Curiosamente, la mayoría de los jóvenes de la generación Z (nacidos a finales de la década de 1990 e inicio de los 2000) encuentran que hacer llamadas es muy invasivo y prefieren los mensajes de voz.

ng-voice es una compañía especializada en el desarrollo de software innovador para operadores de redes fijas y móviles. Su CEO, David Bachmann, observa un cambio significativo en la forma en que nos comunicamos. “Muchas personas prefieren enviar mensajes de voz a través de aplicaciones de mensajería en lugar de hacer una llamada tradicional y la tendencia se debe a varias razones, entre las que destaca la flexibilidad, ya que los mensajes de voz nos permiten expresar ideas de manera más natural y fluida, sin tener que preocuparnos por la ortografía o la gramática”.

Por no hablar de que nos permite hacerlo mientras realizamos otras tareas. La multitarea se ha convertido en una de las reinas de nuestro tiempo.

Cristina Corchero, CTO y fundadora de Bamboo Energy, traslada que la forma de comunicarnos está evolucionando de forma continua, y “la llamada tradicional nos obliga a enfrentarnos en tiempo real al otro. Mientras que el mensaje de voz permite temporizar, tanto el receptor como el emisario pueden digerir la información antes de la siguiente interacción”.

En cualquier caso, la voz sigue siendo muy relevante. Pronto, el volumen de llamadas será mucho mayor debido a la irrupción del Internet de las Cosas (IoT). Los dispositivos realizarán llamadas automáticas para conectarse con usuarios y sistemas (enviarán datos, alertas y voz).

Más allá, es curioso si analizamos que hasta a la hora de realizar llamadas debemos tener en consideración la huella de carbono. Sí, existe una cara contaminante de las telecomunicaciones y de nuevo, la tecnología puede ayudar a reducirla.

Las redes 4G y 5G consumen menos CO2 que las redes 3G o 2G y la distancia entre los interlocutores también influye o el dispositivo móvil (los smartphones más antiguos consumen más CO2). Además, cuanto mayor sea la distancia, mayor será el consumo de CO2.

Estudios como El impacto real del clima y la transformación de las TIC: una crítica de las estimaciones, tendencias y regulaciones, afirman que la industria de las telecomunicaciones contribuye entre el 1.8 y el 2.8% de las emisiones globales de CO2 de GEI. Esta huella proviene de diversas fuentes, incluida la infraestructura de red que consume mucha energía, la fabricación de dispositivos y el acto de transmitir datos en sí mismo. Dado que se prevé que el consumo de datos se dispare, la industria corre el riesgo de convertirse en un lastre climático si no se controla.

En palabras de Cristina Corchero: “Hemos interiorizado que consumir energía indiscriminadamente es perjudicial para nuestro planeta y tendremos que avanzar hacía ser conscientes que consumir datos es exactamente eso, consumir energía. Internet (y todo lo que se necesita para ello) representa un 3,7% de las emisiones globales de gases invernaderos. Una llamada de tres minutos consume unos 57g de CO2. Para que lo situemos, es lo mismo que enviar una carta pequeña con papel reciclado. En el caso de un email, es muy variable, un simple 'gracias' puede emitir 0.03g de CO2, mientras que un mismo correo electrónico, con un archivo adjunto, pesado, emite hasta 50g de CO2”, explica Corchero.

¿Y qué hay de todos esos emails que no nos interesan? Según McAfee, el spam durante un año supone las mismas emisiones que 3,1 millones de vehículos.