Enclavada en el valle del río Tajuña, a poco menos de 100 kilómetros de Madrid, Brihuega se asoma al visitante como ese tesoro escondido por el que hay que caminar al menos una vez en la vida para viajar, contarlo y presumir. Una escapada de las que huelen a primavera y un enclave en el que pasar horas asomados a sus miradores, intentando entender su belleza, sus huertos y plantaciones por las que se ha ganado con merecimiento el título de Jardín de la Alcarria.

Brihuega es uno de los pueblos más bonitos de Guadalajara para pasar el día, cada vez más conocido entre los turistas por la floración de la lavanda, que llega a su esplendor a mediados de julio y que está casi omnipresente en las fotos de Instagram de los famosos y los 'influencers'. Es precisamente en estas semanas del estío en el que parece que todo el mundo ha ido a Brihuega a descubrir los preciosos campos de espliego que están a escasos kilómetros de distanacia de la ciudad.

Brihuega figura por primera vez como núcleo urbano en la Edad Media, con el nombre de Castrum Brioca; es decir, castillo sobre la roca (hay que viajar allí para ver por qué). Esta localidad fue escenario en su historia de importantes batallas, como la de 1937 en plena Guerra Civil: Brihuega fue ocupada por las tropas italianas, que se enfrentaron con los republicanos.

Brihuega debe ser también un punto de visita obligada para los cinéfilos y seriéfilos, pues ha sido escenario de importantes rodajes. Por ejemplo, 'La tía Tula' (Miguel Picazo, 1964) utilizó la Real Fábrica de Paños y sus jardines como la casa del tío Pedro. En los títulos iniciales de 'Una historia inmortal' (Orson Welles, 1968), la plaza del Coso se convirtió en el puerto de Macao en el siglo XIX. Más recientemente, Pedro Almodóvar filmó en la plaza de toros de Brihuega algunas escenas de 'Hable con ella' (2001). La última película con escenas aquí rodadas ha sido, por el momento, 'El viaje de Penélope' (Fernando Merinero, 2010).

Situada a poco más de una hora de Madrid, es uno de los pueblos más bonitos cerca de la capital para pasar el fin de semana. Se convierte en una escapada perfecta para atisbar la impresionante villa medieval que fue, ser consciente del esplendor del que gozó en el siglo XVIII como sede de la Real Fábrica de Paños y pasear por los impresionantes campos de lavanda que la convierten en la perfecta Provenza española. Estos son los 5 motivos por los que nos cautiva.

1) Brihuega: una villa medieval

Arco de Brihuega guadalajara elle
Alf

Brihuega fue una localidad clave en las campañas de la toma de Toledo (otra ciudad histórica e imperial digna de visitar) por los cristianos, y por eso está amurallada y cuenta con un castillo, el de la Peña Bermeja, que fue construido a finales del siglo XI y que se usó más como residencia y lugar de recreo que propiamente defensivo. En el patio de armas, en el romántico y coqueto Prado de Santa María, se encuentra la imprescindible iglesia de Nuestra Señora de la Peña, que transita entre el románico y el gótico, y cuando termines de verla no te olvides de asomarte a los miradores que hay justo al lado, para entender por qué Brihuega es Jardín de la Alcarria.

En el interior del castillo también se halla uno de los cementerios más bonitos de España, con cientos de tumbas antiguas, que se puede visitar generalmente los fines de semana. Por cierto, quizás te preguntes por qué un castillo está situado en la parte baja del pueblo. La respuesta es sencilla: Brihuega se movió. Hartos de las crecidas del río, en la Edad Media la mayoría de los habitantes se mudaron al Barrio Nuevo, que acabaría siendo el corazón de la ciudad briocense.

Las trazas de la Brihuega medieval se aprecian también en los maravillosos arcos que pueblan la villa, vestigios de una muralla de la que aún quedan unos 2 kilómetros: la Puerta de la Cadena, el Arco de Cozagón, la Puerta del Juego de Pelota...

Si te gusta la magia y el encanto de las escapadas históricas, te recomendamos que conozcas nuestra ruta por los pueblos medievales más bonitos al sur de Francia, a los que debes ir al menos una vez en la vida.

2) Brihuega: una villa de agua

Fuente de los doce caños, Brihuega, Guadalajara elle
Alf

Los suelos de Brihuega son ricos en agua subterránea y toda ella sale a la superficie a través de hermosas fuentes que valen la pena recorrer y fotografiar para dejar constancia de tu viaje en tu 'feed' de Instagram. La más hermosa de todas es la fuente de los Doce Caños o fuente Blanquina (cuenta la leyenda que las mujeres solteras que beben de ellas encuentran novio), que se encuentra junto al lavadero municipal –también de obligada visita, con tres enormes pilas rectangulares, una que servía para el enjabonado de la ropa, otra para el aclarado y más pequeña para fregar los cacharros de cocina; un autém–.

Las fuentes briocenses restantes no solo sirvieron de abastecimiento sino también como ornamento de la villa. En la Fuente del Paseo de la Fábrica, la Fuentecilla, la Fuente de Santo Tomás, la de San Juan, la Fuente del Tinte o la del Hisopo las mujeres llenaron sus cántaros hasta que a mediados del siglo XX llegó el agua a sus casas.

Pero también hay que admirar las fuentes decorativas, como la del parque de la Alameda, (el agradable y precioso pulmón verde de la villa, situado poco después de la entrada a la localidad si se viene desde la ciudad de Madrid), dedicada a las Eras del Agua, que era como la población llamaba a la plaza en la que se encuentra porque el suelo del parque estaba hasta hace poco permanentemente húmedo.

3) Brihuega: una villa que enamoró a los reyes

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La segunda mitad del XVIII fue la época de más esplendor de Brihuega, gracias al auge de su Fábrica de Paños, mandada construir en 1750 dentro del recinto amurallado por el rey Fernando VI siguiendo la tradición textil de la región. Es un imponente edificio circular que llegó a ser uno de los edificios industriales más importantes de España, hasta que en la Guerra de la Independencia cayó en manos de los franceses, quienes lo usaron como cuartel. Tras su recuperación a principios del siglo XIX, pasó a manos privadas y continuó la fabricación de telas hasta la Guerra Civil.

La empresa Castilla Termal adquirió hace tiempo el edificio para reformarlo y convertirlo en un hotel termal de cinco estrellas, con restaurante y 78 habitaciones, con apertura prevista para principios de 2023. Además, Castilla Termal se ha puesto como objetivo la sostenibilidad, implementando medidas para una huella de carbono cero de cara a 2030. Mientras tanto, vale la pena pagar los 2 euros que cuesta la entrada a sus magníficos jardines geométricos de cipreses y parterres desde donde se admira una preciosa vista de la ciudad medieval y el Tajuña.

No olvides asomarte al mirador de Hemingway, así llamado porque el escritor Ernest Hemingway (autor de 'El viejo y el mar', uno de los mejores libros cortos para leer en poco tiempo y 'Por quién doblan las campanas', una de las 110 mejores novelas de la historia) veía desde ahí los combates entre las tropas italianas y las de la República en 1936, cuando era corresponsal de guerra.

Pero Brihuega no solo embaucó a la realeza para construir este magnífico edificio. En la plaza del Coso puedes admirar la Real Cárcel de Carlos III, construida por Ventura Rodríguez en 1781, hoy Oficina de Turismo después de haber sido biblioteca, escuela y academia de música. Y no es regia pero sí nobiliaria la maravillosa Casona de los Gómez, de estilo renacentista y preciosa balconada con jambas almohadilladas y escudos nobiliarios a ambos lados.

4) Brihuega: la villa de los misterios

Cuevas árabes Brihuega Guadalajara elle
Turismo de Brihuega (Juan C. Gómez Gómez)

Uno de los ejemplos de arquitectura civil más curiosos de la villa son las cuevas árabes, construidas entre los siglos X y XI, que han servido como refugio en todos los asedios de la ciudad y que tienen accesos de escape a la muralla. Se trata de un laberinto de túneles y galerías de unos ocho kilómetros de longitud que pasan por el subsuelo de la villa a una agradable temperatura de 12 grados de media, por lo que se llegó a utilizar como almacén de alimentos. No se pueden visitar salvo 800 metros acondicionados y tienes que preguntar en la tienda de al lado (Carnicería Hermanos Gutiérrez, 949 280 049). Entrada 2 euros.

A las afueras de la ciudad, entre Brihuega y Masegoso de Tajuña, se encuentra la aldea abandonada de Cívica, uno de esos destinos poco conocidos de España con una curiosísima colección de cuevas y viviendas excavadas en la roca aprovechando la piedra kárstica. Desde fuera, vemos escaleras, terrazas, arroyos, laberintos, balaustradas y pequeñas cascadas. No se sabe muy bien quién pudo habitarlo: ¿celtíberos? ¿Monjes? ¿Sufíes? ¿Sefardíes? Hoy solo podemos verlo por fuera e imaginar quién habitó esa villa misteriosa.

5) Brihuega: la villa de la lavanda

Campos de lavanda de Brihuega, Guadalajara Elle.es
Jose Antonio Martinez / EyeEm//Getty Images

Los oriundos de Brihuega siempre la llamaron espliego, que es el verdadero nombre de la lavanda (la lavanda es el aceite esencial que sale del espliego), y esa preciosa planta es la que ha acabado por dar fama a la villa briocense. Desde hace unas décadas, han potenciado el cultivo de la lavanda en las colinas sitas a unos kilómetros de la ciudad –nada menos que mil hectáreas– y es en julio cuando alcanzan su máximo esplendor. En Turismo Brihuega tienes un listado completo de la ubicación de los campos de lavanda y sus accesos. Además, la propia Oficina de Turismo dispone de visitas guiadas a los campos de lavanda durante ese mismo mes, concretamente los viernes, sábados y domingos a las 19.00 h y a las 20.30 h con un coste de 3 euros por persona.

Pero el color morado también tiñe la ciudad: paseando por Brihuega descubrirás cómo la villa se ha entregado a la lavanda, con balcones, puertas, grafitis, ventanas en color malva... e incluso un mercado donde se venden perfumes de lavanda, jabones de lavanda o galletas de lavanda.

Cada año, el Ayuntamiento suele hacer un concurso a la decoración de balcones para que los briocenses lo den todo decorando en tonos malvas. La imaginación y la creatividad de los lugareños bien vale la pena un paseo por la localidad. Hay dos premios para los mejores balcones, de 150 y 200 euros. Por todo ello se ha convertido en uno de los 50 pueblos más bonitos de España.