar, temes parecer egoísta e incluso 'traidora', como si hubieras 'renunciado' a la misión que la empresa tenía encomendada en este mundo. Pero cuidado, porque ese ambiente de 'colaboración para lograr juntos un objetivo' suele esconder a veces jornadas maratonianas y sin abonar las horas extras, competitividad entre trabajadores o plazos de entrega que atacan la salud.

Qué hacer

Lo primero es pararse a analizar cuáles son tus valores. ¿Crees que estás vendiendo alimentos de calidad o cualquier producto 'basura'? ¿Los seguros que vendes engañan a la gente? Define qué es importante para ti y determina si esos valores se están cumpliendo en el trabajo, al margen de las necesidades de la empresa. Analiza qué valores se respetan o vulneran y si tú puedes hacer algo para que se respeten tus principios: por ejemplo, que tu jefe te escuche, que el compañero no te avasalle... Si no es así, tendrás que decidir si la misión de la empresa es más importante que tus valores.

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3) Lo que fue la empresa... y lo que es ahora

Esto es un clásico, da igual el tiempo que lleves en una empresa. Cuando entras, la compañía tiene unos valores, un objetivo y un modo de hacer las cosas pero cuando pasa algo de tiempo o hay un cambio en la estrategia (porque llega un nuevo director general, una nueva estructura o la compañía ha sido adquirida por otra, por ejemplo), todo cambia y te cuesta asumirlo.

Si no te explican bien los cambios, cuál es tu papel en ellos y qué se espera de ti, es posible que experimentes conmoción, negación, frustración y depresión. Si te encuentras luchando para adaptarte y te dices: "No quiero irme porque amo la empresa" en lugar de "No quiero irme porque amo mi trabajo", entonces puede que estés atrapado en el pasado, esperando que la empresa vuelva a ser lo que era antes.

Qué hacer

Todos los cambios de este nivel son duros, así que date tiempo para adaptarte y procesar qué significa para ti esta modificación y si la nueva situación se adapta a tus valores y objetivos profesionales. Reflexiona cómo era la compañía y cómo es ahora y si es posible hacer alguna petición para mejorar tu entorno laboral. Las empresas, los equipos y los líderes cambian, sobre todo a medida que las empresas crecen. Depende de ti determinar si quieres vivir en la realidad actual o en un pasado que ya no existe.

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4) Atado por los 'bonus'

Algunos empleados, como premio por el rendimiento, reciben bonus especiales, comisiones sobre objetivos, opciones sobre acciones... pero todo esto suele llegar cuando llevas un tiempo en la empresa. Por lo tanto, después de sufrir un entorno laboral angustioso, es posible que sientas con más fuerza que mereces ese derecho por lo que has pasado. Pero, ¿cuánto trauma estás dispuesto a soportar? Esperar a que haya equidad puede ser perjudicial para tu salud.

Qué hacer

Averigua cuál es la política de la empresa sobre todas estas retribuciones extra. ¿Cuánto dinero es? Si renuncias a ellas, ¿hay represiones? ¿Qué tengo que ganar de venta normal para llevarme las comisiones? Todos estos incentivos sirven para mantenerte en el puesto, pero tienes que tener claro a qué estás dispuesto a renunciar por llevarte esta 'limosna', por grande o pequeña que sea. Salud física, mental, dignidad como trabajador... piénsatelo.

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5) Miedo

Dejamos para el final el clásico: el miedo. Cuando queremos cambiar de trabajo, tenemos pánico a todo. Volver a empezar a hacer entrevistas, salir de la zona de confort, no saber buscar trabajo, tener que volver a demostrar tu valía, acabar en una empresa más pequeña y (aparentemente) menos estable, no ganar tanto dinero... Si estás en una compañía con mal ambiente laboral, tampoco tendrás confianza en que hacer un cambio te llevará a un mejor ambiente de trabajo.

Qué hacer

En lugar de limitarte a soñar cómo sería tu vida en un entorno laboral positivo, visualízalo deliberadamente. Cierra los ojos y piensa en lo siguiente cuando intentes combatir el miedo: si no tuvieras miedo a marcharte, ¿qué podrías hacer? ¿Cómo sería tu nuevo trabajo ideal? ¿Qué apoyos necesito para hacer el cambio? ¿Qué le diría a un amigo cercano que esté pasando por lo mismo?

En conclusión...

Dejar un mal trabajo nunca es fácil, y el punto de ruptura de cada persona es diferente, por lo que machacarte sobre por qué has permanecido tanto tiempo en una situación traumática no te ayudará. Pero aprender de cada experiencia te capacitará para asumir tus decisiones profesionales y marcharte antes si vuelves a encontrarte en una situación similar.